El mejor ron del mundo se añeja entre lagos y volcanes
La firma cultiva su propia caña de azúcar Las cenizas del volcán cubren las cajas y botas en las que el destilado reposa
Guatemala no es el más popular de los países de Centroamérica. Tampoco el que goza de mejor proyección turística. Pero su singular situación geográfica –bañado por el Pacífico y con salida al Caribe, sembrado de praderas al sur y coronado al norte por la selva de los mayas, atravesado de este a oeste por dos altas cordilleras con sus valles, volcanes y lagos– hace que este pequeño país cuente con más de 300 microclimas distintos. Y de esa riqueza se nutre Zacapa, incluida por los críticos entre las mejores marcas de ron del mundo.
La historia del ron más internacional de Guatemala nace en las tierras bajas, donde la firma cultiva su propia caña de azúcar. Lo primero es lavarla y cortarla para luego extraer su jugo hasta obtener la miel virgen de caña (no confundir con la melaza, empleada por algunas destilerías: en este caso se trata de lo que queda de la caña tras extraerle el azúcar). Tras fermentarla y destilarla, esta preciada materia prima viaja entonces de la costa a la montaña. Concretamente a Quezaltenango, a unos 20 kilómetros del lago Atitlán, cuyos volcanes exhalan bocanadas de lava con regularidad, y a otros 170 kilómetros de La Antigua.
Este traslado no es por capricho. El brebaje se deja añejar en “la casa por encima de las nubes”, bautizada así por el aspecto del cielo que se encontrará el visitante en ese entorno, a 2.300 metros de altura. Allá arriba es mejor llevarse una chaqueta. El lugar se escogió por su fresca temperatura y por su aire, menos denso que en las zonas bajas. Para Lorena Vázquez, la master blender de Zacapa, la única mujer responsable de la mezcla final de una gran destilería, asegura que solo en ese lugar se puede obtener el aroma profundo y el color intenso que caracteriza los rones de Zacapa.
Arranca entonces el complejo proceso de envejecimiento, que sigue el sistema de solera. El brebaje pasará primero por barricas de roble blanco que antes añejaron güisqui americano. Después se alojará en barricas de roble americano ligeramente quemado, que le aporta aromas de bourbon. En una tercera etapa comparte sabores con las que añejaron vino de jerez y, por último, se introduce el ron en botas que previamente envasaron Pedro Ximénez. El proceso de elaboración, pues, no tiene nada que envidiarle al más selecto güisqui escocés.
La gran preocupación de Vázquez es decidir cuándo debe el destilado superar cada uno de estos estadios, guardar las proporciones, equilibrar los sabores... “Tengo hijos y nietos. Yo siempre les digo que, además, tengo a Zacapa, a quien le he dedicado tantos años y cariño como al resto”, comenta entre risas la maestra mezcladora.
El comentario es acertado, ya que la marca, la única ronera incluida por The World Luxury Association entre las 100 mejores enseñas, comercializa su producto en dos versiones. La más conocida es la botella Ron Zacapa Centenario de 23 años. Para los más exigentes, la firma vende también la versión XO, de 26 años. Estos artículos premium han conseguido gran visibilidad internacional gracias a la asociación de la compañía local Industrias Licoreras de Guatemala con el gigante Diageo, que ha aportado su músculo en la distribución.
Lo que poca gente sabe al degustar un vaso de este licor es que la ceniza volcánica cubre las cajas y botas en las que se deja reposar la bebida. El mejor ron del mundo lleva el sello de los volcanes Cerro Quemado y Siete Orejas. Y contra eso, el güisqui nada tiene que hacer.