“Una obra de arte no puede estar enclaustrada”
Sabe dónde tiene las más de 1.200 obras que atesora. La vida de la zaragozana Pilar Citoler está repartida entre su profesión de odontóloga y el arte, un enamoramiento que comenzó hace cuatro décadas. Vive rodeada de obras de arte, de las que no puede prescindir y que le acompañan incluso en la clínica en la que atiende a sus pacientes. “Pienso que desde pequeña, de una manera primitiva, empiezo a interesarme por el arte. A mi familia le interesada pero sin pasión. Y es cuando llego a Madrid a estudiar Estomatología hace 40 años, cuando empiezo a aficionarme, y eso que en aquella época no había museos como los de ahora, Matadero, CentroCentro, el Thyssen, el Reina Sofía, pero lo que había era suficiente como para despertar este interés por la cultura”. Recuerda que había pocas galerías en Madrid pero empieza a frecuentar las que ya existen, como la de Juana Mordó o la de Fernando Vijande, “todo un hito del arte contemporáneo en Madrid”.
Ser coleccionista, en su caso, no fue algo preconcebido, sino que ha sido fruto de la espontaneidad, “iba a las galerías y me hacía amiga de los artistas, empiezo a comprar por puro capricho, por placer”. De repente, un buen día se encontró que ya tenía 200 cuadros, y los pasillos de su casa empezaban a estrecharse. “Aquello ya comenzaba a ser una responsabilidad”, asegura esta espontánea mujer, que recuerda como si fuera hoy el momento en el que compró, a comienzo de los años 70, su primera obra, un cuadro de José Caballero, que ha tenido expuesta en el Instituto Aragonés de Arte Contemporáneo Pablo Serrano de Zaragoza, junto a 169 obras de 135 artistas como Picasso, Miró o Le Corbusier. Esta muestra, Circa XX, testimonio de la pasión de Citoler por el arte contemporáneo del siglo XX y principios del XXI, se exhibe ahora en el Ayuntamiento de Biarritz.
En las distintas paredes de la amplia clínica, donde atiende a sus pacientes, están los cercos de cuadros que ha descolgado para cederlos a varias exposiciones, como una obra de Begoña Zubero que se encuentra en la Academia Española de Roma. Su colección ha ido adquiriendo a lo largo de los años cierta categoría, en cuanto al número de obras y al género artístico, donde predomina el arte contemporáneo. En los comienzos le gustaba comprar a el grupo El Paso, de los que muestra un acrílico sobre papel de Luis Feito; al llamado grupo de Cuenca, con Fernando Zóbel y Gerardo Rueda; o a Concha Ibáñez, de la que enseña un dibujo en tinta de 1976.
Pilar Citoler colecciona arte de manera desinteresada, “no le he sacado provecho material, siempre lo he hecho por puro placer, porque sentía una gran atracción por el arte contemporáneo”. La mayoría de las obras las ha comprado a las galerías, de las que destaca el papel que juegan de intermediación entre el artista y el coleccionista. En cuanto a la formación, asegura que siempre ha sido autodidacta, no tiene asesores ni comisarios que le aconsejen. “Mi colección es elegida por mí, eso es lo más gratificante, porque no le veo la gracia a ir con asesor, y no me ha importado si un artista se revalorizaba o no”. Recuerda que la inversión más elevada que ha realizado ha sido de 100.000 euros por una pieza de la cotizada Cristina Iglesias.
“Me acuerdo de las obras que presto, y me cuesta desprenderme de ellas pero siempre he tenido claro que es absurdo que una pieza artística esté embalada y no se comparta con nadie”, explica. Hasta la fecha ha organizado 12 exposiciones institucionales, con ayuntamientos, diputaciones y universidades. Toda su obra la tiene catalogada, digitalizada con fichas técnicas. “El arte hay que mostrarlo, no enclaustrarlo”.
Aconseja a los recién iniciados que no tengan miedo, que sean osados, que comiencen por la obra gráfica, que es más asequible que acceder a técnicas más sofisticadas. Coleccionar arte es un estilo de vida, que proporciona grandes compensaciones, “y se es más feliz y más solidario, además de generar riqueza para el país”. Tiene intención de transmitir la colección a Patrimonio Cultural de Aragón, con el fin de que cumpla una función didáctica y social.