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Tecnología y formación

Los drones, a la conquista del mercado laboral

Manuel G. Pascual

Cuando una tecnología llega a las jugueterías es señal de que ya está lo suficientemente madura como para impactar al gran consumo. Y si se deja que los niños jueguen con ella es porque los mayores cuentan con una versión mucho más perfeccionada. Esa es la situación que atraviesan ahora los sistemas aéreos pilotados de forma remota (RPAS, en sus siglas inglesas), más conocidos por el gran público como drones. Se trata de un sector que ya podría estar moviendo más de 10.000 millones de euros en todo el mundo y cuyo uso se triplicará para 2020, según la consultora BI Intelligence.

España no quiere quedarse atrás en esta revolución. Isabel Maestre, directora general de la Agencia Estatal de la Seguridad Aérea (AESA), asegura que el negocio de los drones representará el 10% del mercado aeronáutico dentro de diez años. “Desde que en julio de 2014 se reguló su uso comercial, el sector ha registrado un crecimiento importante. Se han certificado 1.249 operadores”, explicó en Drone Industry Summit, unas jornadas organizadas el mes pasado por Esade y Kreab. En esa cantidad de licencias se incluyen desde autónomos y particulares hasta empresas, fabricantes o escuelas de formación.

A la espera de que cambie la regulación

Toda la industria relacionada con los drones vive a la espera de que se apruebe una nueva normativa que regule su uso. Los sistemas aéreos pilotados de forma remota (RPAS) dependen de una ley que entró en vigor en 2014. Además de establecer los requisitos de seguridad y calidad que deben reunir los aparatos y operadores para funcionar, la normativa prohibe, entre otras cosas, volar por la noche o sobre espacios urbanos.

Ese es ahora un freno para el desarrollo de la industria, que previsiblemente explotará en cuanto puedan vigilar edificios, usarse en estadios o incluso transportar paquetes. Para ellos deberán incorporar, eso sí, complejos mecanismos de seguridad, como paracaídas y sistemas de codificación de la señal.

Para que todo eso sea posible hace falta un cambio de ley. “Se suponía que iba a estar lista para diciembre, pero las elecciones la han parado. El Gobierno la mandó a Bruselas, donde se está negociando una directiva europea sobre drones, y es posible que la devuelvan con cambios”, indica Jaime Guillot, de Drone Spain. Como muy pronto, pues, se podría aprobar a finales de año.

“Las previsiones de crecimiento más optimistas de hace unos años se están quedando cortas. Las aplicaciones civiles van a desarrollarse mucho. Los helicópteros no pueden competir contra los drones”, asegura Manuel Oñate, presidente de la patronal Aerpas y director general de EuroUSC España, una consultora especializada en formación de pilotaje. “También pueden llevar a cabo operaciones muy peligrosas que se pueden hacer de forma sencilla”.

La aplicación más extendida de los drones es, a fecha de hoy, la audiovisual. “El 90% de operadores se dedican a eso”, indica Jaime Guillot, director ejecutivo de Drone Spain, una de las mayores proveedoras de estos servicios del país. Pero sirven para muchas más cosas. “Se empiezan a ver en tareas de vigilancia y en agricultura, por ejemplo para medir el estrés hídrico de los campos con sensores especiales. En minería se usan para calcular la volumetría de los montones de carbón con precisión centimétrica y cero riesgos”, ilustra. Algunas constructoras, como Ferrovial, lose empiezan a usar para hacer seguimiento de las obras.

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¿Qué oportunidades laborales ofrece este sector en crecimiento? Varias universidades españolas, así como escuelas aeronáuticas, ofrecen titulaciones de pilotaje de drones. La AESA ha acreditado hasta ahora en total a 65 centros en el país. Los cursos, que implican entre 40 y 60 horas de vuelo, suelen costar entre 1.500 y 3.000 euros.

Guillot, sin embargo, advierte del peligro de crear expectativas infundadas. “La gente promete cosas que no existen. Sería un engaño decir que la demanda del sector de los drones está en los pilotos, porque sobran. De hecho, los aparatos en muchas ocasiones vuelan solos”.

Donde sí hay un nicho de trabajo, asegura, en los especialistas en el análisis de los datos que recopilan los drones. “Estamos fichando a ingenieros, expertos en sensorizaciones térmicas, en topografía, etcétera”, explica.

El valor añadido de los drones son los sofisticados equipos que pueden cargar para realizar las más diversas misiones. Los sensores y demás aparatos de alta precisión con que se equipan son lo que hacen que el precio de los RPAS oscile entre los 1.000 y los 500.000 euros.

En el sector confían también en que los drones impulsarán una nutrida industria asociadas. Por ejemplo, para inspeccionar una chimenea de 120 metros hace falta que la aeronave se puede meter en ella y no se choque contra las paredes. Para eso hace falta tecnología láser y un sistema de guiado de alta precisión.

“Creo que la explosión de los drones será similar a la de los smartphones, opina Oñate. “Al principio no se sabía muy bien qué hacer con ellos y hora se usan para todo. A medida que se popularicen los drones irán surgiendo más aplicaciones. Se convertirán en pequeños robots”.

Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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