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Columna
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Unas perspectivas a cuadros

Una oferta por Burberry no cuadraría económicamente. El fabricante de gabardinas es objeto de rumores de adquisición tras algunos movimientos misteriosos entre su base de inversores. Pero una etiqueta con un precio potencial de 8.000 millones libras (unos 10.300 millones de euros) sería extravagante. La acción no es barata, los costes ya se han reducido y no está claro que un nuevo propietario pueda hacer mucho más para detener la desaceleración que están registrando sus ventas.

Incluso sin ningún tipo de prima en la oferta sobre su valor de empresa de 6.500 millones libras, Burberry sería una compra valiente. Se prevé que gane 472 millones de libras de beneficio operativo en 2019 en base a las estimaciones de Eikon, 363 millones de libras después de impuestos. Eso daría al comprador una rentabilidad sobre fondos propios de solo el 5,6%.

El truco sería conseguir una rentabilidad de alrededor del 9% –que es el coste de capital de Burberry, según Morningstar–. ¿Pero cómo? Una forma sería mejorar las ventas. El crecimiento subyacente de los ingresos fue del 1% en el tercer trimestre de 2015. En el mismo período de 2013, la cifra fue del 12%. Sin embargo, Burberry tiene ventaja en las ventas online y logra una gran expectación en torno a sus desfiles de moda. Un nuevo propietario se encontraría con problemas para hacerlo mucho mejor con la demanda asiática de capa caída.

La otra opción sería incrementar el margen de beneficio operativo de Burberry, que cayó al 16,3% en 2015, desde cerca del 18% dos años antes. Eso se debe en parte a que Burberry se orienta hacia la ropa en vez de hacia los bolsos. Y el alcance de un recorte de costes es limitado. La gestión recortó recientemente los costes y las pagas en función del rendimiento en 55 millones de libras.

A diferencia de Hermès, Kering o LVMH, Burberry carece de un gran accionista de protección –por lo que si llega una oferta generosa, podría ser difícil rechazarla–. Pero incluso un cazador de trofeos tendría problemas para explicar el movimiento como algo más que una extravagancia.

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