“Partió en son de guerra...” (y II)
En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los mismos].
Heráclito
Citado erróneamente, debido a una obra de Platón, como «Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río» Heraclito nos advierte del paso del tiempo como variable fundamental de la vida. El fluir del tiempo no se puede parar. Todo nace y todo muere. Perpetuar el presente o traer el futuro al presente no son más que trabajos inútiles.
La filosofía de Heráclito se basa en la tesis del flujo universal de los seres: «Panta rei» (πάντα ρεῖ), todo fluye. El devenir está animado por el conflicto: «La guerra (pólemos) es el padre de todas las cosas», una contienda que es al mismo tiempo armonía (no en el sentido pita´gorico que vimos la pasada semana como una relación numérica) y el de un ajuste de fuerzas contrapuestas, como las que mantienen tensa la cuerda de un arco.
Los dos pilares de la filosofía de Heráclito es el devenir perpetuo y la lucha de opuestos y la doctrina del eterno retorno: la transformación universal tiene dos etapas que se suceden cíclicamente: una descendente por contracción o condensación, y otra ascendente por dilatación.
El mayor de los hybris es la creencia de que el hombre domina el tiempo. Verdadera naturaleza de la vida humana. El tiempo es la materia prima con la que esta hecho la vida. El fluir del tiempo es una variable que el hombre nunca dominará. Presente, pasado y futuro conforman el espectro de actuación del hombre. Alterarlo esta fuera de nuestro alcance y la soberbia intelectual de trastocarlo siempre acaba en tragedia
En Macbeth, aparte de la idea de que trata de la ambición de poder del hombre, siempre he pensado que subyace la creencia de que se puede traer el futuro a hoy sin alterar la vida. Siempre me he preguntado si Macbeth hubiera aceptado el ritmo del tiempo (no hubiera asesinado al rey Duncan) no nos hubieramos encontrado ante un mágnifico gobernante. La escena de las brujas en la que Macbeth descubre que la pasado, el futuro cercano (casi presente) se cumplen le lleva a pensar que el futuro (será rey de Escocia) puede alterarlo asesinando al rey actual. Esperar el tiempo adecuado para las cosas es vivir en salud.
Por el contrario, la creencia en la inmortalidad ya sea en la personal o de los sistemas, sociedades, imperios o modelos es un mal igual de dañino y que afecta a todos. Dejar pasar, dejar morir, es vital para no crear una agonía inútil que transforme en infierno, la tierra. Pensar que se puede alterar los ciclos con remedios caseros es de ua soberbia que merece un castigo.
Las imagenes de una Alemania destruida por la creencia arbitraria de un "Reich de mil años" deberia hacernos reflexionar.
Amanda Roocroft, soprano
Simon Rattle (director)
Orquesta Filarmónica de la Ciudad de Birmingham
Imágenes de la serie documental de la BBC "Leaving Home" sobre la música del siglo XX.
Las Cuatro últimas canciones (Vier letzte Lieder) para soprano y orquesta fue la última obra de Richard Strauss, quien las compuso en 1948, a la edad de 84 años. El compositor no vivió para escucharlas “en vivo” ya que moría en la localidad bávara de Garmisch Partenkirchen el 8 de septiembre de 1949 y su estreno tuvo lugar en Londres nueve meses más tarde, el 22 de mayo de 1950 en el Royal Albert Hall a cargo de la soprano noruega Kirsten Flagstad y la Orquesta Philharmonia, dirigida por Wilhelm Furtwängler.
Kirsten Flagstad, soprano
Wilhelm Furtwängler (director)
Philharmonia Orchestra
Retransmisión radiofónica del estreno mundial en el Royal Albert Hall (Londres) el 22 de mayo del 1950.
La cuarta de las canciones “Im Abendrot” (En el Ocaso) fue la primera de las cuatro que compuso con letra de un poema de Joseph von Eichendorff. Las otras tres canciones tienen letra de poemas de Herman Hesse. Compuestas todas ellas de manera separada y sin intención de convertirse en un ciclo propiamente dicho, fue el editor londinense de Richard Strauss, Ernst Roth, quien consideró que la canción “Im Abendrot” era el complemento adecuado para las canciones sobre los poemas de Hesse y las reunió a las cuatro con el título que se las conoce ahora: “Vier letzte Lieder” (Cuatro últimas canciones).
Hace una semana hablabamos de Richard Strauss como el anuncio del principio de algo nuevo (el poema sinfónico "Asi hablaba Zaratistra") ahora debemos habla de justamente lo contrario: una obra de Richard Strauss como el final de algo.
La idea de inmortalidad es antinatural. Aceptar la muerte de una etapa se vital para dar paso a lo nuevo y regenerador de una manera que cause el menor daño posible.Todo lo que tiene un principio tiene irremediablemente un final. Nada dura, el final de un sistema/modelo es necesario para dar paso a lo nuevo. Dolor inutil, parar lo inevitable.