La mano de hierro de la presidenta
Impacto y sorpresa. Esas son las primeras impresiones que causó ayer la decisión de Ana Botín de relevar al consejero delegado de Santander, Javier Marín, quien solo ha permanecido en el cargo 18 meses, de los que han bastado dos meses y medio para comprobar que no era su mano derecha. Su paso como número dos del principal banco de España y uno de los mayores del mundo, ha sido como una estrella fugaz, brillante mientras duró, apenas año y medio, y con una salida fulminante, casi traumática si se tiene en cuenta que llegó con una complicada fusión entre las redes de Santander, Banesto y Banif, y sale cuando parece que la cuenta de resultados del banco comienza a dar signos de normalidad. Visto y no visto. Pocos CEO’s en el mundo han tenido una carrera tan corta y se ha prejubilado tan joven (nació en 1966).
Nadie parecía sospechar esta radical salida de Marín, nombrado por el fallecido Emilio Botín en abril del pasado en sustitución de Alfredo Sáenz. Cuando Emilio Botín ascendió a Marín, una de las razones que esgrimió el banco fue la decisión de aprovechar la salida de Sáenz para rejuvenecer la cúpula del grupo, lo que derivó en una auténtica revolución con varios cambios. Era, según se aseguraba, la nueva dirección que acompañaría al futuro presidente del banco cuando llegase (Emilio Botín ya había comenzado a planear su salida). Eran los líderes para abordar el cambio tecnológico en Santander. Pero no ha sido así. Marín parece que chocó con Ana Botín desde el primer momento, pese a que su nombramiento como número dos del grupo pasó por el consejo de administración en el que la actual presidenta ocupaba un puesto privilegiado. No funcionó el pretendido tándem.
El nombramiento como consejero delegado del que fuera responsable de Banif, ahora absorbido por Santander, también sorprendió en su momento. Marín era un hombre de banca privada sin experiencia en banca minorista. Además, los fondos de inversión parecía que inicialmente no le veían con buenos ojos si se tiene en cuenta que Banif se había visto implicado en varios escándalos en la comercialización de productos como Madoff, Lehman o Banif Inmobiliario...
Con el ascenso de José Antonio Álvarez –realizado después de pasar con nota los test de estrés– el perfil cambia por completo, ya que el mercado en general y los fondos de inversión en particular conocen y respetan a este ejecutivo. El paso de Ana Botín por la filial británica de Santander le ha servido no solo de inmejorable experiencia, sino que le ha afianzado más su cultura anglosajona, en la que la opinión de los inversores institucionales sobre el gobierno corporativo son fundamentales. De ahí no solo la elección de un reconocido técnico como número dos del banco, sino también el giro que ha dado el consejo de administración hacia una mayor internacionalización, con incluso un vicepresidente primero británico.
Algunas fuentes insinúan que José García Cantera, seis años más joven que Álvarez (que realizó la OPV de Banesto años después de ser adquirido el banco por Santander), puede ser el próximo número dos. El nombramiento de Sol Daurella también ha sorprendido en círculos financieros y no ha sentado muy bien en Banco Sabadell, de donde salió hace seis días justificando que la falta de tiempo por otros planes le iba a impedir “atender a partir de ahora mi función en esta entidad en la manera que venía haciendo.”
Se da la circunstancia de que Santander quiere crecer en Cataluña, mercado que la empresaria catalana Daurella conoce muy bien.
La presencia de mujeres en el consejo aumenta con la incorporación de Daurella. Ya son cinco, el 33%, así como el número de representantes de distintas nacionalidades, estadounidense, inglesa y mexicana, además de la española.
El consejo de administración de Santander está compuesto por 15 consejeros, de los que nueve son independientes, “con relevante y activa presencia en distintos sectores empresariales, nacionales e internacionales, muy enfocados en la cultura de atención a clientes”, destaca la entidad.