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Autorretrato de Draghi

Poco se sabe de Mario Draghi, aparte de un currículum oficial que describe su paso por el Tesoro italiano y Goldman Sachs hasta llegar a la presidencia del BCE. De modales suaves, apariencia flemática y sonrisa irónica, sus propias palabras descubren un personaje con más ángulos de lo que cabría pensar.

Huérfano de padre a los 15 años y de madre poco después, Mario Draghi es el mayor de tres hermanos de una familia acomodada, síntesis de la Italia actual.Su padre, que se casó a los 52 años, provenía del norte del país y su madre de Campania.

En cierto modo, la familia Draghi también resume la historia económica y política de Italia. El padre, Carlo, fue un alto cargo en el IRI, el organismo público creado por Mussolini en 1933 para gestionar gran parte de la industria del país. El hijo se encargó en los años 90 de desmantelar los restos de aquel organismo en una de las mayores operaciones de privatización del planeta.

Casado y padre de dos hijos, a Draghi se le considera aficionado al deporte, muy apegado a su perro y más de números que de letras. Sus citas casi siempre son de economistas, con alguna excepción, como cuando recurre al sociólogo polaco Zygmant Bauman para subrayar que "compartir soberanía no es perderla; al revés, la ganas".

Dice ser aficionado a los museos de Fráncfort, que visita con su esposa, aunque suena como una deferencia con la ciudad anfitriona y una defensa ante quienes le acusan de escaparse de la ciudad del Meno en cuanto puede para refugiarse en su país natal. Aunque es contemporáneo de los Beatles o los Rolling Stones, no se le conoce una especial inclinación por el rock. Sí que ha asistido, por motivos oficiales, a conciertos de música clásica, con Claudio Abbado como director en alguna ocasión.

Pudoroso con su vida privada, Draghi ha dado información con cuentagotas sobre su trayectoria vital. Pero en las últimas semanas, parece más proclive a rememorar el pasado. Tal vez porque, a los 67 años, se siente ya carne de historia. O porque el jueves, 22 de enero se juega su carrera con una intervención monetaria que solivianta a Berlín.

Hay quien atribuye su repentina fluidez a una campaña de imagen, en un último y desesperado intento por ganarse a la opinión pública de Alemania. Un país donde la prensa elogiaba en 2011 al nuevo presidente del BCE como el más alemán de los italianos (piropo con trasfondo racista) y ahora le vilipendia como el más italiano de los banqueros centrales (racista sin más).

Draghi nació en Roma, fue al colegio con los jesuitas y, gracias a la herencia de sus padres, tanto él como su hermana y su hermano pudieron completar los estudios. En el caso de Mario, con una brillantez que llamaba la atención de compañeros y profesores.

Draghi no ha olvidado a uno de sus principales mentores, el economista italiano (y keynesiano) Federico Caffé. Desde que es presidente del BCE, Draghi ha participado en dos homenajes a su antiguo profesor, actos en los que ha recordado enseñanzas que le marcaron y que cobran un sentido especial cuando son invocadas por un banquero central.

"[Nadie puede] aceptar la idea", cita Draghi a Caffé, "de que toda una generación de jóvenes deba considerarse a sí misma como nacida en un momento equivocado y condenada a sufrir como un hecho inevitable la inseguridad laboral".

Otro prestigioso académico y premio Nobel de Economía, Francisco Modigliani, le encaminó hacia el MIT (Massachusetts Institute of Tecnology), donde fue admitido de manera temporal.

Logró quedarse con una beca que le cubría matrícula y alojamiento, lo que le obligó a compaginar estudios, trabajo (y paternidad, pues allí tuvo su primera hija) en unas jornadas que podían durar hasta 18 horas.

"En EE UU aprendí lo que era trabajar duro", ha recordado Draghi este mes en Die Zeit, en lo que probablemente sea la entrevista más personal de toda su carrera.

Los cinco años en EE UU (1971-1976) también le enseñaron que en ese país "cada persona es lo que hace" y poco importa su lugar de nacimiento. Un criterio que Draghi parece añorar en esta Europa donde el pasaporte vuelve a pesar demasiado en la valoración profesional.

A la vuelta de EE UU descubrió que la inflación se había comido la herencia de sus padres, invertida en bonos del Estado italiano por los tutores de sus hermanos. Draghi evoca ese desastre financiero personal ante quienes le acusan de querer curar los males de la zona euro a base de alimentar la inflación.

Pero tal vez lo que más le duela sea convivir con la generación de dirigentes alemanes más eurodesconfiados de la postguerra mundial. Draghi, que define su personalidad como la de "un verdadero europeo", hunde sus raíces en la Europa transfronteriza de su padre (nacido en 1895), que hablaba alemán casi tan bien como italiano.

Su nombramiento al frente del BCE parecía un reencuentro con ese mundo de anteayer. "Me gustó [cuando el Bild me calificó como "auténtico alemán"] porque Alemania siempre había sido un modelo", confesaba Draghi. Enseguida descubrió que la pasión no era recíproca. Y a los seis meses de su llegada, ya tenía claro qué le pediría de regalo, si pudiera, a la canciller Angela Merkel y a Gobierno alemán: "Que confíen en el BCE. Que confíen en Europa".

Esa confianza parece hoy más rota que nunca, a solo unas horas de que Draghi apriete el botón de una QE o relajación cuantitativa que Alemania interpreta como un rescate encubierto del sur de la zona euro a través de la inflación.

Draghi, que en el MIT estudió con cinco premios Nobel de Economía, lleva semanas impartiendo pedagogía en la prensa alemana, aunque con poco resultado a juzgar por la reacción de Merkel y su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble.

Berlín moverá el jueves contra Draghi su peón más temible: Jens Weidmann, presidente del Bundesbank (Banco de Alemania). "Es un típico banquero central, como todos nosotros", describe Draghi a su colega alemán. "Le gusta preocuparse de cosas que no preocupan a nadie". En este caso, tal vez, una inflación que brilla por su ausencia en casi toda la zona euro, incluida Alemania.

El choque de ambas personalidades marcará este jueves una de las reuniones más importantes del BCE en sus 15 años de historia. La apuesta de Draghi tiene difícil marcha atrás y el italiano acaba de recordar que su padre le enseñó que se puede perder todo menos el coraje. Quizá, tras una vida sin romper un molde, Draghi acabe su carrera saboreando una rebeldía que en mayo del 68 prefirió no probar: "yo no tenía padres contra quienes rebelarme". Ahora parece que sí.

(La mayoría de los datos sobre Draghi y todas sus citas están sacados de sus discursos, intervenciones y entrevistas concedidas desde que asumió la presidencia del BCE en noviembre de 2011. Además de los enlaces que aparecen en el texto, se pueden consultar aquí. Y comprobar que durante tres años se ha volcado en "seducir" a Alemania... con escasos resultados).

Vídeo: Svalutation, de Adriano Celentano. Aquí la letra.

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