Políticas para generalizar la recuperación
El debate sobre el estado de la nación ha supuesto, como vaticinaban los analistas, el arranque de la más larga campaña electoral que se recuerda, en la que se encadenarán hasta cinco procesos electorales municipales, regionales y nacionales, en los que las perspectivas de dispersión de voto son más abultadas, en los que el statu quo político experimentará una revisión muy severa y en los que los riesgos para la gobernabilidad ulterior en muchos niveles administrativos parecen evidentes. En materia económica y social se confrontaron la política económica del Gobierno de Mariano Rajoy y un revisionismo integral planteado por el socialista Pedro Sánchez, aunque sin apreciable concreción programática. Un plan de rigor presupuestario y reformas de mercados de bienes y factores que ha empezado a dar frutos, con una exigencia de cambio para que la recuperación sea democrática y llegue a todos los colectivos sociales.
El presidente del Ejecutivo defendió la gestión de los tres últimos años, en los que el principal sacrificado ha sido la ciudadanía, y en los que ha logrado darle la vuelta a la situación de la economía. Tres años de gestión en los que “la mejor decisión de defensa del Estado de bienestar ha sido evitar el rescate”, tal como defendió el presidente. Tres años en los que se ha puesto en marcha la rueda del crecimiento (2,4% para este año) y de la generación de empleo (un millón entre 2014 y 2015), que es “el mejor instrumento para luchar contra la desigualdad”.
Pero como en parte se trataba de un mitin institucional, Rajoy pidió una legislatura más. Cuatro años más para consolidar y explotar los beneficios de la recuperación y llegar a los 20,5 millones de empleos que había antes de estallar la crisis y que cree posible si se mantienen estas políticas. No hace falta decir que la generación de empleo y reducción del paro es la primera obligación de todo gobernante, pero es inexcusable si se trata de un país con 5,5 millones de desempleados, un 24% de los que quieren trabajar.
El presidente Rajoy se ha ganado el derecho a solicitar la confianza para otra legislatura por su gestión, aunque quien tiene que concedérsela es el electorado, porque es de justicia admitir que la situación de la economía de hoy no se parece en nada a la de hace tres años. Y no le falta criterio cuando advierte de que tal cosa solo es posible si la sociedad es capaz de esquivar lo que el llamó “ventoleras ideológicas o simplemente, ventoleras”, en referencia explícita a los populismos de izquierda aparecidos en el escenario político. Pero no está de más practicar con instrumentos concretos políticas que expandan los efectos del crecimiento en todos los colectivos de la sociedad, siempre sin perder el norte del rigor en las cuentas, que sigue siendo la clave de bóveda de la financiación de la descomunal deuda pública y privada que tiene España.