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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El penúltimo salto de competitividad exterior

Las exportaciones españolas de bienes y servicios están acumulando cifras récord en los últimos trimestres como consecuencia de la mejora de la posición competitiva de las empresas españolas y del repunte de la demanda en Europa y su consolidación en EE UU. Mes a mes, los saldos deficitarios de los intercambios comerciales se reducen y las estadísticas coquetean con un superávit que no se registra en términos anuales desde los primeros años de ingreso de España en la Unión Europea, allá por los años ochenta del siglo pasado.

De hecho, la coincidencia en el tiempo con un abaratamiento muy consistente y permanente de los precios de la energía que la economía española importa para funcionar ha llevado a las cuentas corrientes al superávit en los dos últimos años completos, que podrían ampliarse a este y los dos próximos ejercicios de mantenerse la proyección de las cuentas exteriores que manejan los analistas. Desde que abandonó su condición de país emergente, ya en los setenta, nunca ha acumulado un periodo tan largo de cuentas exteriores saneadas, aunque tampoco tal ciclo será suficiente para devolver las ratios de la posición internacional de inversión a los valores considerados gobernables. Hoy España tiene una deuda externa que se acerca al 100% del PIB, y no debería superar el 35% para estar a salvo de los siempre inesperados vaivenes de los mercados financieros.

Cómo ayer recordaba el secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz, en el Foro CincoDías, la economía vuela ya con dos potentes motores, mientras que ha estado haciéndolo con el impulso exclusivo de la demanda externa en los primeros trimestres de la recuperación. La demanda interna ha tomado un impulso muy fuerte con los estímulos proporcionados por el empleo, la bajada del crudo y el nuevo IRPF, y ha cebado la renta disponible, hasta el punto de colocar los indicadores de confianza del consumidor en máximos históricos.

Pero la economía española sigue pendiente de consolidar una transformación de su modelo de crecimiento que sea menos vulnerable a las crisis, tanto en producción como en empleo. Las ganancias de competitividad proporcionadas por la reducción de los costes laborales unitarios han abierto una vía de mejora muy considerable, y ha llevado la tasa de exportaciones hasta el 35% del PIB, con un impulso muy fuerte en el número y el tamaño de las empresas exportadoras. Pero no es suficiente. Aunque la sensibilidad de los agentes económicos ha cambiado y seguramente los avances en los costes se limitarán a aquellos que estén justificados por las ganancias de productividad de los factores de producción (entre ellos el empleo), debe mantenerse la vigilancia para asegurar cuotas superiores de ventas en el exterior. Y para ello hay que moverse cada día, porque los competidores también se mueven. El Ministerio de Economía considera que la base de empresas exportadoras debe elevarse desde las 150.000 actuales hasta las 300.000, con avances también en el volumen de sus ventas, de tal guisa que en el medio plazo España llegue a una tasa de exportación del 40% de su PIB (cinco puntos más que ahora), y que en el largo pueda destinar la mitad de su producción a la venta en el exterior.

Tales valores supondrían en sí mismos un cambio radical en el patrón de crecimiento. Pero para ello no basta con engordar el negocio de las empresas que ya están instaladas en el mercado, que también es imprescindible. Seguramente hay que ensanchar la actividad manufacturera hacia actividades nuevas, muchas de ellas relacionadas con las ya consolidadas, de tal manera que el peso de la industria dé un salto cualitativo importante que blinde a la economía de recesiones como la de los últimos años y de destrucciones de empleo del 20% de su masa asalariada. Lograrlo solo es posible con una decidida apuesta por sectores nuevos, en los que España tenga opciones por su posición formativa y tecnológica, con un salto en la internacionalización que coloque la marca España en los mercados más dinámicos del mundo, fundamentalmente los asiáticos, y que aproveche todas las sinergias que otorgue el nuevo Tratado de Libre Comercio con EE UU.

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