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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El buen momento de las casas de lujo

El colapso inmobiliario pasará a los libros de historia como una de las principales señas de identidad de la crisis iniciada en 2007, manifestada en diversas formas los últimos ocho años, y que, de no tropezar en alguna de las incertidumbres que acechan, se encamina definitivamente a su fin.

Cuando el viento sopla, unos pueden estar más protegidos que otros. Sin embargo, si la marea sube, lo hace para todos igual. Esta es una imagen gráfica del sector inmobiliario para explicar que, en los años duros de la crisis, la marea también se llevó por delante al cliente del mercado de alto standing. Es lo que ocurrió en el quinquenio 2008-2013, con un frenazo notable, y más en residencias que no están en lo más alto del ranking. Contra lo que pueda parecer, la razón no fue falta de capacidad para afrontar operaciones de envergadura, sino la ausencia de una de las claves de la inversión: la confianza.

En cuando se empezaron a despejar dudas sobre la realidad de la recuperación, el cliente en busca de casa de lujo volvió a la carrera. Los datos lo corroboran y las agencias especializadas aseguran haber completado el pasado año con aumentos de ventas superiores al 30%, que en casos llegan al 60%. Y los expertos coinciden en que este virtuoso desempeño ya tiene los motores acelerando. En su opinión, las transacciones han alcanzado velocidad de crucero, apoyadas en unos precios competitivos. De hecho, probablemente se trata del mejor momento para aquellos que estén pensando en comprar una vivienda de lujo, ya que casi todas las expectativas a corto y medio plazo son positivas.

Literatura publicitaria aparte, una residencia es de alto standing a partir de 700.000 euros –en algunas ciudades, baja al medio millón–, y debe estar en zona urbana prime, ya que no se consideran las propiedades rurales, que no están en el mismo mercado. La crisis económica llevó a la vivienda de lujo a la mitad de depreciación que el mercado global, pero la fortaleza de sus compradores hace que en este segmento los descuentos se acaben antes que en el mercado general. La mejora de las grandes economías de Europa, combinada con la sensación de que los precios ya habían tocado fondo sobradamente y la citada fortaleza del comprador dieron hace ya un par de años el banderazo a una nueva senda al alza.

Más confianza, mejor imagen de la economía española tras eludir el rescate, seguridad jurídica, buenas infraestructuras y servicios, tradicional atractivo de España por clima, hospitalidad y calidad de vida son ingredientes de un cóctel infalible para atraer compradores de alto poder adquisitivo. Y eso, además de las facilidades de carácter administrativo que se han puesto en marcha. Los inversores extranjeros, convencidos por los precios, también observan que pueden rentabilizar de inmediato la operación. Una razón más que ha empezado a animar también a los compradores nacionales, generalmente profesionales liberales o altos ejecutivos, hasta convertirse hoy en una demanda clave. El escenario de la vivienda de lujo dibuja ya un mercado activo, semejante al habitual de época de bonanza, aunque aún lejos de los récords de 2006 y 2007. Madrid y Barcelona viven un buen momento, con elevado número de transacciones, y los bancos lo animan con nueva financiación.

El peso del comprador internacional, un 50%, da idea del interés que despierta esta inversión, sobre todo en latinoamericanos (20%) y europeos (18%), por delante de asiáticos y árabes. En la costa, el mercado de zonas como Marbella o Mallorca se está abriendo a nuevas nacionalidades. La competitividad en precio y el estilo de vida son dos argumentos de peso. El primero con un recorrido temporal seguramente más corto que el segundo, pero ambos poderosos frente a otros países del entorno.

Lo cierto es que la oferta empieza a ser escasa en algunas zonas, en especial en el centro de las grandes urbes, donde las operaciones se están cerrando en plazos cada vez más cortos, lo que da alas a nuevos proyectos. Estos, además de desterrar errores pasados como la sobreexplotación urbanística, han de bregar ahora con las incertidumbres relacionadas con los recientes cambios políticos. Tal vez la única sombra que puede frenar al inversor es el temor a algún vuelco brusco. Una responsabilidad más para quienes, nuevos o no, ostentan el poder.

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