Una deuda que no lastre la recuperación
El último boletín económico del Banco de España constata el “elevado dinamismo” del consumo privado en nuestro país durante el segundo trimestre del año. Tras la atonía que ha vivido el gasto de los hogares durante los ejercicios de la crisis, el consumo ha vuelto progresivamente a levantar la cabeza en España y sigue manteniéndose como un indicador al alza, alimentado por la buena marcha del empleo y por la progresiva reapertura del crédito. Tanto el índice de confianza de los consumidores como el del comercio minorista se hallan en máximos históricos, a lo que hay que sumar indicadores como el de matriculaciones de automóviles particulares –en los que se constata la influencia de la última edición del plan PIVE– y datos sobre la demanda de vivienda, que confirman que las familias españolas vuelven a disponer de renta disponible para consumir. La inversión en el sector industrial también ha seguido ganando peso, como indica la fortaleza de las entradas de pedidos en la industria durante el mes de mayo. Se constata así la reactivación de una demanda interna que se ha beneficiado de una conjunción de factores internos y externos capaces de crear un ecosistema óptimo, al menos de momento, para alimentar la recuperación.
Pese a ello, la economía española adolece de riesgos y soporta lastres y desequilibrios propios de un país que acaba de salir de una dura crisis económica. El informe del organismo que preside Luis María Linde advierte de la necesidad de continuar con el proceso de consolidación fiscal para aligerar el ratio de deuda pública que soporta nuestro país. Una deuda que ha pasado del 92% del PIB registrado en 2013 al 97,7% en 2014 y que –advierte el Banco de España– solo se mantendrá este año por debajo del límite psicológico del 100% si España completa con éxito el proceso de consolidación fiscal y cumple con el objetivo marcado por Bruselas para este ejercicio, que es del 4,2% del PIB.
La deuda pública española sigue creciendo y lo hace a un ritmo cuya explicación radica, principalmente, en los costes financieros que el sector público debe asumir para cubrir el lastre del déficit. Pese a que los costes de financiación de las adminstraciones se han reducido desde los momentos más oscuros de la crisis de deuda soberana, el elevado montante de la deuda constituye una barrera para el crecimiento, dado que resta capacidad de financiación al sector privado español en favor del público. Precisamente por ello resulta urgente reconducir cuanto antes la tasa de endeudamiento de España a niveles manejables. Un objetivo cuya consecución exige cumplir rigurosamente con los objetivos de déficit fiscal, así como acelerar y consolidar la velocidad de crucero de la recuperación económica.