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Columna
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Ryanair y su sueño americano

Ryanair ha confundido a los inversores con declaraciones contradictorias sobre una posible entrada en el lucrativo mercado transatlántico. El jaleo por los vuelos Londres-Nueva York a solo 15 dólares (unos 13,7 euros) puede parecer simplemente otro inteligente truco de marketing de la mayor aerolínea de bajo coste de Europa. Pero el consejero delegado Michael O’Leary ha tenido en el punto de mira el mercado transatlántico durante años. Los accionistas deben tener cuidado si el estratégico despegue se produce.

La compañía con sede en Dublín, aseguró el 16 de marzo que su dirección aprobó “los planes de negocios para el crecimiento futuro, incluyendo el transatlántico”. Tres días más tarde, afirmó que no había “considerado ni aprobado ningún proyecto transatlántico y no tiene intención de hacerlo.”

Las grandes compañías como British Airways ganan ricos márgenes sobre el Atlántico Norte. La demanda es alta y creciente y hay poca competencia de rivales del Golfo como Emirates y Etihad. Pero Ryanair no podría replicar ese éxito de un día para otro.

Un obstáculo importante es la falta de aviones apropiados. Ryanair debe mucho a tener aviones nuevos, el problema es que a su flota de Boeing 737 le falta la gama para cruzar el Atlántico. La última generación de aviones de largo recorrido y bajo consumo de está agotada para los próximos años.

Muchas de las otras ventajas de coste de Ryanair se desvanecerían en la larga distancia, como los reducidos tiempos de respuesta en los aeropuertos, que elevan el número de vuelos diarios de corta distancia, o tener todos los aviones de vuelta a la base por la noche –lo que reduce los gastos de alojamiento para el personal–.

Además, harían falta grandes inversiones. Un avión de largo recorrido cuesta casi tres veces más que un 737. La despiadada mente comercial de Ryanair la ha convertido en aerolínea más rentable de Europa. Despegar de forma apresurada hacia el largo recorrido podría debilitar esa posición.

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