“Toda la vida he pagado el arte a plazos”
Se casó en 1959 con el arquitecto Jaime de Alvear Creó el Centro de Artes Visuales, en Cárceres
Helga de Alvear (Kirn/Nahe, Alemania, 1936) suele quitarle mérito a todo lo que hace, y que su galería sea una de las referencias en el mundo del arte contemporáneo es fruto de una vida dedicada al trabajo, y al hecho de que en su camino se cruzara el arquitecto Jaime de Alvear, con el que se casó en 1959. Otro de los encuentros que cambió su vida fue cuando en 1967 conoció a la galerista Juana Mordó, ese mismo año compró su primera obra de arte. Se trataba de un cuadro del pintor Fernando Zóbel. “Me costó 50.000 pesetas y lo fui pagando a plazos. Toda la vida he pagado así. Ya no tengo ese cuadro, lo regalé en una boda”, explica desde el despacho de su galería en la madrileña calle Doctor Fourquet. No podía sospechar que, a partir de ese momento, empezaría a dar rienda suelta a su pasión por el arte, frecuentando al grupo de Cuenca y de El Paso. “Mis hijas eran mayores y yo buscaba trabajo, me gustaba el arte y la música, mi otra pasión; y la vida siempre te va enfocando poco a poco”. En enero de 1980 entra trabajar en la galería Juana Mordó. Son años de aprendizaje, tanto en asuntos de gestión como en conocimiento del mundo artístico internacional. Cuando Juana Mordó muere en 1984, toma las riendas del negocio. “Me llevaba siempre con ella, y estando en Basilea, entré en una galería, donde había un cuadro de Morris Louis a preguntar por su precio. Me dijeron que costaba cien mil dólares. Me puse a llorar, podía pagarlo. Ahí comencé un vicio que no he podido parar”. Durante la siguiente década mantiene todo el legado de su mentora, hasta que en 1995 decide abrir su propia galería de más de 900 metros cuadrados.
Como coleccionista tuvo que buscar un lugar donde lucir las cerca de 3.000 obras que había reunido hasta 2006. Y creó el Centro de Artes Visuales, gestionado por la Fundación Helga de Alvear, en Cáceres, y cuya ampliación de otros 5.000 metros cuadrados, que albergará otras 3000 obras, estará finalizada en 2017.
Su faceta como coleccionista ha pasado por diversas fases, prestándole especial atención a la fotografía, el vídeo y la instalación. “Yo vivo austeramente, otros compran yates y yo cuadros, y los adquiero para que la gente los disfrute en Cáceres. Las obras no pertenecen a aquellos que las compran sino a los artistas”. Ahora le gusta vender y comprar fotografía. “Es una buena manera de iniciarse en el mundo del arte, sobre todo si la obra gráfica no tiene más de 75 copias. Es un gran regalo”.
Asegura que cuando ve una obra que le gusta le entra el impulso de comprar, y por más de 300.000 euros no compra nada. Entre las últimas obras adquiridas, hace dos años, recuerda dos Andy Warhool, o un dibujo de Louis Bourgeois, autora de Mamá, la enorme araña que forma parte de la colección permanente del Museo Guggenheim de Bilbao. Suelo comprar mucho a mis colegas, a Soledad Lorenzo, a Juana de Aizpuru...”. Y recuerda que no siempre se puede tener lo que quiere. “Una vez quería tener un Tàpies, que vendía Soledad Lorenzo, era impresionante, habíamos llegado a un acuerdo, pero la viuda se echó atrás. Hay que saber perder”.
Aconseja a futuros coleccionistas que se formen bien, que frecuenten los grandes museos que hay en España, “yo aprendí viendo, estudiando, hay que seguir el impulso del corazón y no tanto porque sea una inversión, quién solo hace inversiones porque es rentable me parece repugnante”. Reconoce que en su casa hay pocas obras, pero tiene en un lugar especial una de Richard Hamilton.