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Perfil
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

José Manuel Soria: el ministro que hablaba y erraba

Artífice de la reforma eléctrica, la moratoria y las prospecciones en Canarias Se ha granjeado la enemistad de grandes y pequeñas empresas

Carmen Monforte

José Manuel Soria López (Las Palmas, 1958), hijo de una rica tomatera canaria y de un empleado madrileño de Iberia, era prácticamente un desconocido en la península cuando, tras las elecciones de noviembre de 2011, Mariano Rajoy le nombró ministro de Industria, Energía y Turismo. No así en el archipiélago, donde se había visto envuelto, como alcalde de las Palmas (1995-2003) o como vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda del Gobierno canario de coalición (a partir de 2007), en algunos casos de corrupción: los bautizados por la prensa como caso chalet, caso eolo o caso salmón, entre otros, en los que también se vio implicado su hermano, Luis Soria, quien fue director general de la Consejería de Industria. Ello le llevó en varias ocasiones ante la justicia local.

 Sin embargo, este economista, presidente del PP de Canarias, llegó a Madrid con el apoyo incondicional de su partido y, muy especialmente, del ministro de Economía, Luis de Guindos, con el que mantenía una gran amistad. No es raro encontrar en la hemeroteca apoyos explícitos de Rajoy y otros dirigentes del Gobierno a su ministro de Industria, a quien se consideraba una víctima de ciertos medios canarios. Medios que, por otro lado, siempre se quejaron del escaso interés de los peninsulares por sus casos de corrupción frente al otro archipiélago, el de Baleares.

Con un asombroso parecido físico con José María Aznar, aunque mucho más esbelto, el nuevo ministro de Industria enseguida apuntó maneras: ya en su toma de posesión dio una rueda de prensa, algo insólito, lo que hizo presuponer a los periodistas de que sería un ministro muy hablador. ¡Y cuanto!

Desde el minuto uno se le notaron sus preferencias por una de las áreas de su departamento: la de turismo. Esta le permitía mantener el lazo con su tierra, a la que viajaba cada viernes tras (o durante) la reunión del Consejo de Ministros. Esta inclinación hizo creer a muchos, no sin cierta ingenuidad, que su objetivo era volver y ser presidente de Canarias por el PP, un partido político que nunca ha gobernado en las islas.

"El extitular de Industria podría llegar a declarar una cosa y la contraria en el mismo día"

Cierta o no, esta idea fue perdiendo fuelle y Soria vio cómo el turismo, una actividad liberalizada y con competencias transferidas, le ofrecía poco margen de maniobra y que el área más ingrata, la energía, sería la que le ocuparía más de la mitad de su esfuerzo y dedicación. Con todo, no perdió la ocasión de hacerse fotos de promoción turística; en distintas fábricas de automóvil (sector que le debe muchos pives) o para presumir de sus planes de la llamada Agenda Digital (también las telecos le defienden).

Pero la energía fue su hueso más duro de roer: en el sector eléctrico, tuvo que resolver el grave problema del déficit de tarifa, mecanismo infernal que inventó un ministro de un Gobierno de su partido, Rodrigo Rato, y alimentaría después el de Zapatero y, ya en el petrolero, tuvo un papel relevante (que desempeñó encantado) en la expropiación a Repsol de YPF por parte del Gobierno Argentino, con el que Soria negoció personalmente.

Pero lo que pretendió ser un favor se convirtió para el titular de Industria en un caramelo envenenado, quizás por su ambición. Su estrecha relación con la petrolera le había llevado a sacar del cajón un real decreto del anterior Gobierno socialista autorizando las prospecciones de hidrocarburos en aguas canarias, un polémico asunto que destruyó su inicial amistad (sin duda, interesada) con Repsol y con su carrera política en las islas (muchos en el PP le atribuyen el gran fracaso electoral de diciembre en Canarias, el resultado de este partido en una comunidad en la que no gobernaban).

La luz que siempre bajaba

Volviendo a la luz, Soria se convirtió en 2012 en el artífice de la primera moratoria renovable en España y logró sacar con calzador una vasta reforma eléctrica que deprimió la actividad de las energías verdes. Para ello, y tras un primer secretario de Estado de Energía fallido, Fernado Marti, contó con la inestimable ayuda de Alberto Nadal. Impuesto por Moncloa (es hermano gemelo del jefe de la oficina Económica Económica, Álvaro Nadal y del grupo de Soraya Sáenz de Santamaría), Soria lo aceptó sin problemas: el asunto del déficit era tan espinoso, que hacía falta alguien con los mejores anclajes políticos.

Defensor a ultranza de las exploraciones petrolíferas y de la energía nuclear (sirvió en bandeja la reapertura de Garoña y, en otro orden de cosas, rescató el almacén de gas Castor propiedad de ACS), José Manuel Soria mostró enseguida su perfil más antirrenovable y antiminería del carbón (esto le granjeó las críticas del Gobierno de Castilla y León) al admitir los fuertes recortes de ingresos a estas tecnologías diseñados por Nadal.

En un asunto tan endiabladamente técnico, el ministro canario, gran incontinente verbal, no perdonó jamás una declaración, una entrevista, una comparecencia, sin empacho en errar, con o sin intención, algo que sorprendió frente a la prudencia o incluso el pánico de sus antecesores en Industria a hablar de asuntos eléctricos. Suya es la letanía (falsa, claramente) de que “la luz ha bajado” durante la última legislatura. El ministro balbuciente “podía decir algo y lo contrario varias veces en un día”, ironizaban sus críticos..

No obstante, Soria, que ya en los últimos tiempos aspiró abiertamente a sustituir a María Dolores de Cospedal en la secretaría general del PP, nunca figuró entre los ministros peor valorados. Nada meritorio, pues esa ha sido la tónica habitual en las encuestas para los ministros de Industria, poco reconocidos entre la opinión pública ni para bien ni para mal.

Sea como fuere, si es verdad que Soria aspiraba a ocupar este cargo en su partido, la puerta se le ha cerrado definitivamente. Ya tenía cerradas cualquier otra giratoria con acceso a las grandes empresas: las eléctricas de Unesa no le perdonan la reforma; las petroleras, su obsesión con los márgenes de la gasolina y, en el caso concreto de Repsol, sus malas relaciones derivadas, entre otros, del desastre de las prospecciones y su papel en el conflicto de YPF, se enconaron hace tiempo. Sin citar, por evidente, el escaso cariño que le profesan las energías verdes. Una enemistad que podría interpretarse como algo positivo tratándose del ministro de las empresas, a cuyas garras no sucumbió. Pero su gestión tampoco ha favorecido a los consumidores.

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Sobre la firma

Carmen Monforte
Es redactora de Energía de Cinco Días, donde ocupó también los cargos de jefa de Especiales y Empresas. Previamente, trabajó como redactora de temas económicos en la delegación de El Periódico de Cataluña en Madrid, el Grupo Nuevo Lunes y la revista Mercado.

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