Los auriculares de Skullcandy pierden el ritmo
Las ventas del fabricante de auriculares se han estancado desde su salida a Bolsa en 2011. Su rentabilidad y el precio de sus acciones también ha caído en picado.
Skullcandy, el fabricante de auriculares debutó en Bolsa hace cinco años en medio de un considerable revuelo. Logró una valoración de más de dos veces sus ingresos. Desde entonces, sus ventas se han estancado y su rentabilidad ha encogido. Aunque el negocio tiene ahora al menos tres potenciales pretendientes para el negocio, los accionistas a largo plazo cantarán seguramente un blues.
Su fundador y director, Richard Alden, dio el pistoletazo de salida a la última histeria. El mes pasado aseguró que exploraría la idea de privatizar de nuevo la compañía. Alden y su firma de inversión poseen aproximadamente el 15% de Skullcandy, cuya capitalización de mercado en la OPV de 2011 superó los 500 millones de dólares (unos 450 millones de euros).
Prácticamente desde entonces ha ido cuesta abajo. El precio de la acción ha caído un 70%. Los ingresos, que se dispararon en el período previo a la salida a Bolsa, han crecido a un ritmo inferior al 3% anual de media en una industria en plena expansión.
Eso ha arrastrado la valoración lo suficiente como para atraer a los compradores potenciales, que tal vez han calculado que Skullcandy puede competir en el creciente mercado de los auriculares inalámbricos y los de los jugadores de videojuegos. Incipio, que vende fundas para teléfonos móviles y otros accesorios para gadgets, llegó a un acuerdo la semana pasada que valora la compañía en 177 millones de dólares, o aproximadamente 0,7 veces sus ventas del año pasado.
Días más tarde, la firma de adquisiciones Mill Road Capital adquirió una participación de casi el 10% en Skullcandy y simultáneamente mejoró la oferta de Incipio. Atendiendo a las condiciones del acuerdo de venta original, aún puede haber pretendientes adicionales u ofertas más dulces. Incipio, por su parte, debe ser capaz de encontrar algunos ahorros de costes.
El precio final de la operación solo puede hacer que el resultado final sea menos malo.