Máquinas de forja contra balas de plomo
Lazpiur sobrevivió a la extorsión etarra como a otros reveses a lo largo de sus 102 años de historia, reinventándose para poner su utillaje en vehículos de medio mundo.
No eran las 7 de la mañana y la fábrica Lazpiur ya estaba en plena ebullición. Todos sus trabajadores –desde los montadores hasta los ingenieros y los propios dueños– apartaban las máquinas electrónicas y el utillaje de forja para sacar los libros de inglés.
Eran los años noventa y los hermanos Lazpiur habían decidido ampliar su negocio fuera de España, por lo que contrataron a un equipo de siete profesores de idiomas para que preparasen a la plantilla para dar el salto.
Así lo recuerda uno de los propietarios, Miguel Lazpiur, quien presume de que ahora en sus factorías se hablan cinco idiomas: español, inglés, francés, alemán y euskera. Lazpiur, cuyo principal cliente es la industria automovilística, exporta sus productos desde la factoría de Bergara (Guipúzcoa) a países de los cinco continentes, como China, Filipinas, Estados Unidos o México.
Sin embargo, los años de la expansión no fueron fáciles. Miguel Lazpiur rememora cómo en esa época los éxitos empresariales estaban acompañados por la llegada de cartas de extorsión de ETA. Eran los llamados años de plomo, cuando el terrorismo adquirió mayor fuerza en el País Vasco. “Fue un verdadero trauma que afectó a toda la familia. Al final, llegamos a superar el miedo. Solo quedaba tristeza”, relata.
De zapatos ha pasado a fabricar clavos, primero, y máquinas y utillaje de forja, después
Lejos de arrugarse ante las amenazas, los Lazpiur decidieron que era el momento de reinventarse y mirar fuera de España. No era la primera vez que esa familia cumplía a raja tabla la premisa de que “una crisis es una oportunidad”. Su propietario resume la clave del éxito de una compañía con más de 100 años de historia en la “capacidad de adaptarse a las circunstancias históricas”.
La primera vicisitud que tuvo que enfrentar la compañía fue la Guerra Civil. El abuelo de los actuales dueños, José Lazpiur Aguirrebalzategui, había abierto hacia 1914 una fábrica de calzado con unos 100 trabajadores. Durante la Primera Guerra Mundial producía unos 17.000 pares de zapatos al año hasta que la empresa fue expropiada por el Gobierno franquista. El apoyo a la causa republicana y su filiación con el nacionalismo vasco obligó al primer Lazpiur a abandonar Guipúzcoa.
Tras pasar por la cárcel y el exilio, esta familia de empresarios vascos tuvo que empezar de cero. Solo pudieron recuperar una pequeña parte de la factoría original, lo que les impulsó a abandonar la producción de zapatos y lanzarse a un negocio bastante más modesto: la producción de clavos. Ese primer renacimiento coincidió con el primer relevo generacional en la empresa: el hijo del fundador, Pepe Lazpiur, entró entonces en el negocio.
Unas tres décadas después y con el negocio de la producción de clavos en declive, una nueva generación toma las riendas de Lazpiur y la compañía se expande a nuevos horizontes. En 1975, Miguel Lazpiur –que años después llegaría a ser vicepresidente de la CEOE y presidente de la patronal vasca Confebask– se vio obligado a ayudar a la familia y entrar en el negocio. “Eran años muy difíciles, había que trabajar de sol a sol para sacar la empresa adelante”, recuerda.
Miguel, con el apoyo de su hermano Agustín, que siguió los pasos del primogénito tres años más tarde, propuso a su padre combatir la crisis con un nuevo cambio en la compañía. La tercera generación entendió que había una oportunidad de vender maquinaria a la creciente industria automovilística de la zona.
Los clavos y las máquinas convivieron hasta que la savia nueva ganó la partida a la vieja. El padre pasó a dedicarse a los asuntos económicos, el hijo mayor tomó la dirección técnica y el pequeño se encargó del taller. Ahora, la producción de Lazpiur se ha orientado hacia la electrónica –dada la importancia que ha tomado este ámbito en la producción automovilística–, la maquinaria de control y de inspección de fasteners, es decir, mecanismos que controlan el correcto funcionamiento de otros.
El maquinismo pronto se les quedó corto y comenzaron a otear nuevos horizontes. Esto coincidió con la llamada a su puerta del empresario Patricio Echevarría con una prensa de forja debajo del brazo, en 1989. Los hermanos –que ya habían experimentado antes con ese material gracias a unos contactos previos con un técnico francés– eran los únicos industriales de la zona que disponían de la tecnología necesaria. Hoy, la producción de maquinaria representa el 70%, mientras que la forja supone el 30%.
Hace ocho años, Lazpiur capeó el que ha sido su último bache hasta ahora: la crisis económica. “Nos pilló con el pie cambiado”, reconoce su propietario. De 2007 a 2008, los beneficios se redujeron en un 50%. La dirección de la empresa pidió a la plantilla una serie de esfuerzos para evitar el cierre. A cambio, les garantizó que no se reducirían los salarios. Así nació el Proyecto Fénix, la razón por la que esta empresa vasca volvió resurgir de sus cenizas para abandonar las pérdidas cuatro años después.
Superados estos problemas financieros, encaran el futuro con optimismo. La cuarta generación ya está presente en el negocio familiar desde que la hija de Miguel entró en la empresa. Y también la nieta, según nos confiesa su abuelo, a la que le gusta “salsear” en la fábrica y promete una quinta generación.
Datos Básicos
Facturación
En 2015, Lazpiur facturó en torno a los 15 millones de euros, lo que equivale a una caída del 10% frente al ejercicio anterior, sin embargo, para 2016 se prevé un crecimiento del 5% en comparación con 2014. En torno al 70% u 80% de las ventas de este año se realizarán fuera de España, fundamentalmente en México, Marruecos y China. Los principales clientes son empresas de la industria automovilística: Ford, Volkswagen, Mercedes y Valeo, entre otros.
Empleados
Lazpiur cuenta con un equipo de unos 92 trabajadores. La dirección de la empresa destaca que tratan de buscar el equilibrio entre ingenieros, técnicos, personal no cualificado y administración y servicios. El 20% de la plantilla tiene titulaciones universitarias de Ingeniería.
Innovación
Esta compañía vasca dedica entre el 3% y el 5% de su facturación anual a investigación, desarrollo e innovación. Gracias a esta inversión, Lazpiur es propietaria de unas 20 patentes. De entre ellas, la empresa destaca la PCB PLUS 13CII. Se trata de una máquina diseñada para realizar automáticamente el montaje y engrapado de los componentes activos sobre circuitos impresos.
De la cuenca del Deva a los automóviles chinos o coreanos
El 80% de la producción de Lazpiur en 2015 se destinó al extranjero, mientras que tan solo el 20% se comercializó dentro de España. Entre los países a los que exporta esta compañía destacan China, Filipinas y Corea, en Asia; Marruecos, en África; Francia y Alemania, en Europa; y Estados Unidos y México, en América.
Son las industrias automovilísticas los principales clientes de Lazpiur. En concreto, multinacionales de la automoción como Daimler (matriz de Mercedes), Ford o Volkswagen. También exporta sus productos a fabricantes de motores de nivel 1 como Lear o GKN. Esta última empresa dio un espaldarazo a la internacionalización de Lazpiur con la fundación en 1998 de una joint venture, en la que la vasca era la propietaria del 49% y la inglesa, del 51%. Miguel Lazpiur explica que este vínculo comercial se fundamentó en que “nosotros teníamos la tecnología y ellos, el beneficio”.
Este acuerdo comercial se resolvió hace dos años. GKN decidió entonces acabar con el contrato y fabricar sus propias herramientas con la tecnología de Lazpiur, explican en la empresa guipuzcoana.
Salir al extranjero también tiene sus inconvenientes: competir con países emergentes como China o Brasil, donde la mano de obra es más barata. Miguel Lazpiur resume que la estrategia de su compañía para hacer frente a esta competencia es “ser exquisitos con la calidad y la atención al cliente”.
Especialistas en electrónica
La fabricación de maquinaria representa el 80% de la producción de Lazpiur. En este ámbito destacan dos líneas de negocio: máquinas eléctricas y de inspección de fasteners.
Ocasionalmente producen también máquinas para cerrajería, automoción e incluso electrodomésticos. La fabricación de utillaje de forja supone el 20% restante.