Hay deflación donde hay competencia
Los temores a la deflación no están justificados en España. Un análisis detallado del comportamiento de los precios en los últimos doce meses revela que solo hay desinflación (descenso de los precios) allí donde hay dura competencia y debilidad de la demanda. Con algunas excepciones, donde hay mercados oligopolísticos hay subidas de precios, y las hay también con carácter general en las regiones en las que la actividad crece más.
La reciente queja de la gran distribución alimenticia sobre la oleada de intensa deflación en la que se estaba desenvolviendo su negocio está poco justificada. Es cierto que hay un descenso generalizado de los precios de los productos alimenticios elaborados, pero es en parte inducida y en parte involuntaria. Hay menos población para consumir (unas 400.000 personas menos), hay más presión bajista de los precios por el veto a la exportación a Rusia, se han encadenado al menos dos buenas cosechas; pero hay una fortísima competencia por ganar territorio en el mercado en la franja de consumo doméstico ineludible (la alimentación), que fuerza reducciones de precios y de márgenes desconocidos antes.
¿Qué ha pesado más?. Seguramente la guerra de precios abierta en un momento de depresión de la demanda, en un momento en el que el consumidor mira dos veces los precios y compara. De hecho, nunca antes en la historia se habían encadenado tantos meses con precios negativos, pese a que las circunsatancias para una bajada natural si se han manifestado.
En el Índice de Precios de Consumo (IPC) se encadenan ya varios meses de tasas negativas; pero estamos muy lejos de catalogarlo como deflación puesto que ni afecta a todas las rúbricas de la cesta, ni tiene un comportamiento temporalmente homogeneo, con vaivenes continuados. Analizado por grupos de productos y servicios, de los doce que componen el índice, siete mantienen tasas anuales positivas y solo cinco negativas. Un vistazo a los grupos especiales revela que están en valores negativos los productos industriales por su exposición a la competencia a nivel global y los derivados de las materias primas; por contra, están en positivo los servicios, pese a la repercusión negativa que ejercen las comunicaciones, que bajan casi un 6% en el año. Enseñanza, hostelería, cafés y restaurantes han comenzado a recuperar precios en cuanto se ha despertado la demanda.
En cuanto a la alimentación, son los productos elaborados los únicos que registran caídas, mientras que los frescos suben y lo hacen a una tasa nada despreciable del 1,7%. De nuevo, tanto en este caso como en los bienes industriales, es la competencia abierta la que genera descensos en los precios fundamentalmente por la búsqueda de cuotas de mercados en un entorno de demanda cohibida.
Si descendemos al detalle de las 57 rúbricas que componen el IPC, 30 registran avances anuales, y solo 27, descensos, con un comportamiento replicable al expresado antes: ajuste de precios donde hay competencia con demanda débil. Es más, un repaso geográfico refleja un paralelismo entre los comportamientos de los precios y de la demanda doméstica y el crecimiento de la economía. Así, las seis comunidades autónomas en las que se mantienen tasas positivas de inflación son aquellas en las que el ciclo de crecimiento va más adelantado, como son Madrid, Baleares, Cataluña, Rioja, País Vasco o Galicia.