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Lo que espera a la economía con según qué Gobierno

Existe la mala costumbre de aseverar que la integración en la moneda única impone tales corsés a la política económica de sus miembros, que la discrecionalidad de los Gobiernos es escasa, y que las consecuencias para las sociedades vienen predeterminadas por las decisiones de Francfurt, Berlín y Bruselas. Yo no lo comparto, en absoluto: las políticas económicas serán bien diferentes en España según qué Gobierno se forme ahora, y las consecuencias para la economía y para la sociedad, también.

Las diferencias no serán de matices. No pueden serlo cuando las alternativas de Gobierno distan tanto como ser europeista o combatir la construcción europea: mientras que el PP, C's y PSOE comparten el proyecto europeo, Podemos y algunos de sus socios combaten el euro, la integración europea o sus instrumentos de defensa común, como la OTAN. Pero aún dando por bueno que los radicales y populistas de Podemos harían abstracción de sus postulados antieuropeos y profundamente revisionistas de la construcción europea (hasta Syriza ha mutado en Grecia, y los radicales de izquierda portugueses conviven con lo que denostan y censuran), una simple aplicación de sus políticas económicas supondría un vuelco en el modelo de libre mercado.

No hace falta que les cuente cómo están las cosas para formar gobierno nuevo. Parece que al PP no le salen las cuentas, y que sí podrían salirle al PSOE, aunque tuviese que contar con la sopa de letras nacionalista y la abstención activa de los independentistas a los que el PSOE dice combatir. Con este escenario de primera vuelta, todo parece indicar que habría un Gobierno de izquierda con respaldo radical, y cuya acción política está ya indicada en las propuestas parlamentarias presentadas tanto por el PSOE como por Podemos en el Parlamento, y que suponen una auténtica declaración de intenciones, una especie de síntesis programática.

Más allá de los riesgos que suponen comprometerse con los nacionalistas, las propuestas que hay sobre la mesa, más algunas otras que surgirán porque estaban en los programas, suponen un cambio radical en la política económica practicada en los últimos años y con la que, francamente, a España no le ha ido nada mal. No a todo el mundo, lógicamente, pero en conjunto, en síntesis, nada mal.

El PSOE no oculta que mantiene la derogación de la reforma laboral que ha sido uno de los puntales para crear 1.500 empleos diarios, lo que puede suponer que la máquina se ralentice primero, y se pare después. La confianza de inversores, empresarios y consumidores se construye con muchas variables, y los cambios laborales que han supuesto un abaratamiento del coste laboral es una de ellas, de las más importantes. Si desaparece, habrá menos motivos para mantener la confianza.

Además, el PSOE no oculta que pondrá en marcha varios programas que suponen un incremento nada despreciables del gasto social, que se incrementará más si se suma la intención de Podemos de aplicar su ley 25 de emergencia social. No es fácil cuantificar su coste. Pero nada por debajo de los 20.000 millones de euros en un par de años. El problema es cómo financiarlo.

Si tenemos en cuenta que Bruselas reclama un recorte de gasto de unos 10.000 millones de euros, que puede ser una cantidad inflada, y la alternativa es un incremento de 20.000, estamos hablando de unas diferencias de 30.000 millones de euros, que no encontraremos en el mercado, porque ni Bruselas ni el mercado permitirá de repente un repunte del déficit de 3 puntos completos sobre la senda marcada. La alternativa solo es una: subir, y no poco, los impuestos, cuando se había iniciado, al calor de la fortaleza de la demanda y del crecimiento y la ampliación de bases imponibles, una rebaja ligerísima.

Y eso no es bueno para la confianza, ni para el consumo, ni para la inversión ni para el empleo, porque los tipos de interés de una deuda que está en el 100% del PIB subirían notablemente, hasta hacerse infinanciables. Y las cuatro cosas las precisa la economía para salir plenamente de la crisis social en la que está en un país con una tasa de paro que aún sobrepasa el 20%. El mundo de los negocios no se da por enterado que que habrá, con muchas probabilidades, un Gobierno PSOE con Podemos. Pero ya hay inversiones que están a la espera de acontecimientos para desembarcar o no en España, y el proceso de freno del crecimiento será muy lento, porque la inercia de la economía es muy fuerte, y sigue amparada por un crudo muy barato.

El Estado en manos de un gobierno de izquierda de inspiración radical, con mucho peso parlamentario de postulados revisionistas de la economía de mercado, puede terminar otra vez cuestionado en los mercados, como ya estaba en 2011. Y su recomposición ulterior es muy complicada.

Hay otras opciones. Una, de un Gobierno del PP con respaldo parlamentario puntual de C's y PSOE, que supondría mantener las líneas básicas de la política económica hecha en estos años, pero corregidas. Las consecuencias no serían para la economía muy diferentes a las actuales, pues proporcionaría la estabilidad y continuidad que ha generado la recuperación de la economía hasta ahora.

Y la opción más estable, la que servidor ha mantenido desde el 20 de diciembre, es la vía alemana: una Gobierno de coalición PP y PSOE, con un programa unitario pactado previamente, y una duración lo más longeva posible. Ha funcionado en Alemania, y muy bien, y no tiene porqué no funcionar aquí. Tiene otra virtualidad política añadida que no hay que despreciar y que sería estratégica: desecharía el apoyo de los nacionalistas ahora y para siempre, pues desde que por una vez PP y PSOE pacten un Gobierno de coalición, sería la solución siempre que en el futuro se presente este mismo dilema.

Yo ya se que España es muy diversa. Hasta en mi pueblo somos muy diferentes. Pero los nacionalismos deben limitarse a gobernar en su provinciano territorio, con su muy provinciano y muy excluyente planteamiento político.

El PSOE decide. Su responsable de economía, el señor Sevilla tiene que pensar, y comunicar a Sánchez, con quién se pondrá antes de acuerdo: con Juan Carlos Monedero o con Luis de Guindos. Creo que no hay color: hay miopía e intereses personales.

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