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Otro día negro (y llevamos varios)

"Creo que estamos en una grande, gorda y jugosa burbuja"

Donald Trump (candidato presidencial republicano) en el programa "Power Lunch" de la CNBC el 8 de febrero de 2016.

Los mercados bursátiles se desplomaron ayer ante el temor de que se produzca una nueva recesión de la economía mundial. Los mercados no acaban de encontrar la estabilidad en medio de datos económicos que no parecen apuntar en la dirección que hace apenas un mes se consideraba la más probable: una desaceleración de la actividad en los países emergentes y un contagio leve a los países industriales y circunscrito única pura y exclusivamente al sector manufacturero. Contar con un precio del petróleo a la baja se veía como una garantía de que fomentaría el consumo interno y aislaría a los países industrializados de la carnicería que se observaba en los países emergentes (los pobres, utilizando la frase o latiguillo de moda: "habían vivido por encima de sus posibilidades").

La evidencia parece ser otra.

Como toda tragedia, la jornada empezaba con ligeras ganancias y prometía a priori una sesión tranquila debido en parte a las escasas referencias, era día festivo en China (celebración del "Nuevo Año Lunar") y no había datos económicos de calibre. Sin embargo, el "espejismo" pronto se desvaneció. Nuevas presiones a la baja del precio del petróleo, los problemas de la banca alemana, griega e italiana y el deterioro en el índice Sentix de confianza de los inversores (cayó a 6 desde 9,8 en enero cuando se esperaba 7) hicieron que todo "se diera la vuelta". Los principales índices europeos cerraron con recortes de entre el 3,0%-4,5%.

El Eurostoxx cedió un 3,27% hasta los 2.785,17 puntos, mientras que el DAX alemán lo hizo en un 3,3% a los 8.979,36 puntos, con lo que se situó, por primera vez desde octubre de 2014, por debajo de los 9.000 puntos. Las acciones del Deutsche Bank y el Commerzbanck se desplomaron un 9,5 % al cierre de la jornada. El temor a que se reduzcan los créditos disponibles y se declaren posibles quiebras tensaron otros valores del sector en toda Europa (especialmente de Italia y Alemania).

La tendencia de caídas generalizadas también se observó en el IBEX-35 que se desplomó un 4,4 % en lo que hay que calificar como su peor jornada desde agosto y cerró en 8.122 puntos, su nivel más bajo desde julio de 2013. La peor bolsa continental fue la de Grecia, que cedió casi un 8,0% y donde, explícitamente, se hablaba de un "lunes negro". En los inversores del país influyó el recrudecimiento de la crisis de refugiados (por Grecia ingresan la mayoría de los inmigrantes que luego viajan hacia los países del norte) y un posible fracaso de las conversaciones entre Grecia y sus acreedores.

Por la tarde en los EEUU las cosas no fueron mejor aunque las pérdidas fueron mucho más moderadas que en Europa: el índice Dow Jones cedió un 1,09%, hasta 16.027 puntos, el S&P 500 bajó un 1,41%, hasta 1.853 puntos y el Nasdaq recortó un 1,82%, hasta 4.283 puntos.

Esta madrugada, el Nikkei bajó un 5,40% hasta los 16.085,44 puntos, arrastrado por las bolsas occidentales.

Las expectativas de subidas de tipos en los EEUU se desvanecen y (tiempo al tiempo) se empezará a hablar de una Reserva Federal que se suma al resto de bancos centrales entrando en el inexplorado terreno de los tipos de interés negativos. De momento, y como siempre que nos encontramos en estas situación, los mercados esperan a "más de lo mismo" y de los último actores en la confianza de que "esta vez funcionará".

No se preocupen, Draghi (aunque no sirva para nada) en marzo le dará a los mercados lo que piden. Pero como no hay penitencia sin castigo, ello exacerbará la guerra de divisas aumentando las posibilidades (ya de por si altas) de una nueva devaluación del yuan chino, el yen japonés y que, a la vez, engordará aún más la burbuja del dólar, verdadero cáncer para la liquidez global en los mercados financieros.

Y vuelta a empezar, en una táctica que evidencia que las soluciones acordadas tras la crisis del 2007 no funcionaron (y no funcionan) ya que uno de sus acuerdos principales, evitar una guerra de divisas, es la única solución "a la desesperada" que ahora se practica.

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