El Báltico dejará de ser el retrete de los cruceros
Tras varios años de negociaciones, la Organización Marítima Internacional (OMI) ha acordado prohibir que los gigantescos cruceros desagüen directamente en el mar Báltico. Una medida sin precedentes que pretende sanear las castigadas aguas de ese mar casi completamente interior.
Unos 80 cruceros operan en las aguas del Báltico, el 80% de ellos con capacidad para 3.000 personas y un puñado incluso pueden llegar a las 4.000 (here). La mayoría de los trayectos son entre dos puertos ribereños del mar, con San Petersburgo y Copenhague como los más frecuentados, seguidos de Tallin, Helsinki y Estocolmo.
El 70% de las singladuras dura entre 7 y 20 horas, tiempo suficiente para acumular en las tripas del barco cantidades ingentes de aguas residuales. Muchos de ellos, como el buque de la foto (entre Helsinki y Tallin), dedican buena paret de su espacio al consumo de alcohol, mucho más barato que en tierra. Las visitas a los servicios son frecuentes. Y gran parte de las aguas negras van a parar directamente a un mar con escasa capacidad para asimilarlas y depurarlas de forma natural.
El acuerdo de la OMI, cerrado el pasado viernes en Londres, prohibirá que el Báltico siga siendo la letrina de esos gigantescos navíos. La prohibición entrará en vigor en 2019 para los barcos de nueva construcción, en 2021 para los ya matriculados y en 2023 para algunos de los buques que arriban al popular puerto de San Petersburgo (here).
El pacto culmina una iniciativa puesta en marcha hace casi 35 años, ante el creciente deterioro de la calidad de las aguas del mar compartido por Dinamarca, Alemania, Polonia, Lituania, Letonia Estonia, Rusia, Finlandia y Suecia
La ofensiva logró que la OMI declarase el Báltico como zona especial en 2011, con el objetivo de prohibir el vertido de aguas residuales sin tratar. Pero la medida no ha podido entrar en vigor por la resistencia de países ribereños como Rusia, Alemania o Polonia, que no contaban con las instalaciones necesarias en algunos puertos para permitir a los grandes barcos desaguar (here). Suecia, firme defensora de la prohibición, celebra el acuerdo.
Los vertidos sin depurar, advierte la OMI, pueden suponer un riesgo para la salud humana, agotan el oxígeno de las aguas y suponen una contaminación para las zonas costeras. En mares abiertos, los barcos tienen prohibido verter aguas sin depurar a menos de 12 millas de la costa y las depuradas a menos de tres millas.
En un mar con una sola salida al Atlántico (por el estrecho de Oresund en Dinamarca) esa limitación no parecía suficiente. Los expertos aseguran que las aguas negras han contribuido al deterioro del Báltico, con una proliferación excesivas de algas. También advierten, sin embargo, de que no bastará con la prohibición de los vertidos de los buques. Los países ribereños también tienen que mejorar el tratamiento de las aguas residuales que desembocan en el castigado mar (here).
Foto: barco entre Helsinki (Finlandia) y Tallin (Estonia), B. dM, 23/4/2011.