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Tribuna
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Claves para triunfar que no explica la universidad

Thinkstock

Recientemente, un joven de 24 años con un expediente académico brillante, una doble licenciatura en Económicas y Derecho, me envió un mensaje contándome que al día siguiente tenía un assessment en una de las grandes multinacionales de gran consumo. Me preguntaba que cuál sería la mejor manera de comportarse.

Llevo muchos años trabajando en esto de las personas y aunque mejora poco a poco, muy poco a poco, tengo la sensación de que el problema de la desconexión entre las universidades, el cuerpo docente en general y las empresas sigue siendo enorme. Esta desconexión es mayor todavía entre aquellas universidades ancladas en modelos de gestión basados en el mérito de la investigación docente y no en el mérito de la experiencia.

Recuerdo, en mi época de universitario, por poner un ejemplo, la absoluta ausencia de asignaturas relacionadas con la microinformática (Excel, Word, etc.). En aquella época, saber Excel era una ventaja competitiva frente a otros candidatos o incluso frente a otros compañeros de trabajo. “Fulano es muy bueno, sabe mucho Excel”, se podía oír a los gerentes.

Hoy día, para los universitarios la microinformática ha pasado a un segundo plano, de hecho seguramente en sus casas tengan equipos más complejos y con mejores características que los que tendrán a disposición en sus empresas. Sin embargo, el problema no se ha superado, ya que sigue existiendo esa desconexión entre el mundo docente (universitario) y el mundo empresarial.

El mundo empresarial, como la microinformática, ha evolucionado a lo largo de estos años y competencias que hace 15 o 20 años no tenían un peso determinante en el horizonte del buen desempeño, hoy día se consideran cruciales, incluso imprescindibles para cualquier profesional. Estas son las competencias más ligadas la inteligencia emocional, las mal llamadas habilidades blandas o softskills. Sin embargo, las universidades siguen basando su CV en los aspectos más técnicos, olvidando en muchas ocasiones aquellas competencias que serán no solo la clave del éxito de sus alumnos, sino, además, lo que más buscan las empresas.

Estudios recientes demuestran que el CI (cociente intelectual) solo predice entre un 20%-25% del éxito profesional, quedando el otro 80%-75% a factores ajenos a la inteligencia lógico/matemática. La capacidad de trabajar en equipo, las técnicas de presentación, la resolución de conflictos, la influencia o las propias competencias básicas de la inteligencia emocional: autoconocimiento, autocontrol, motivación, empatía, y las destrezas sociales son aspectos prácticamente olvidados en el mundo académico y altamente demandados por parte de las empresas.

Les pondré un claro ejemplo que he visto en cientos de ocasiones. En el comienzo de la vida profesional, los reclutadores no disponen de muchos elementos de juicio para distinguir entre un recién licenciado u otro a la hora de cribar para seleccionar a sus jóvenes talentos.

Una de las técnicas más utilizadas son las dinámicas de grupo, o los assessment (baterías de pruebas que miden determinadas capacidades y aptitudes). El criterio de selección último, el que decide, lo que inclina la balanza de un lado o de otro, no son los resultados académicos, son las softskills. Las calificaciones, los idiomas, la parte más técnica es el primer filtro, es la condición necesaria, pero no suficiente.

Me pregunto entonces, ¿por qué sabiendo esto, en los 4/5 años de universidad no hay ningún tipo de preparación para enfrentarse a este reto?

Puedo asegurar que cualquier universidad que invierta tiempo en desarrollar este tipo de competencias estará dando a sus alumnos una ventaja competitiva con respecto a los demás. Por lo tanto, será una universidad con mayor demanda, tanto de formandos (clientes) como de empresas interesadas en contratar a sus alumnos (prestigio), entrando así en un círculo virtuoso.

Por cierto, déjenme que les cuente que aquel joven recién licenciado con un magnifico expediente académico fue finalmente descartado; claramente, Roma no se construyó en un día.

Victoriano González es ‘HR business partner’ de Pepsico Brasil

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