¿Afecta el nombre de pila a su carrera profesional?
La empresa Damenáme ayuda a los padres más indecisos a elegir el nombre de sus hijos Los apellidos con letras como la eñe dificultan el contacto con compañías extranjeras
Del mismo modo que el nombre de una empresa repercute en su trayectoria, el de pila de una persona puede llegar a influir en su futuro profesional. Sobre todo en estos momentos, en los que las redes sociales se han convertido en una herramienta trascendental para encontrar empleo y para posicionarse en el mercado laboral. Esta situación fue la que llevó a Sergio Ituero Ramírez y a su hermano, Raúl, a lanzar Damenáme, una empresa que, entre otras cosas, ayuda a los padres más indecisos a encontrar el nombre ideal para sus hijos.
La armonía entre este y los apellidos o la sonoridad que tiene el conjunto son unos de los factores que más estudian los dos hermanos en cada caso. “Buscamos las letras en común del apellido del padre y de la madre y elegimos un nombre que las contenga. Así hay fluidez”, explica Sergio. El proceso es sencillo. Tan solo hay que responder a un breve cuestionario de la página de la empresa, poner los apellidos de los progenitores y el sexo del bebé. Además de añadir cualquier preferencia. Así, a la petición de un nombre de niña que tuviese relación con Huelva, los hermanos Ituero propusieron el de Nora, como se llamaba una antigua ciudad tartesa. A la demanda de un nombre de chico, sencillo y fácil de pronunciar, propusieron el de Noel.
Los más comunes y su evolución
Los nombres han ido evolucionando con el paso de los años. Hoy, lo más probable es que los más comunes en una plantilla española sean Antonio y David para los hombres, y María del Carmen para las mujeres, los más habituales, respectivamente, en los años sesenta y setenta según los datos del Instituto Nacional de Estadística.
En la década de los 60, a Antonio le acompañaban Manuel y José; y a María del Carmen, María Dolores y María Pilar. En los setenta, a María del Carmen se le unieron María José y Ana María; y a David, Antonio y Francisco Javier.
En la siguiente década, David, Javier y Daniel fueron los nombres más comunes para ellos; y Laura, Cristina y María, los más frecuentes para ellas.
De aquí a unos años, las compañías tendrán en sus equipos a una mayoría de Hugos, Danieles y Pablos, y de Lucías, Marías y Paulas, los nombres más habituales entre los españoles nacidos en el año 2015, según los datos del INE.
Pero además de lo puramente estético y original, también hay otros factores, como el alcance que un nombre puede conseguir en internet y en las redes sociales. De hecho, tener apellidos poco convencionales repercute de tal forma en el posicionamiento en la red que los hermanos Ituero decidieron cambiar hace un tiempo el orden de los suyos. “Nuestro primer apellido era Ramírez, pero es tan frecuente que optamos por alternarlo con el segundo. Es mucho más fácil encontrar en internet a alguien que se apellida Ituero”, afirma Ituero.
Pero el nombre no solo es importante en el posicionamiento en la web. En un mundo cada vez más globalizado y en el que las plantillas de las compañías trabajan con empresas de todo el mundo, la capacidad de retención del nombre es un factor fundamental. “Indudablemente, es un elemento más de nuestra marca personal. Cuanto más fácil de recordar sea para las personas de otros países y otros idiomas, más notoriedad y popularidad tendremos”, explica José María Gasalla, profesor de comportamiento organizacional de Deusto Business School. “Funcionan muy bien los nombres vascos, ya que la mayoría no tienen traducción en otros idiomas y llaman más la atención, como por ejemplo Íker”, afirma.
Y para facilitar esta retención, una de las claves es utilizar nombres que las personas que hablan otras lenguas puedan pronunciar y entender fácilmente. “Muchas palabras del castellano provocan dificultades por la pronunciación de las jotas o las ges. Y esta realidad cobra más importancia cuando son nuestros apellidos los que contienen estas letras”, comenta Gasalla. “Ocurre lo mismo con aquellos apellidos que contienen la doble erre y la che, muy complicados para pronunciar", añade Ituero.
Sin embargo, pese a que estos nombres pueden suponer un inconveniente en el momento de pronunciarlos, se encuentran fácilmente en internet y en las redes sociales. El verdadero problema, como señala Gasalla, llega en el momento en el que contienen una letra que ni siquiera existe en otros alfabetos, “como la eñe. En estos casos, la capacidad de posicionamiento y alcance se reduce enormemente, porque ni siquiera está en los teclados de los ordenadores de otros países”, añade el profesor.
El mayor problema, tal y como explica Ituero, es que la inmensa mayoría de los padres y madres no tienen en cuenta todos estos aspectos en el momento de escoger el nombre de sus vástagos. “Sobre todo porque nadie tiene en mente a qué se dedicará su futuro hijo o si le convendrá llamarase de una manera u otra”. Al menos de momento, ya que, por ejemplo, sí se ha comenzado a tener en cuenta el factor psicológico de ciertos nombres. “Los niños pueden ser muy crueles, y eso también puede repercutir en el futuro de una persona”, recuerda.
Por eso mucha gente opta por cambiarlos más adelante, en su vida adulta. “No obstante, es importante que si recurrimos a un cambio de nombre, sea uno con el que nos sintamos cómodos. Ocurre como con la ropa, si nos sentimos extraños es contraproducente. Hay que estar familiarizado con el cambio y seguir siendo tú mismo”, recuerda Ituero.