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Desayunos CincoDías

La RSC, compañera de viaje de las empresas

De pie, de izquierda a derecha, Isabel Roser, de Dirse; Domingo García-Marzá, de Étnor; Yolanda Erburu, de Sanitas, y Cristina Moral, de Ferrovial. Sentada, Gema Escudero, de Deloitte.
De pie, de izquierda a derecha, Isabel Roser, de Dirse; Domingo García-Marzá, de Étnor; Yolanda Erburu, de Sanitas, y Cristina Moral, de Ferrovial. Sentada, Gema Escudero, de Deloitte.Pablo Monge

La responsabilidad social empresarial no es ya una opción para las compañías, sino una obligación. Lo que parecía una práctica de moda que contribuía a mejorar la imagen corporativa se ha convertido, especialmente a raíz de la crisis económica, en toda una forma de gestión que tiene cada vez más peso para la población. Para el grupo de expertos reunidos por CincoDías en un desayuno de trabajo, las corporaciones instaladas en España han avanzado considerablemente en esta materia en los últimos años, pero todavía existen muchos retos por delante.

Los cinco representantes del mundo de la RSC que participaron en el debate coincidieron en el hecho de que se han superado ya varias discrepancias, como las que existían sobre la definición del concepto, más allá de la mera voluntariedad de colaboración de las organizaciones, o en la transversalidad que este debe tener en el seno de las empresas, en lugar de limitarse a un departamento concreto.

Sin embargo, también apuntaron a la existencia de malas prácticas en este ámbito. “La RSC está integrada en el lenguaje empresarial, pero no en la cultura empresarial”, opinó el catedrático de Ética de la Universitat Jaume I de Castellón y miembro de la Comisión Ejecutiva de la Fundación Étnor (Ética para los Negocios y las Organizaciones), Domingo García-Marzá. Este experto apuntó a factores como las fuertes críticas a las que está sometida la responsabilidad social por la poca eficacia que ha tenido en muchas corporaciones para frenar las malas prácticas. “No vale con tener un código ético para generar confianza”, apostilló.

Por su parte, Isabel Roser, directora general de Dirse, la Asociación Española de Directivos de Responsabilidad Social, se mostró más optimista sobre la situación de estas iniciativas en el panorama empresarial español, aunque puntualizó que muchas compañías se han refugiado en las buenas prácticas, en lugar de poner en marcha modelos de negocio responsables. “Yo noto en la actualidad una mayor receptividad para poder hacer ese modelo de negocio”, señaló Roser, que se mostró convencida de que la RSC se encuentra en un momento de inflexión.

La RSC puede llevar a encontrar nuevas vías de negocio

Para Yolanda Erburu, directora ejecutiva de comunicación, RSC y Fundación Sanitas, el debate sobre este tema está presente en las organizaciones. “Se trata de una discusión que se está dando en los comités de dirección y creo que las empresas que medimos y que informamos sobre este tipo de temas no lo hacemos solamente por quedar bien y por cubrir el expediente, hay una forma de gestionar el negocio que tiene una repercusión”, explicó.

Precisamente la exigencia que pesa sobre las empresas para informar sobre sus acciones ligadas a la responsabilidad social fue otro de los temas tratados por los expertos, especialmente en lo referente a la legislación sobre el tema. Gema Escudero, gerente de sostenibilidad y RSC en Deloitte, hizo referencia a la “ebullición normativa” que ha surgido en los últimos años alrededor de esta disciplina. “Las empresas tienen que destinar actualmente muchos recursos a dar cumplimiento a estas leyes por lo que creo que el punto a día de hoy no es que haya más o menos legislación, sino armonizar lo que ya hay”, aseguró en referencia a situaciones como las de las corporaciones multinacionales que se encuentran con diferentes normativas a las que atenerse.

La representante de Deloitte en la mesa también se refirió a la importancia de conjugar la legislación con los nuevos modelos de comunicación corporativa que tienden a proporcionar menos información, pero de más calidad. “En la gestión creo que debemos dejar libertad a las compañías para que, a través de mejores prácticas, puedan diferenciarse y tengan una ventaja competitiva”, concluyó Escudero.

En lo referente a la normativa, la directora general de Dirse apuntó a la necesidad que todavía existe de establecer normas en materia de RSC. “Yo optaría por armonizar para que tengamos una mayor cultura en aspectos como la transparencia y la anticorrupción”, puntualizó Roser. “Creo que hay que seguir regulando para inculcar esta cultura”, opinó. Una de las propuestas a las que apuntó esta experta a lo largo del debate fue la posible discriminación positiva que las Administraciones podrían aplicar en las compras públicas a las empresas que apuestan por los modelos responsables.

Los expertos señalaron la corrupción y la falta de transparencia como dos de las grandes lacras que se han expandido por las compañías españolas y contra las que se puede luchar con una buena implementación de estas prácticas, pero sobre todo con el cambio de cultura en pro de una sociedad más responsable. “En nuestro país siempre se tiende a pensar que la responsabilidad está en otra parte, en el Estado, en las empresas o en cualquier otro colectivo, pero no existe la conciencia de que también es algo individual”, puntualizó la responsable de la Fundación Sanitas, haciendo referencia al importante margen de mejora que existe en este sentido.

Para Cristina Moral, gerente de RSC en Ferrovial, incorporar la responsabilidad social en las empresas puede llevar a estas no solo a conseguir ventajas como una mejora de su imagen, sino a encontrar nuevas oportunidades y modelos de negocio. “La empresa ve la RSC como una creación de valor para sí misma”, señaló. Moral puso como ejemplo la solución que ha dado su compañía a problemas sociales futuros, como la concentración de la población en los núcleos urbanos gracias a la innovación hacia las ciudades inteligentes. “No deja de ser una idea integrada dentro de la cultura empresarial lo que nos ha hecho ofrecer soluciones como estas”, afirmó. Yolanda Erburu coincidió con ella en este tipo de reflexiones e incidió en la importancia de concebir la responsabilidad como un agente productivo.

Gema Escudero hizo también hincapié en cómo los inversores demandan cada vez con más frecuencia certificaciones sobre gestión de ética. “Se trata de otro tema al que hay que dar respuesta ya que cada vez más inversores están endureciendo sus votos en estos temas”, dijo en referencia a grandes fondos, planes de pensiones y similares.

Por su parte, el representante de la Fundación Étnor manifestó su preocupación por la gran cantidad de compañías que todavía se concentran solo en las ventajas comerciales y de competitividad que aportan este tipo de prácticas. “Creo que habría que utilizar otro tipo de palabras, como compromiso o convicción, ya que solo si se hace por estos motivos se conseguirá realmente ganar en competitividad, pero si se hace solo por sentido comercial, se abandonará cuando no haya negocio”, explicó Domingo García-Marzá.

Los expertos se refirieron también a otras cuestiones, como la importancia de que la RSC sea algo transversal, más allá de cuestiones como las presupuestarias, sino también en ámbitos como la estructura. Cristina Moral, de Ferrovial, apostó por un comité que desde la dirección de responsabilidad social reúna a representantes de cada uno de los negocios y áreas corporativas que sea el encargado de informar al consejo de administración. García-Marzá puso también en valor la creación de comités de ética empresarial, pero añadió la necesidad de que estos cuenten con personas externas a las empresas para que la gestión responsable se vuelva a ganar la confianza de la sociedad.

Integración en la cultura corporativa y generación de valor para las organizaciones son los principales pilares a los que estos representantes de la responsabilidad social empresarial apuntaron para que, como señaló Isabel Roser, la RSC “deje de ser un movimiento alternativo para convertirse en la alternativa”.

Las pymes también son responsables

La gestión responsable no es algo solo exigible a las grandes corporaciones. También lo es para las pymes, más cuando constituyen un componente fundamental del tejido económico y social; en España el 99,88% de las empresas son pymes (de 0 a 249 trabajadores).

“Yo tengo dos mitos que romper. Uno, que la RSC en las pymes no es posible, y sí es posible, con casos. Y luego, con herramientas, porque la gente piensa que no hay nada para que las pymes puedan hacer RSC. Yo tengo identificadas en España más de 50 herramientas para que se haga responsabilidad social en pymes”, destacó Isabel Roser.

“El problema es que muchos directivos de RSC están en la gestión de susto o muerte del riesgo reputacional, no tanto desde la perspectiva de la oportunidad. Las compañías que lo han sabido ver están ahora bien posicionadas o mejor posicionadas que otras que se centraron en prevención: riesgo, regulación, etc.”, remarcó la directora general de Dirse. “La RSC ya es posible en las pymes, lo que ocurre es que no se visibiliza tanto”, concluyó.

Yolanda Erburu recordó que en la SGE 21 (una certificación europea en gestión ética) el 83% de la demanda es de pymes. “Eso sanciona una realidad: las hace mejores empresas para competir en el mercado, para que su modelo de negocio sobreviva y perdure. Sin ese convencimiento no lo harían”, reconoció Erburu.

Para Domingo García-Marzá, la pequeña empresa tiene algo que la hace más responsable: la proximidad. “La confianza no se basa en mediciones ni en libros de memoria de RSC, se basa en lo que ven. Ven si apuestan por el empleo o no, ven si contaminan al lado o no”, reflexionó. “La fuerza de la RSC debería estar en el impulso a las pequeñas empresas”, remarcó el catedrático. Lo que ocurre es que muchas veces estos temas se les escapan, lamentó. Por eso, propuso que el Estado y las grandes empresas potencien los contratos sociales, con políticas de responsabilidad con respecto a sus proveedores. Pero Roser advirtió de que esto ha de tener una corresponsabilidad, “porque una gran empresa no puede pagar a sus proveedores a tres meses vista con pagarés”.

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