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Tribuna
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¡Es la economía colaborativa, estúpido!

Sin duda, las elecciones municipales y autonómicas del pasado 24 de mayo han supuesto una verdadera revolución de la política española y sus partidos tradicionales. No hay más que ver las reacciones de los dos partidos mayoritarios tradicionales, y sobre todo la del Partido Popular, para darse cuenta que sus casas están revueltas y que la inquietud, el nerviosismo y, esperemos, la reflexión se han instalado como nuevos inquilinos o, por lo menos, hasta las elecciones generales de finales de año.

Mucho se ha comentado ya sobre el error de cálculo de Rajoy de centrar el discurso, el programa y la campaña del PP en el crecimiento económico y la creación de puestos de trabajo, siguiendo, sin duda, las pautas de la ya histórica campaña de Bill Clinton en 1992, en la que le dijo a su rival, George Bush, “es la economía, estúpido”. Con esta famosa frase, Clinton conectó con lo que, a finales del siglo pasado, más preocupaba al americano medio, la economía, y en particular, su propia economía, y con lo que más esperaba de sus líderes, la adopción de políticas que le permitiesen trabajar y vivir mejor. Y ahí está, en mi opinión, una de las claves del error de cálculo de Rajoy en su campaña.

Hoy en día, en pleno siglo XXI, la tecnología digital avanza de forma vertiginosa y diariamente, ofreciendo a los ciudadanos nuevas formas de interactuar entre sí, intercambiar ideas, productos y servicios y, sobre todo, de generar riqueza y bienestar. Es lo que se llama la economía colaborativa.

A lo largo y ancho de esta legislatura hemos visto la aparición de nuevos modelos de negocio y de interacción comercial entre los ciudadanos, con plataformas digitales y aplicaciones móviles que permiten que los ciudadanos compartan alojamiento, comida, transporte urbano e interurbano, viajes, ocio, alquiler de espacio en maletas, transferencias de divisas, etcétera.

También hemos visto cómo a nuestros líderes estos nuevos modelos de interacción les han cogido desprevenido, sin saber reaccionar, amenazando con multar, cerrar e, incluso, encarcelar toda aquella persona o empresa ofreciendo o haciendo uso de los nuevos servicios y productos disponibles a través de las nuevas aplicaciones móviles y plataformas digitales.

Tal y como reza el portal de la economía colaborativa, Consumo Colaborativo, “la economía colaborativa no se limita a las plataformas para intercambios entre particulares. Está surgiendo un nuevo modelo de sociedad a través de prácticas que se basan en las redes sociales y comunidades contributivas”.

Sospecho que declaraciones como las del exalcalde de Barcelona, Xavier Trias, en agosto del año pasado, de que “se les caerá el pelo a los que hagan trampas con los pisos turísticos”, quedarán pronto para los anales de la historia. Esto se mueve y de forma vertiginosa.

Sin embargo, tampoco parece ser que los nuevos partidos emergentes, que supuestamente están conectados con esta nueva generación, estén muy por la labor. Declaraciones como las del secretario de Relaciones con la Sociedad Civil de Podemos, Rafael Moreno, del mes de marzo, en las que indica que “hacemos una apuesta por la protección de sectores estratégicos de nuestra economía, como el transporte, que garanticen unas condiciones dignas para sus trabajadores y que sirven para impulsar el consumo interno del país”, tampoco parecen apostar por el cambio y por ese nuevo modelo de sociedad, por el que sí abogan de forma más general en sus eslóganes y programa electoral.

En mi opinión, sectores estratégicos suena mucho a casta económica y política, y protegerlo suena mucho a lo que justamente los ciudadanos piden que se elimine, y que ellos mismos están consiguiendo con ese nuevo modelo de sociedad colaborativa, contributiva y disruptiva.

Por todo esto, sospecho que el que realmente pueda aspirar a ganar las próximas elecciones generales y con mayoría absoluta es el partido que sepa romper con los moldes, que dé el salto definitivo y decida no proteger a ningún sector frente a otro sino a poner las condiciones para que la innovación, la imaginación y el esfuerzo sigan floreciendo, y que responda a esa nueva demanda por parte de una mayoría de los ciudadanos. Es decir, el que tenga la valentía de decirles a sus contrincantes: “Es la economía colaborativa, estúpido”.

Sebastián Mariz es consultor en relaciones gubernamentales y socio fundador de Fipra España

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