Como un sexto sentido
Cuando nos disponemos a redactar estas líneas y nos planteamos poner sobre el papel el tema del
mercado de valores, nos asaltan dos dudas de capital importancia: primera, ¿cómo abordar un asunto que ya ha sido tratado en múltiples ocasiones?; y segunda, ¿vamos a aportar algo nuevo al posible lector?
Las respuestas, además de amplias, no son sencillas. Pero dado que los que mueven los precios a través del juego de la oferta y la demanda son los participantes, puede que merezca la pena poner en ellos toda su atención incidiendo en su aspecto emocional.
Hace ya bastantes meses (quizá fuera alrededor de año y medio), en una cena entre compañeros de estudios, recuerdo que mi gran amigo Diego me preguntaba por el mercado. Refiriéndome a la bolsa española, le indiqué: “no la veo mal”. Él, en cambio, me dijo que nunca subiría con cinco millones de parados.
Bien, solo tienen que ver el nivel que tenía en aquel momento, o incluso un año antes, y dónde se encuentra ahora para comprobar que estaba confundido. Y es que Diego, como muchos otros intervinientes, no tuvo en cuenta que, aunque existía y sigue existiendo una cantidad de parados inmensa, el ritmo de destrucción de empleo era cada vez menor. Tampoco se fijó en que a medida que iban haciéndose públicos nuevos datos, el mercado los aceptaba de mejor forma.
Punto clave para que cualquier bolsa se mantenga al alza es que entre dinero en ella. Elemental y básico. Pero si el inversor final no conoce el denominado ciclo de las emociones, puede que jamás obtenga frutos de una manera sostenida. Si bien es fácil de explicar, llevarlo a la práctica es extremadamente complicado dado el componente subjetivo.
La formación de base (o suelo) del mercado de renta variable sucede en circunstancias de desesperación o desánimo por parte de los participantes. El proceso de subida se dará cuando la mayoría de los intervinientes se muestren escépticos (ni se creerán la posterior recuperación de la economía, ni la mejora de las variables económicas). Cuando el optimismo aparezca en el mercado la recuperación de la economía y las alzas en las bolsas se moverán a la par y será la primera advertencia de que el recorrido ya ha podido ir lo bastante lejos. El final de la fase alcista vendrá de la mano de la euforia. Si ahora consideramos la otra cara de la moneda, el tramo bajista se iniciará ante la negación de muchos, para continuar después por dos etapas que son conocidas: la del miedo en un primer momento y la del pánico después.
Es posible que hayan oído decir en alguna ocasión que invertir en bolsa es todo un arte. Si nos vamos al diccionario de la RAE, una de las acepciones de este último término es la siguiente: “Virtud, disposición o habilidad para realizar algo”. Y, en cierta forma, no todo el mundo tiene dicha habilidad, pues existe una inmensidad de factores que podrían hacer variar, para bien o para mal, las cotizaciones de un día para otro.
La mayor o menor predisposición para anticiparse a los demás hace que solo una minoría (los que tienen una percepción correcta de la situación) obtengan beneficios, mientras que una multitud de participantes (los que no tienen éxito) actúen de manera incorrecta.
Como si de un sexto sentido se tratara, intuir que algo no va como debiera o ver lo que otros no son capaces de ver, no está al alcance de cualquiera. Disponer de un criterio propio y bien definido para invertir, aun cuando pueda ir en contra de una gran mayoría, puede ser la mejor opción. Y esto es lo más difícil de conseguir: separarse de esa opinión generalizada que hace que muchos vayamos en una misma dirección; en especial, en los puntos más extremos, donde el mercado es proclive a moverse con una mayor volatilidad y riesgo. Kostolany ya se refería a ello: “Cuando se encierra a 100 personas inteligentes en una habitación, esta masa deja de actuar de forma inteligente y lo hace irracionalmente” (Enseñanzas de Kostolany, Ed. Gárgola, 2006).
Si bien somos conscientes de que una persona joven puede tener una mayor capacidad cognitiva que una de edad superior para acometer operaciones de trading con resultados positivos, ya no estamos tan seguros de que disponga de un mayor control emocional. Esta capacidad, como muchas otras de la actividad diaria, se da en mayor medida en personas de mediana o avanzada edad, aquellas que han vivido múltiples experiencias, que disponen de una mayor visión de conjunto, que son capaces de apreciar lo inapreciable. Es una virtud que mejora con los años. ¿Dispone usted ya de ese sexto sentido para acometer con éxito inversiones de este tipo?
Fernando Ayuso Rodríguez es economista