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Rajoy debería sacar ya el Boezuca

Mariano Rajoy tiene que hacer uso de las herramientas que tiene en su mano, y de las que sus adversarios políticos carecen, para tratar de salvar las elecciones generales con solvencia, tras el revés del 24-M que ha abierto el escenario político tanto y de tal manera que nadie se atreve hoy a apostar qué pasará, quién será el presidente en 2016.

El escenario tras la batalla del 24-M no augura para el Partido Popular los resultados que en Génova esperaban para las generales de fin de año. Nunca se les ha pasado por la cabera perder la condición de partido más votado de España, y siempre han pensado que obtendrían tal resultado que el Gobierno del futuro pasase necesariamente por el Partido Popular. Pero los comicios locales y autonómicos les han enseñado cosas que desconocían, que cuestionan sus posibilidades de seguir gobernando.

En primer lugar, han visto en carne propia que se puede ser la fuerza más votada y perder cotas de poder muy importantes, nada menos que la mitad de las comunidades autónomos en las que gobernaban o ayuntamientos como el de Madrid, Sevilla o Valencia, por la incomodidad de los demás a aliarse con ellos. Y en segundo lugar han visto como el voto de la izquierda ha crecido más de lo esperado, hasta el punto de excluirles de los citados foros de poder, y servir de ejemplo para todo el país tras los comicios generales. Tienen que hacer algo.

Los barones del partido han leído bien los números y han presionado al presidente hasta que ha admitido que cambiará personas tanto en el Gobierno como en el partido. Pero además, tales cambios deben servir para algo tan simple como retomar el control de la iniciativa en la agenda política, ahora marcado por otros, fundamentalmente por los partidos alternativos, tanto Podemos como Ciudadanos, y deben redondear los buenos resultados económicos con decisiones visibles, aunque cuesten algo de dinero, y siempre que no pongan en jaque la política económica que ha dado excelentes resultados. Para ello tiene el Gobierno, tiene Rajoy una herramienta poderosa que no tiene nadie más, y un tiempo razonable para utilizarla, aunque limitado: el BOE, un auténtico Boezuca.

Es riguroso decir, como ha dicho el presidente, que no cambiará su política económica; y no le falta razón, porque aunque haya cometido errores, los resultados que está proporcionando son muy buenos, por mucho que le pesen a sus detractores. Pero debe relajar su fundamentalismo en el control del gasto público con algunas decisiones que lleguen a mayor número de ciudadanos, especialmente a aquellos que aún no han visto ni por asomo los resultados de la recuperación de la economía. Colectivos grandes bien visualizados y donde el coste no es nada exagerado.

Ya ha puesto en marcha algunas cuestiones sobre la remuneración de las madres con dos hijos o más, seguramente para compensar otras políticas familiares, y debe extender el gasto, siempre con limitación temporal, a los colectivos más desfavorecidos de la sociedad. Para eso está el BOE, y para eso antes ha planteado una política de sacrificios que está proporcionando ahora más recursos de los previstos.

No hay riesgo de incumplir el déficit; está en tasas razonables, y si la economía crece este año cerca del 4% como parece, los ingresos públicos subirán más de los estimado y a menor ritmo los gastos, lo que proporcionará un margen de gasto sin atentar contra la ortodoxia fiscal. Que tome nota de los que las comunidades que ha perdido el PP ahora harán hasta fin de año con el gasto público si Hacienda se lo permite, además de levantar las alfombras y sacudir el polvo.

Y eso sí: todo lo que se haga con el BOE, explicadito como debe ser, no como hasta ahora. Entrar a saco en debates como la desigualdad, admitiendo que puede haberse producido un avance en tal variable entre los que tienen empleo, pero que la mejor medicina contra la desigualdad es precisamente crear nuevo empleo. Cada empleo que se crea se reduce la desigualdad. Un parado que encuentra empleo es menos desigual que cuando estaba en paro. Es incuestionable que hoy hay menos desigualdad que hace año y medio, si en los últimos 20 meses se ha incrementado en casi novecientas mil personas el número de cotizantes a la Seguridad Social.

Hay decenas de partidas de gasto social para utilizarlo sin quebrantar el déficit. Y si no lo hace Rajoy, verá cómo lo hacen quien venga después si él pierde las elecciones.

Además, el Gobierno debe retomar la iniciativa política con un programa de regeneración democrática creíble, y no permitir que sean otros quienes te digan que hay qué hacer con esta materia. Habrá nuevos casos de corrupción, por supuesto; deben ser combatidos en todas las administraciones, pero Rajoy debe defender el paquete de medidas que llevó al debate del Estado de la Nación, y extenderlo y ejecutarlo.

Y para abrir las ventanas de los partidos, si quiere seguir aferrado a la idea de que no son precisas las primarias, que es tan defendible como que las haya, debe proponer una reforma electoral integral para aprobarla tras las generales en la que que garantice que gobierne en los ayuntamientos la fuerza más votada, con el mecanismo que sea (segunda vuelta, por ejemplo) y que las listas electorales en todos los comicios, son abiertas, con la única excepción de quien la encabeza. Tal iniciativa no puede ser rechazada ni por PSOE, ni por Ciudadanos, ni por Podemos, porque es la única forma de que los propios electores filtren a quien no le gusta: esas son unas primarias reales, aunque no afecten al líder de cada partido.

Y tiene que proponer la liquidación de los aforamientos con carácter general, y mantenerla para personas y cargos muy concretos, pongamos una veintena, y exclusivamente para cosas que tengan relación directa con su labor como cargo público.

Cuestiones concretas bien explicadas y por propia iniciativa pueden retornar a Rajoy la iniciativa y la expectativa electoral que ha perdido. Cambiar las caras importa menos, aunque mantener a una secretaria general poco clara cuando habla y que ha perdido sus elecciones, aunque sea por un puñado de votos, se antoja poca regeneración.

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