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La firma francesa apuntala la I+D como seña de identidad

Decathlon, en busca del producto que revolucione el mercado

Manuel G. Pascual

La famosa tienda de campaña 2 Seconds (la que se monta sola al tirarla al aire) y sus sucesivas versiones han sido uno de los mayores logros del esfuerzo en I+D de Decathlon. Pero ese artículo, comercializado desde 2005, no es el único de la firma francesa que ha sorprendido a los consumidores por su creatividad. El año pasado lo hizo Easybreath, la máscara de snorkel que incorpora el tubo en una sola pieza.

Cómo acelerar el tiempo

La primera máquina chuta un balón contra una pared. Lo hará 2.500 veces para comprobar si la pelota conserva su forma redonda. Un segundo ingenio neumático da tirones al asa de una bolsa de deportes (10.000 repeticiones) para ver si es resistente. En otra sala, una ducha gigante expulsa 450 litros por hora sobre una mochila y un chubasquero para ver si son impermeables. Estas son las pruebas que pasan los prototipos antes de producirse en serie.

Este producto, enmarcado en la firma Tribord (una de las más de 20 que gestiona el grupo francés), fue el ganador de la edición de 2013 de los premios de innovación que organiza Decathlon a nivel interno. Las distintas enseñas pertenecientes a la multinacional (Quechua, Kalenji, Domyos, Btwin, etcétera) compiten entre ellas todos los años para demostrar que son las más creativas. No tienen otra recompensa que el reconocimiento de sus compañeros de trabajo, ya que su comercialización está garantizada en todos los casos.

Este año se ha llevado el gato al agua el B1, un patinete para niños de entre dos y cuatro años especialmente adaptado para que puedan mantener el equilibrio de forma más intuitiva y segura que con los deslizadores al uso. No tardará en estar disponible en las tiendas de Decathlon, como el resto de los finalistas. En segunda posición quedó Karo, un innovador sistema de bloqueo de cordada para escaladores que facilita la sujeción cuando se hace un alto durante el descenso o ascenso. Y el tercer puesto fue para E-Tint, unas gafas de esquí cuyo cristal puede pasar del color amarillo al oscuro con solo pulsar un botón, lo que se consigue gracias a un sistema de tintado electrónico que se puede recargar enganchando la máscara al ordenador mediante un cable USB.

No fueron los únicos artículos llamativos que se presentaron este mes en los Innovation Awards 2014, en Lille, ciudad en la que se ubica la sede central de la compañía. Destacan entre ellos un mono de nieve para niños pequeños que puede inflarse (como quien hincha un globo) para aumentar el aislamiento del pequeño cuando haga mucho frío. O unas zapatillas para bailarinas reforzadas con silicona y otros materiales especialmente diseñadas para amortiguar el dolor que se padece al quedar totalmente de puntillas. Hasta un sencillo sistema de frenos para bicicletas que facilitan su uso a los niños, cuyos dedos a menudo no llegan bien a accionar el dispositivo.

La mayoría de estas ideas se cocinan en los laboratorios de innovación que tiene la compañía en Lille. Su campus de I+D tiene 20.000 metros cuadrados y emplea de forma directa a 40 investigadores, casi todos ingenieros o médicos.

El mastodóntico recinto se divide en cuatro zonas. En la primera se estudia que los prototipajes se adapten correctamente a las necesidades del cuerpo. Otra se encarga de ver el encaje técnico del producto, esto es: si ayuda realmente a realizar el deporte en cuestión. La tercera está dedicada a incorporar detalles morfológicos para cada uno de los mercados en los que opera Decathlon. “El cuerpo del ciudadano medio de EE UU no es el mismo que el de un indio, un turco o un español”, justifica uno de los investigadores de este departamento. Finalmente, la cuarta sección examina cómo reacciona el producto en movimiento y sometido al desgaste que tendrá durante su vida útil.

Conducen pruebas con electrodos para determinar qué partes de un pantalón necesitan ser más reforzadas; se monitorizan con ocho cámaras unas bolitas repartidas por los músculos (como en las películas de animación) para medir qué músculos se esfuerzan más en cada situación; prueban los artículos en terreno real para ver cómo reaccionan ante el sudor... Pocas cuestiones quedan al azar.

Y se sirven de la tecnología más puntera para acelerar los procesos. En la división de bicicletas, por ejemplo, cuentan con impresoras 3D de varios tamaños para producir en poco tiempo componentes para los prototipos. “La idea es ser capaces de tener listo en una o dos horas cualquier diseño en el que estemos trabajando. Teniéndolo en mano es más sencillo tomar las decisiones”, apunta uno de los desarrolladores de producto.

Lo que no se ve por ningún lado son mesas de pimpón o de billar, tan abundantes en Silicon Valley. Pero sí hay varias duchas repartidas por el recinto. Porque aquí casi todos sacan un rato al día para hacer deporte. Hay que predicar con el ejemplo.

Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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