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Probamos un biplaza acrobático

Hay sensaciones más fuertes que saltar en paracaídas

Manuel G. Pascual

Tras unos segundos de desconcierto, en una caída libre el instinto nos avisa de que nos precipitamos hacia el suelo. Se dispara la adrenalina y se mezclan varias sensaciones, geniales o terroríficas según los gustos. La peculiaridad de tirarse en paracaídas es, precisamente, la certeza de que siempre se va hacia abajo.

Algunos detalles

MOVILIDAD. Comparar este biplaza con un avión convencional sería como hacerlo con un camión de alto tonelaje y una motocicleta. La sensación de movilidad es enorme. Tanto es así que en ocasiones es fácil olvidarse de que se está volando dentro de un aparato.

MANDOS. El copiloto también puede manejar la palanca y lo pedales. Corroboramos que su sensibilidad es alta.

CAJA DE ZAPATOS. Impresiona lo pequeña que es la cabina del aparato. Cuesta entrar y salir.

DESAFÍO A LA GRAVEDAD. Algunas de las piruetas acumulan varias G (1G equivale a la fuerza de la gravedad). Una de las agujas del cuadro de mandos marca cuántas se están soportando en cada momento. Es mejor no fijarse.

CAMPEÓN. Cástor Fantoba ganó su primer campeonato nacional en 2002. Deste entonces acumula cinco y un Campeonato de Europa. Y sí, él también lleva paracaídas.

POTENCIA. No hay que dejarse engañar por el tamaño del Extra 300 LP. Este biplaza tiene un motor de 300 caballos. Aunque el que usa Fantoba para competir, un Sukhoi 26M, tiene 400.

Todo lo contrario que en el vuelo acrobático. Arriba, abajo, a los lados, caída en picado... Las avionetas especiales que se emplean para las piruetas aéreas pueden hacer literalmente lo que quieran. Más todavía si se tiene la suerte de contar con un piloto como Cástor Fantoba, campeón de España y de Europa de esta disciplina.

El primer impacto de lo que se vivirá durante el vuelo llega al subirse al aeroplano. Las pequeñas dimensiones del aparato, en este caso un biplaza Extra 300 LP, dificultan su entrada y salida. Piloto y copiloto van tan encajados como si estuvieran en bólido de Fórmula 1. Eso y el hecho de que buena parte de la cabina sea acristalada multiplica la sensación de movilidad durante las maniobras. “Pilotar estos juguetitos es lo más parecido que hay a volar como Supermán”, asegura Fantoba.

Otro elemento diferencial de esta experiencia es la velocidad. En caída libre con paracaídas se alcanzan entre 180 y 250 km/h. Las aeronaves, en cambio, oscilan entre los 300 y los 400 km/h.

De la maestría del piloto dependerá el rendimiento que se le saque al vuelo. Pese a ser primerizos, Fantoba nos obsequia con un recorrido de nivel medio, bajo la advertencia de que “en el avión, quien mancha, limpia”. Tras despegar empieza con un vuelo invertido (con la cabeza apuntando al suelo). Luego vendrá un tonel (una vuelta sobre el eje de la nave) y un looping (pirueta completa en forma de espiral). Completa el recorrido con una caída en picado y un hammerhead (vuelo hacia arriba en línea recta, desconexión y caída en picado).

Llegamos a tierra sanos y salvos, añorando la tranquilidad de los saltos en paracaídas.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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