No basta solo con creer o prever.
No hubo, ni se esperaba, sorpresa: por primera vez después de casi una década, la Reserva Federal ha subido los tipos de interés en un cuarto de punto hasta el rango 0,25%-0,50%. Por primera vez desde el año 2007 un banco central del G-7 (si descontamos la fallida subida de tipos parte del BCE en el 2010) comienza a desactivar parte de las políticas ultra expansivas que se articularon para hacer frente a la "Gran Recesión". El famoso "tapering" de hace ahora casi dos años no fue más que un parar de hacer lo que se estaba haciendo: aumentar el balance del banco central para con ello comprar la basura financiera que nadie quería. No hacerlo hubiera provocado un aterrizaje en la realidad (las inversiones realizadas en los años previos nunca van a producir los réditos que se esperaban) y ello se quiere evitar a toda costa. El precio a pagar por esta fantasía no es barato y ninguna institución, por muy poderosa que aparente ser, podrá evitarlo.
No obstante y a pesar de todo el "bombo y platillo", la verdad es que un alza del 0,25% no supone un gran cambio, tiene un componente más bien simbólico. Fiel a este concepto la presidenta de la Reserva Federal comunicó su decisión haciendo énfasis en el optimismo económico con el evidente interés de que las bolsas acogieran la medida sin preocupaciones. Enfatizó que las alzas serían graduales y se implementarían suavemente, que mantendría el tamaño del balance de la entidad e hizo énfasis en que habría inflación y crecimiento en los próximos años de manera que la decisión estaba tomada en el momento correcto. Todo ello en un mero ejercicio infantil de creer que solo es necesario ser optimista para que las cosas vayan bien.
Rechazó así de plano no solo la teoría del estancamiento secular (que sostiene que estamos inmersos en una era de bajo crecimiento y baja inflación) sino también la evidencia económica de la desaceleración de buena parte de los países emergentes y en especial de China (el mayor contribuidor individual al crecimiento mundial) y las fuerte presiones a la baja de los precios de las materias primas y, en segunda derivada, del resto de precios internos que todo lo anterior conculca. Parece no querer reconocer que este es el precio a pagar por no haber buscado en su momento un ajuste que nos acerque a la realidad y ponga los cimientos de un crecimiento orgánico robusto.
Ahora ha llegado el momento de la verdad y las decisiones de la FED se van a poner a prueba en los próximos trimestres.
Yellen, aunque reiteró que estos movimientos en los tipos se realizarán muy lentamente, de manera que se pueda comprobar su impacto sobre la economía antes de proseguir, prevé hasta cuatro subidas a lo largo del próximo año. Sin embargo, se corre el riesgo de que un dólar fuerte y un empeoramiento de la economía y los mercados cuestionen este proceso. De momento ayer, la producción industrial cayó y situó en tasa negativa interanual del 1,7% por primera vez desde diciembre del 2009. Por mucho que se diga que el sector industrial no es importante para una economía como la americana, cada vez que la producción industrial ha tenido tasas de crecimiento interanual negativo ha habido una recesión.