De paseo por Montevideo, la cuna del tango, el candombe y la murga
Es parada en rutas de grandes cruceros
Montevideo es la capital más septentrional de Latinoamérica y también una de las más desconocidas. No tiene la arrogancia de la vecina de enfrente, Buenos Aires, separadas por un río, el de la Plata. No es tan cosmopolita ni tan fabulosa como México DF ni tiene el decadente embrujo de La Habana y a solo 134 km le hace sombra, el balneario de Punta del Este, la capital turística de Uruguay.
No forma parte de los paquetes turísticos aunque en la ruta de los grandes cruceros, su puerto suele ser escala obligada. Sus playas, bañadas por el revolutum de las aguas del Atlántico y el río de la Plata son un activo y su privilegiada situación geográfica le garantiza espectaculares puestas de sol. La Rambla, el paseo marítimo, es uno de los principales atractivos.
Esta avenida que comienza en el Puerto, sigue por la Ciudad Vieja, los barrios de Palermo, Punta Carretas, Pocitos o Carrasco. El trazado de la ciudad, durante más de 30 km, sigue la estela del río.
A diferencia de otras metrópolis americanas, la ciudad es muy tranquila y segura, llena de espacios verdes y es fácil de recorrer. La capital uruguaya luce discreta sus encantos, los obvios y los ocultos. Montevideo es la cuna del tango –por mucho mitote que le echen los bonaerenses–; el candombe, el ritmo nacional de raíces africanas y la murga uruguaya –las típicas chirigotas de su famoso carnaval–.
Un poco camaleónica y un tanto destartalada arquitectónicamente, hay que pasearla para encontrar los edificios representativos y descubrir sus rincones. Su plaza más importantes, la de la Independencia, divide la Ciudad Vieja del centro comercial de Montevideo, lo antigua Ciudad Nueva y es un ejemplo de miscelánea urbanística. Puede que su rápido crecimiento desde su fundación a comienzos del siglo XVIII, tenga mucho que ver en esa ensalada de estilos.
En esta Plaza, presidida por una estatua a caballo del héroe nacional, José Artigas, conviven el bonito Palacio Estévez de estilo neoclásico y antigua Casa de Gobierno; el imponente y ecléctico Palacio Salvo, esquina con la Avenida 18 de Julio, que es el inmueble más emblemático de la ciudad y la Torre Ejecutiva, un moderno edificio de cristal que cuando se proyectó su construcción, en 1965, iba para Palacio de Justicia y desde que se terminó, en 2008, alberga la sede presidencial y otras oficinas de Gobierno. Cerca está la Puerta de la Ciudadela, uno de los escasos restos de su antigua muralla y que fue demolida en 1829.
El casco viejo hasta hace poco deprimido y descuidado, está en franca recuperación gracias a la iniciativa popular. Artistas, bohemios y alternativos se han trasladado a esa zona atraídos por alquileres baratos. Ese aire fresco ha ayudado a recuperar mansiones, palacios y casonas de la época colonial y sus antiguas y recoletas calles empedradas, ahora salpicadas de terrazas, restaurantes y artistas callejeros como en la peatonal Sarandí. Las autoridades se han dado cuenta de este potencial y han tomado iniciativas para rehabilitar el barrio. Allí está el encantador Mercado del Puerto, un imprescindible paseo gastronómico para disfrutar de excelentes asados o de la típica parrillada; la catedral y el precioso Teatro Solís, el principal centro cultural del país.
Montevideo es de esas ciudades que atrapa por sus gentes. Por ese trayecto en taxi en el que su conductor igual te hace de improvisado guía, te cuenta historias o se convierte en analista político... ¿como en casi todo el mundo? No. En esta capital, la experiencia es diferente y el idioma ayuda. Como diferente es sentarse en alguna de las tabernas que rodean el puerto, confraternizar con los lugareños y disfrutar con las historias de los lobos de mar, ¿realidad o ficción? Entre cerveza y cerveza, ¿quién paga? ¡A quién le importa! Otra ronda y otra historia.