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Álvarez & Marsal revela que la rentabilidad bruta de la empresa es un 10% de media

El plan de Abengoa se tambalea por unos márgenes reducidos a la mitad

Sede de Abengoa en Palmas Altas, Sevilla.
Sede de Abengoa en Palmas Altas, Sevilla.MARCELO DEL POZO (REUTERS)

El horizonte de Abengoa se tiñe cada vez más oscuro. El grupo de ingeniería afronta esta semana un nuevo bis a bis con bancos y bonistas que se antoja de antemano complicado. La empresa se dará cita esta tarde con los bancos del G7 –Santander, CaixaBank, Bankia, Popular, Sabadell, HSBC y Crédit Agricole– y los bonistas para intentar taponar sus dos frentes: una línea de liquidez para afrontar el pago de las nóminas de febrero y marzo y la presentación de una hoja de ruta financiera que lleva demorando desde el pasado 18 de enero. Esta debía acompañar al plan industrial que dio a conocer la semana pasada a los acreedores.

La reunión de hoy está precedida por malas noticias de Álvarez & Marsal, el asesor que se encarga de elaborar el plan de rescate de Abengoa. En una reunión de todos los implicados, desveló que el margen del beneficio de explotación –la parte de las ventas que logra transformar en ebitda– es de poco más del 10%, frente al 20% histórico que hasta el momento había defendido la compañía. Esta novedad ponen en riesgo la clave de bóveda de todo el plan de salvamento, según una parte de los acreedores. Fuentes cercanas a la compañía explican que la rentabilidad futura de los proyectos de terceros será de entre el 8% y del 10% y que la de los integrados rondará el 20%, pero defienden la veracidad de los márgenes históricos. 

Las tripas de Abengoa también desvelan que la empresa ha utilizado como capital para poner en marcha nuevos proyectos líneas de liquidez de otros negocios y circulante. Una práctica aceptada pero que la empresa se ha comprometido a no volver a utilizar.

Como contrapartida para mejorar la generación de caja –el gran problema de la empresa de los últimos años–, José Domínguez Abascal, presidente de la multinacional desde el preconcurso, se ha comprometido a reducir los gastos generales a la mitad, desde los más de 500 millones del presente ejercicio, hasta situarlos en el entorno de los 250 el próximo año. Quedarían por tanto en el 5% de las ventas previstas una vez realizadas las desinversiones, que esperan dejar la facturación en el entorno de los 5.000 millones, un 33% menos que en 2014. En ese ejercicio, los gastos ascendieron a 745 millones de euros.

Otro problema está en las desinversiones. El plan de Abengoa contempla deshacerse de activos para lograr 1.500 millones de euros limpios, entre los que destacan las plantas de bionergía, por las que espera obtener unos 1.000 millones. Pero apenas se ha avanzado en este punto –a excepción de algunos activos inmobiliarios y de una planta de energía solar en Abu Dabi– por el riesgo a que las eventuales ventas se invaliden si la compañía entra en concurso de acreedores. El juez podría echar por tierra todas las decisiones tomadas en esta fase del proceso.

El efecto colateral es que Abengoa necesita alrededor de 100 millones de euros nuevos cada mes para seguir en pie, y los bancos del G7 se cierra en banda en este contexto a aportar más dinero.

Ni siquiera los hasta 165 millones que los bonistas estaban dispuestos a inyectar están asegurados. La clave está en que los dueños de la deuda cotizada liderados por Houlihan Lokey –que cuentan con más de 1.500 millones de euros de nominal de un total de 3.600– exigen una parte de las garantías por el 25,5% de Yield que tienen los bancos del G7 por sus últimos créditos por 230 millones de euros. Las entidades financieras se niegan a liberar parte de ese porcentaje hasta que no exista un pacto sobre la nueva estructura financiera del grupo.

Los acreedores conocen solo el deseo de la compañía de reducir la deuda corporativa desde los 9.000 millones a entre 3.000 y 4.000 millones. Los retrasos producen que un acuerdo antes del 28 de marzo, fecha en que el concurso será automático, sea complicado. Y es que, para que pacto sea efectivo, debería ser aceptado por acreedores cuyos créditos representen al menos tres quintas partes del pasivo y por al menos el 75% del pasivo en manos de la banca.

Precisa de 2.500 millones en avales hasta 2020

En caso de que Abengoa logre superar el preconcurso y alcanzar un acuerdo con sus acreedores precisará de toda una artillería de avales financieros y líneas de circulante, entre ellos los contratos de confirming, para mantener en funcionamiento todos los proyectos que sean salvables en los distintos países en los que está presente, unos 80 en total.

Solo para 2016 el plan propuesto por la empresa cifra en unos 500 millones de euros las necesidades de aval, una cuantía que llegaría a unos 2.500 millones hasta 2020.

La hoja de ruta diseñada por la empresa presidida por José Domínguez Abascal pasa por unas desinversiones por las que espera lograr unos 1.500 millones y que confía que se vayan materializando lo antes posible. Algo que podría no ser así ante el temor a que un concurso de acreedores tenga efectos retroactivos en cualquier venta, lo que dilataría cualquier operación como mínimo hasta finales de marzo. Así por el momento no se han ejecutado ventas de activos más allá de la participación del 50% que ostentaba de una joint venture en Abu Dabi, por unos 30 millones, y no se espera que se cierre ningún acuerdo durante este año a pesar de que las negociaciones que se mantienen abiertas. Entre los activos que están a la venta está el área de biocombustibles, con un valor en libros de unos 2.500 millones que se pueden traducir en una entrada de caja de unos 1.000 millones, y varios inmuebles, como su sede histórica en Sevilla.

El plan de Abengoa pasa además por una capitalización de deuda por parte de bancos y bonistas, lo que extinguiría la presencia de los actuales accionistas de Abengoa, entre ellos la familia Benjumea. La compañía quiere además una quita mínimo del 60% pero la cifra podría ser superior. El porcentaje de partida podría situarse ya en un mínimo del 70%, que se podría reducir siempre y cuando se logre algún acuerdo con los proveedores, algo que por el momento no se baraja por parte de Abengoa.Los bancos no quieren recorte, de entrada, en el valor de los créditos, sino capitalizar toda la deuda posible. Sería en su posterior venta cuando asumirían las pérdidas.

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