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Tribuna
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Ranking de universidades y competitividad

El 16% de los centros españoles está en la lista de los mejores del mundo, a pesar de los recortes generalizados en la I+D de la enseñanza superior

El ranking de Shanghai se ha convertido en la vara de medir para comparar las universidades, y donde los Gobiernos quieren verse reflejados como país. Un ranking que, fundamentalmente, mide los resultados en I+D de las universidades y que recoge a los 500 mejores centros del mundo. Solo estar presente ya supone un mérito. Teniendo en cuenta que en Webometrics, el ranking del CSIC que mide la presencia en web de las universidades, hay registradas más de 19.000 universidades de todo el mundo, estar entre las 500 mejores ya supone estar entre el 3% mejor del planeta.

Los Gobiernos han convertido en cuestión de Estado la presencia de sus universidades en dicho ranking y no es casualidad. El índice de competitividad global del World Economic Forum no deja lugar a dudas. Los países más competitivos son, precisamente, los que más universidades ubican en el ranking de Shanghai, y el impacto es mayor cuanto mejor situadas están las universidades dentro de esa lista. Países como Suiza, Estados Unidos, Finlandia, Alemania o Japón copan las primeras posiciones en ambas clasificaciones.

Tanto Alemania como Finlandia han conseguido que el 50% de su sistema universitario esté dentro del ranking de Shanghai. Resultados muy positivos obtenidos en un contexto en el que ambos países han apostado por incrementar su inversión en I+D universitaria cuando la crisis golpeaba de lleno a Europa. La cifra además es especialmente significativa, con un incremento de la inversión en I+D universitaria por habitante desde 2008 del 22% en el caso de Finlandia y del 31% si nos referimos a Alemania, situando a ambos países muy por encima de la media de la zona Euro en este capítulo.

El caso español es particularmente paradójico, ya que mientras se critica que España no dispone de ninguna universidad entre las 100 mejores del mundo, algo que es cierto y que se debería aspirar a lograr, se ha conseguido situar a 12 universidades en el ranking, lo que supone el 16% de las universidades españolas, porcentaje que se incrementa hasta el 28% si solo se tienen en cuenta las universidades públicas. Todo esto se ha logrado en un contexto adverso de recortes generalizados que han afectado de lleno a la I+D universitaria, que ha sufrido una caída del 8,3% de 2008 a 2014, cantidad que sitúa a nuestro país un 43% por debajo de la media de la zona Euro en lo que a inversión por habitante en I+D universitaria se refiere. Esa caída de la I+D en enseñanza superior se debe fundamentalmente al recorte de la financiación de las administraciones públicas, que aportan el 73% de la financiación total y que se ha reducido un 9% en los años de crisis. Si a ello se une el hecho de que la financiación de la I+D universitaria que proviene de las empresas ha caído un 16% desde el inicio de la crisis, se puede decir que el entorno en el que están inmersas las universidades españolas para fomentar su I+D es claramente desfavorable.

"Los países más competitivos son, precisamente, los que más universidades ubican en el ranking de Shanghai, y el impacto es mayor cuanto mejor situadas están las universidades dentro de esa lista"

Si bien en un contexto de déficit público es necesario racionalizar el gasto, la tijera no debe ser indiscriminada, sino que debería garantizar las partidas de gasto más relacionadas con la productividad/competitividad y el crecimiento económico. Y en este terreno de la competitividad, España no sale bien parada, situándose en la posición 33 del ranking mundial del Wold Economic Forum, por detrás de las principales economías, y solo por delante de Portugal, Italia, Grecia en el caso de los países de la UE.

Está demostrado que la actividad universitaria en general, y la I+D que genera en particular, tiene un impacto importante en el desarrollo socioeconómico, ya que contribuyen a la creación de dos de las principales fuentes del crecimiento económico: el capital humano y el tecnológico. La I+D y la educación son sin duda dos candidatos obvios a preservar incluso en periodos de austeridad, algo que desgraciadamente no ha tenido lugar en España. En el primer caso, la ratio I+D (total)/PIB se sitúa en la actualidad en el 1,2%, ampliándose la brecha que nos separa de la UE. Y en el segundo, como demuestra un reciente estudio de la Fundación BBVA-Ivie, el gasto en educación ha caído un 5,7% desde 2011. Ahorrar en I+D y en educación es pan para hoy y hambre para mañana.

Las universidades españolas han demostrado ya el potencial que tienen y su capacidad para contribuir al crecimiento económico, resultados que se han conseguido en un contexto altamente desfavorable al que se une un sistema de educación superior excesivamente normativo que reduce el margen de maniobra de las universidades para fomentar la excelencia. Mejorar ese contexto llevando nuestra inversión en I+D a valores cercanos a nuestros socios europeos y creando un marco regulador que permita explotar al máximo el potencial de nuestro sistema universitario es responsabilidad de todos. El impacto en la competitividad del país será claro y, sin duda, se verá reflejado en una mayor presencia de nuestras universidades en los rankings internacionales y una posición acorde al esfuerzo realizado, logrando el tan ansiado objetivo de situar alguna universidad entre las 100 mejores del mundo.

Joaquín Maudos es catedrático de Economía de la Universidad de Valencia-Ivie-Cunef. Carlos Ripoll es director de área de la Universidad Politécnica de Valencia.

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