Los dibujos de Sabina, en una edición de lujo
“Tenía que estar mudo, como los frailes benedictinos que no hablan, así tenía que estar”
Arranca el almuerzo con un chupito de tequila. Joaquín Sabina (Úbeda, Jaén, 66 años) tiene mucho que celebrar: se recupera de una delicada operación de estómago y la editorial Artika acaba de publicar el libro Garagatos, una edición limitada que descubre la faceta como dibujante del cantautor. “No sé dibujar, lo único que he hecho ha sido sacar fuera la tensión de entre concierto y concierto”, reconoció ayer durante la presentación en Madrid de la citada obra, un estuche de madera, realizada por ebanistas artesanos, que reproduce, con bisagra incluida, la puerta de la habitación del artista, pintada por él mismo, que simboliza la entrada a su mundo más íntimo y personal.
Dentro, dos volumenes de gran formato, en los que el equipo editorial ha estado trabajando durante dos años. Uno de ellos es un libro de arte que reúne 66 dibujos facsimilares, acompañados de textos manuscritos por el mismo Sabina, y un desplegable de casi tres metros de largo con 74 retratos. Esta está dividida en cinco capítulos, que recorren los grandes temas que han marcado su vida y su obra, como el imaginario religioso, sus mitos, las mil caras de sus noches, sus princesas o el erotismo.
El segundo volumen repasa el universo creativo del artista a través de la mirada de otros autores, como Luis García Montero, Felipe Benitez Reyes o el director artístico del Museo Thyssen, Guillermo Solana. Este último analiza las influencias, los arquetipos y clichés que nutren los dibujos del cantante, donde hay rasgos de Picasso, Velázquez, Matisse, Zurbarán o Barceló. “Siempre he pensado que soy un impostor. Me metí en la música cuando era algo que no había soñado, y eso hace que no lo disfrute como debiera. Por eso me puse un bombín, para que no se confundiera con el otro personaje real”, señaló Sabina. Y confiesa que Garagatos es ante todo un regalo que la editorial le ha hecho a él. “Me da vergüenza meterme en una colección en la que están grandes artistas, como Jaume Plensa o Barceló, pero es un capricho para mis hijas, que piensan que soy mal cantante, y ahora quiero que piensen que soy buen dibujante”.
Su primer contacto con la pintura fue a los 14 años de edad, época en la que pintó sus primeros óleos, que abandonó por la música y la poesía. Hace cinco años, coincidiendo con una gira que realizó con Joan Manuel Serrat, volvió a darle a los lápices de colores por una cuestión de salud. Entre concierto y concierto, debía cuidar su voz. “Tenía que estar mudo, mudo, como los frailes benedictinos que no hablan, así tenía que estar”. Y en este proceso fue cuando descubrió que “escribir una canción en una hoja en blanco exige mucho más que pintar”.
De esta manera sus cuadernos de dibujo, en total 50 con más de 2.000 bocetos, se convirtieron en sus compañeros de viaje durante las giras. De hecho, confiesa, que hace meses que no escribe un solo verso de canción, pero todos los días esboza cinco o seis dibujos.
Joaquín Sabina ha firmado de su puño y letra cada uno de los 4.998 ejemplares de esta exclusiva edición, y de la que solo quedan a la venta 3.700 unidades (las 1.200 restantes ya han sido reservadas), a un precio de 2.100 euros cada una. “Me ha dado un poco de cosilla que tenga este precio, del que me acabo de enterar, pero no le hago daño a nadie con este capricho”, explicó.