Un mercado altamente cualificado
España cuenta con un déficit muy serio y específico de trabajadores altamente cualificados. La demanda de este tipo de profesionales –especializados en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas– crecerá un 14% en toda Europa hasta 2020 y las previsiones apuntan a que la oferta no será suficiente para cubrir esas necesidades. Según un estudio de la consultora Randstad, en ese año en España faltarán alrededor de 1,9 millones de estos trabajadores.
La situación española en este sentido resulta especialmente paradójica. En nuestro país, el 42% de los ciudadanos entre 30 y 35 años cuenta con estudios superiores, una tasa que está por encima del objetivo promedio propuesto por la Unión Europea, que es del 40%. Sin embargo, esa alta proporción de titulados no constituye una garantía de que exista oferta suficiente de candidatos dotados de alta cualificación para cubrir las necesidades del mercado laboral. De los resultados del estudio de Randstad, se desprende que España, Italia y Polonia son los países europeos con mayores previsiones de déficit de talento en el horizonte que oscila entre 2020 y 2030. De no cambiar la situación actual, las empresas españolas necesitarán buscar en otros mercados los casi dos millones de empleados con habilidades hiperespecializadas que no encontrarán en España. Este escenario coexistirá con un mercado laboral que seguirá manteniendo altas tasas de desempleo respecto a otros perfiles de menor formación académica o con especializaciones con menos salidas profesionales.
La radiografía que dibujan estas cifras revela serias distorsiones entre la formación que ofrece el sistema educativo español y las necesidades de las empresas. Un desajuste que será mayor en los perfiles relacionados con las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, precisamente el núcleo de habilidades que conforman la denominada cultura del conocimiento y que constituyen la base de la digitalización de la economía. La solución a todo ello no es nueva y pasa por abordar una reforma profunda del sistema educativo español y hacerlo con la vista puesta en el mercado de trabajo y en las necesidades, en todos los niveles, que las empresas demandan. Ese reto, que España lleva postergando desde hace mucho tiempo, debe completarse con medidas que faciliten la movilidad internacional de la mano de obra y la posibilidad de importar talento. Todo ello constituye una apuesta profunda y decidida por la formación, que no puede ser dejada únicamente en manos de un Gobierno, sino que debe sustentarse en un gran pacto de Estado que incluya las fuerzas políticas, las instituciones educativas, las empresas, los agentes sociales y, por supuesto, la ciudadanía.