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Una explosión del empleo en 2014

Flota en las conversaciones de los eruditos de la economía un encendido debate acerca de cómo será el desempeño del empleo en los próximos trimestres, de cuánto se creará y de qué calidad tendrá, a propósito del atrevimiento del presidente Rajoy, secundado o instigado por su equipo económico, de augurar que en el bienio 2014-2015 habrá un millón de ocupados más que en 2013.

Hasta los más pesimistas, los del vaso medio vacío que nunca lo verán lleno, admiten que el pronóstico presidencial podría ser que fuera, a juzgar por el desempeño de la ocupación que ayer revelaba la encuesta de población activa de 2014: 434.000 nuevos ocupados, un 2,53% cuando el motor del vehículo (el PIB) se mueve a una velocidad de apenas el 1,4%. La tradicional regla de tres arroja una generación de ocupados de 600.000 personas este año si damos por bueno que el producto avanzará a tasas del 2,5% (ahora lo hace a tales ratios si el último trimestre natural cerrado se ha comportado con un alza del 0,7%).

No es imposible. Pero con cautelas. No es habitual que la ocupación crezca por encima del PIB, y menos que lo haga con una elasticidad tan extraordinaria como en 2014. Si el desempeño reciente de esta variable ha sido tal es por varias circunstancias que difícilmente se reproducirán este año. Es cierto que la reforma laboral ha cambiado el punto del crecimiento de la economía a partir del cual se activa el empleo, dado que los costes del factor trabajo se han abaratado notablemente, tanto los directos (salarios), como los inducidos (despido).

Pero es bastante evidente que en los trimestres iniciales de la recuperación se produciría una nada despreciable explosión de empleo no solo por el abaratamiento del trabajo, sino porque las empresas tenían las plantillas bajo mínimos tras la descomunal caída de la demanda, y nada más que esta resucitase, el efecto levadura sobre el empleo sería súbito.

Esta circunstancia reparte la responsabilidad sobre la generación de nueva ocupación, que también divide a la doctrina en las últimas semanas. ¿Qué o quién es más responsable del tirón del empleo ahora: la reforma laboral que abarata costes y flexibiliza procesos, o el cambio de chip de los demandantes de trabajo, que aceptan condiciones antes rechazadas por la presión prolongada de la crisis? Seis de lo primero y media docena de lo segundo, aunque no hay duda que ha sido la reforma laboral lo que más ha influido en la gente para modificar su actitud ante el mercado de trabajo.

Las empresas contratan más porque es más barato y los trabajadores admiten salarios más asequibles y jornadas flexibles porque es mejor que nada. En los ochenta solo se salió de la crisis de empleo porque una norma permitía hacer contratos temporales que eran mejor que nada, aunque pusieron la tasa de temporalidad en el 35% de los asalariados. Y ahora la gente atrapa empleos a tiempo parcial de 900 euros porque también es mejor que nada; y en 2015 veremos centenares de miles de empleos de personas con subsidio de subsistencia porque lo permite la ley por vez primera.

La evolución del mercado en 2014 delata una recuperación del empleo muy sólida y de buena calidad, arraigada en industria y servicios de la economía privada, e incipiente en construcción residencial, y con avance del empleo fijo y a tiempo completo. No parece nada coyuntural, y Rajoy podría clavar su vaticinio para este bienio. Hay un cambio consistente del ciclo de la actividad y el empleo.

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