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Tribuna
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Los beneficios de la gestión activa no se comprenden bien

La gestión activa se encuentra condenada cada vez más al olvido. Se suele citar a la evidencia empírica para demostrar que la rentabilidad que ofrecen la mayoría de los gestores activos es peor que la del mercado; que es difícil encontrar a aquellos que sean capaces de ser mejores; que los pocos que lo hacen, raramente son capaces de mantenerlo a lo largo del tiempo; y que incluso aquellos con un excelente historial a largo plazo, es muy complicado separar la habilidad de la buena suerte. Por ello, no resulta extraño que los ETF y los fondos indiciados estén captando activos con rapidez. Aun así, la gestión activa ofrece muchos beneficios a los inversores, que por regla general, apenas se conocen.

Parte de la crítica hacia la gestión activa se centra en la dificultad de superar a su índice de referencia y al coste tan alto en términos de comisiones que se asumen al intentarlo. Sin embargo, la rentabilidad de una inversión para la mayoría de los inversores depende de más parámetros que exclusivamente una selección de valores y batir a un índice. Los profesionales de la inversión intentan comprender los objetivos y la tolerancia al riesgo de los inversores. Se trasladan entonces a una política de inversión con unos objetivos de rentabilidad y riesgo, se define una filosofía y proceso de inversión, se seleccionan unas referencias de rentabilidad apropiadas, se determina una asignación de activos, se elige el método para seleccionar los valores que compondrán la cartera, y se monitorizará para su pertinente ajuste dependiendo de los resultados y las cambiantes circunstancias del inversor.

En otras palabras, existen muchas decisiones dentro de una gestión activa que determinan el resultado final de la inversión. No se trata solo de selección de valores. Deberíamos recordar que la rentabilidad de las inversiones suelen ser mediocres e inferiores a su potencial por no tener una regularidad en el ahorro y la inversión, por no ajustar el riesgo de sus inversiones a la capacidad natural de asunción de ese riesgo, por no diversificar suficientemente, por una inversión a destiempo (comprar alto y vender bajo) y por muchos otros errores comunes. La inversión pasiva no puede afrontar la mayoría de estos problemas. Al contrario, un buen asesoramiento en la inversión y unas decisiones de inversión activas se necesitan para mitigar las grandes amenazas al comportamiento de una inversión. La contribución de una gestión activa desde un punto de vista agregado es por lo tanto muy importante.

Los gestores activos buscan información relevante, la analizan para determinar el valor de sus potenciales inversiones y seleccionan los valores consecuentemente. En el proceso, ayudan a la fijación de precios con la información pública disponible y reflejan el riesgo esperado de la inversión. La asignación eficiente de capital en nuestra economía de mercado depende de este mecanismo. Además, la búsqueda activa de un retorno superior ayuda a la obligación de imponer una disciplina al equipo directivo de las compañías en las que se invierte, a través de unas exigencias de su gobierno corporativo y de su relación con los accionistas. En comparación, los inversores pasivos se dejan llevar, pagando solo el coste marginal de su participación en el mercado como tomadores de precios, en vez de soportar el coste mayor que supone la formación de precios justos y apoyar el propósito económico real de los mercados financieros. La transferencia silenciosa resultante de riqueza y beneficios de los inversores activos a los pasivos permite a la gestión de inversiones pasivas cobrar menos comisiones por sus productos.

Mientras que la inversión pasiva puede tener mucho valor en el control de costes de la selección de valores, la selección activa puede conseguir unos beneficios mucho más intensos y generalizados para el inversor individual y su sociedad. La selección activa de inversiones es un catalizador de creación de valor en la economía real; protege a todos los inversores a través de una fijación de precios eficiente y de una provisión de liquidez al sistema; y ofrece el potencial de una mejor gestión del riesgo para los inversores individuales. En un enfoque amplio, una inversión activa, representada por infinidad de decisiones de inversión necesarias para conseguir una rentabilidad deseada, ayuda a los inversores a conseguir sus objetivos de inversión, como puede ser la seguridad en la jubilación. Riesgos importantes como una enfermedad pueden ser gestionados mucho más fácilmente. Todo esto no puede conseguirlo la gestión pasiva. Afortunadamente, la gestión activa incorporando unas soluciones de inversión más amplias ayudan a satisfacer unas necesidades cada vez más complejas del inversor actual.

No debería ser una exageración afirmar que la riqueza y el bienestar de los inversores y de nuestra sociedad dependen en buena medida del éxito de la gestión activa.

Nitin Mehta es Director General de CFA Institute para la región EMEA.

Luis Buceta es miembro del Consejo de CFA Spain.

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