La obra de 74 años de historia, en riesgo
Abengoa se enfrenta al futuro plagado de incógnitas después de los 74 años de historia que acarrea sobre sus espaldas. Los orígenes de la compañía de “soluciones tecnológicas innovadoras para el desarrollo sostenible en los sectores de energía y medio ambiente” se remontan a enero de 1941, cuando los ingenieros Javier Benjumea y José Manuel Abaurre fundaron en Sevilla –junto a sus amigos Gallego, Ortueta y Abaurre– la sociedad. Abengoa es un acrónimo de los cinco apellidos. Su primer objetivo era fabricar un contador monofásico, aunque los problemas de aprovisionamiento de España en ese momento impidieron el desarrollo del proyecto. No obstante, “debido a las oportunidades que comenzaron a surgir en la época”, Abengoa empezó en 1943 a elaborar proyectos y estudios técnicos, además de montajes eléctricos.
Hoy, Abengoa tiene presencia global y una plantilla de 24.306 empleados. En España, tiene cinco plantas de tecnología fotovoltaica –entre Sevilla y Jaén–, con una potencia instalada de 11,7 megavatios (MW). Además, dispone de siete proyectos de cogeneración, cuatro instalaciones de bioenergía y dos desaladoras. Fuera del país, cuenta con activos en operación valorados en 512 millones de euros. Estos proyectos, que corresponden a sus cuatro unidades de negocio, están repartidos entre Brasil, México, Argelia, Abu Dhabi, India y Ghana.
En junio de 2014 sacó al parqué del Nasdaq su filial Abengoa Yield. Una sociedad creada para obtener liquidez a su matriz al agrupar activos renovables y atraer a inversores para desarrollar nuevos proyectos. En noviembre de ese año la sevillana informó en sus cuentas de los nueve primeros meses de que, al margen de la deuda corporativa, tenía una “financiación sin recurso” de 7.181 millones, de los que 1.592 eran “sin recurso en proceso”. Cayó un 50% en Bolsa en dos días y se vio obligada a aclarar cómo se apuntaba la deuda para frenar la sangría.
La compañía anunció 194 millones de pérdidas en los nueve primeros meses de este año
La tranquilidad dura hasta mayo, cuando su hasta entonces consejero delegado, Manuel Sánchez Ortega, presenta su renuncia al cargo. Dos meses más tarde, tuvo lugar la primera reunión con analistas de su sustituto, Santiago Seage, quien tras no avanzar nada de los resultados del primer semestre vio cómo los seguros contra el impago de la deuda (CDS) a cinco años se disparaban hasta el entorno de los 1.500 puntos básicos, desde poco más de 1.300. La compañía decidió entonces unificar las garantías de su deuda para frenar la especulación y unos días después rebajaba a la mitad las previsiones de flujo de caja libre para este año hasta un rango de entre 600 y 800 millones, frente a los 1.400 millones estimados inicialmente.
Ampliación de capital
Abengoa puso en marcha entonces un plan de reducción de deuda y desinversiones, que complementó con el anuncio de una ampliación de capital por 650 millones de euros. Sus principales directivos emprendieron en agosto un road-show (presentaciones) ante bancos e inversores europeos, estadounidenses y de Oriente Medio. Sus acciones B –las que cotizan en el Ibex– cayeron entre el 20 de julio y el 20 agosto un 74%.
A la vuelta del verano anunció que había llegado a un acuerdo con Santander, HSBC y Crédit Agricole, que aseguraban 465 millones en acciones de clase B. Además, Inversión Corporativa –sociedad controlada por la familia Benjumea, accionista mayoritaria de Abengoa– y el fondo Waddell & Reed tenían previsto acudir a la operación con 120 y 65 millones de euros, respectivamente.
La firma sevillana, además, adoptó un nuevo plan de acción, aprobado en junta el pasado 10 de octubre, basado en la suspensión del dividendo y el recorte de inversiones hasta obtener un mejor rating para su deuda, desinversiones para obtener al menos 1.200 millones antes del cierre de 2016, la limitación al 40% de los derechos de voto de los Benjumea, una remodelación del consejo y el nombramiento de José Dominguez como nuevo presidente no ejecutivo, en sustitución de Felipe Benjumea.
Un mes más tarde, la compañía presentó unas pérdidas de 194 millones hasta septiembre por el saneamiento de su participación en la filial Yield, al 47%. Deloitte advirtió de problemas derivados de “los resultados negativos de las operaciones a cierre de septiembre”.
Diversos private equity, por su parte, mostraron interés en la compañía, pero Abengoa tenía otra opción: Gonvarri, filial de Gestamp. El fabricante de componentes de automóvil aportaría 350 millones en la ampliación de Abengoa, bajo la condición de que la banca diera a la sevillana hasta 1.500 millones de liquidez para estabilizar su situación financiera durante los próximos dos años. Finalmente, ante la negativa de las entidades financieras, Gonvarri descartó este miércoles entrar en el grupo de ingeniería y bioenergía, que ha acabado solicitando preconcurso de acreedores.