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Draghi acorralado

Mario Draghi acaba de cumplir tres años como presidente del Banco Central Europeo y le quedan otros cinco, hasta el 30 de octubre de 2019. Pero alguien le está moviendo la silla al italiano. ¿Quién que Draghi dimita? ¿Por qué?

Texto publicado (aquí) en la edición digital e impresa de Cinco Días el 3 de noviembre de 2014.

La duda sobre la continuidad de Draghi parecía impensable hasta hace poco. Desde el 1 de noviembre de 2011, cuando asumió el cargo, el italiano había logrado convertirse en la imagen de la supervivencia del euro. Y su inmenso poder logrará mañana mismo otro máximo histórico con la puesta en marcha del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), el órgano del BCE que a partir de ahora asume la vigilancia de las mayores entidades financieras de la zona euro, incluidas Santander, BBVA y casi toda la banca española.

Este 4 de noviembre debería marcar para Draghi el inicio de una nueva etapa en la que, tras haber salvado la integridad de la zona euro, podría imprimir su cuño a la Unión Bancaria, el mayor avance en la integración financiera desde el lanzamiento del euro en 1999. Draghi, en cambio, vive las horas más bajas desde su llegada a Fráncfort, sacudido por una feroz campaña en contra en la que participa, sin demasiado disimulo, su colega del Consejo de Gobierno del BCE y presidente del Bundesbank (Banco Federal Alemán), Jens Weidmann.

Los ataques parecían dirigidos en un principio a neutralizar algunas de las medidas más polémicas planteadas por Draghi, como la compra de activos puesta en marcha la semana pasada (el BCE se estrenó con 1.700 millones en cédulas). Draghi y su predecesor Jean-Claude Trichet ya habían sufrido ese tipo de escaramuzas y lograron salir indemnes. Pero las fuentes consultadas coinciden en que esta vez se trata de un choque mucho más profundo, que no atañe solo a ciertas medidas sino al propio papel del BCE.

Tras la llegada de Draghi, el BCE ya no se conforma solo con vigilar la inflación y parece decidido a contribuir a la recuperación económica de la zona euro de manera similar a como lo han hecho la Reserva Federal en EE UU o el Banco de Inglaterra en Reino Unido. Draghi quiere más inflación para aliviar la carga de la deuda, más inversión en los países con margen presupuestario (Alemania) y elevar a tres billones de euros, como mínimo, el balance del BCE para descargar a la banca de parte de sus activos.

Cualquiera de las tres medidas supone un tabú para Berlín. Las tres juntas parecen una declaración de guerra que podría costarle el cargo a Draghi, a quien algunos rumores ya sitúan antes de tiempo como presidente de la República en Italia en sustitución de Napolitano.

Los rivales de Draghi, encabezados por el Bundesbank, consideran que el BCE no puede asumir ese intervencionismo mientras los 18 países de la zona euro mantengan su independencia presupuestaria y fiscal porque, a su juicio, supondría centralizar el riesgo sin unificar al mismo tiempo su control.

Hasta ahora, el BCE ha logrado capear esas objeciones. Y Draghi incluso contó con el apoyo del Gobierno de Merkel en los momentos más críticos, como en el verano de 2012, cuando logró frenar la escalada de la prima de riesgo de Italia y España con el anuncio de un programa de deuda pública (OMT), nunca activado. La cuerda siempre se rompió por el lado alemán, con la salida del presidente del Bundesbank (Axel Weber), del economista jefe del BCE (Jürgen Stark) y del miembro alemán del BCE (Jörg Asmussen, aunque este atribuyó su marcha a motivos personales).

Pero Alemania cada vez soporta menos los movimientos de Draghi y el margen de maniobra del italiano se agota. Primero, porque Berlín parece dispuesto a frenar una deriva que apunta hacia una compra masiva de deuda (quantitative easing). Y segundo, porque se ha roto el eje Berlín-París que en tiempos de Sarkozy logró convencer a Merkel de la necesidad de respaldar al BCE.

Sin dirección política clara en la zona euro, sin respaldo decisivo en ninguna capital y con el enemigo dentro de casa, Draghi no parece en condiciones de seguir imponiéndose a los halcones del Bundesbank. En una reciente entrevista publicada en Der Spiegel, Weidmann ya advertía de que no se rendirá como sus predecesores: “Cuando llegué al BCE ya sabía que habría dificultades. No quiero huir de ellas y no lo haré”, aseguró el presidente del Bundesbank.

Foto: "No pasear fuera de esta zona", recomiendan en las alas de los aviones (B. dM., 30-10-2014).

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