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La UE, del revés

¿Sirve para algo el examen a los comisarios europeos?

THINKSTOCK

Si no se produce ningún tropiezo grave, mañana concluirán en el Parlamento Europeo los exámenes de los futuros miembros de la Comisión Europea y el conjunto del equipo presidido por Jean-Claude Juncker se someterá a un voto de investidura en el pleno del día 22.

Cabe la posibilidad, sin embargo, de que todo el proceso se retrase si alguno de los cinco comisarios que hasta ahora han tenido dificultades para pasar la prueba se quedara en el camino o tuviera que cambiar de cartera.

Entre hoy y mañana los cinco afectados (el español Miguel Arias Cañete y los comisarios de Reino Unido, Francia, Hungría y República Checa) esperan haber despejado las dudas sobre su idoneidad. Pero más allá del resultado definitivo, ¿han servido para algo estas audiencias, celebradas por quinta vez desde 1995? ¿Facilitan el control ciudadano sobre “Bruselas” o son una mera demostración de poder por parte de los europarlamentarios? ¿Qué sentido tiene examinar a cargos políticos, algo que no ocurre en ningún otro lugar del mundo?

La mayoría de los analistas coinciden en que el carácter híbrido de la Comisión hace necesario que se lleven a cabo las audiencias porque los comisarios no son ni altos cargos o tecnócratas (que en la mayoría de las democracias se someten al escrutinio parlamentario) ni ministros (que no suelen someterse a ningún examen).

El segundo motivo que justifica el examen es que el presidente de la Comisión no tiene la potestad para elegir a los miembros de su equipo y debe aceptar los comisarios designados por cada Gobierno. ”Las audiencias son muy importantes porque el Parlamento es el único órgano que puede examinar la independencia del futuro comisario y su compromiso para trabajar por el bien común europeo”, señala Sonia Piedrafita, investigadora del CEPS (Center for European Policy Studies).

Desde el sector privado también se destaca la importancia de las audiencias, que permiten entrever el carácter, conocimiento y talante de los futuros comisarios. “Nuestros clientes nos demandan información sobre lo ocurrido en cada sesión, casi en tiempo real”, apunta Pablo López, director gerente de la consultora FTI-Consulting.

Aun así, las dudas sobre la utilidad del ejercicio surgen tras comprobar que algunas de las sesiones se han acercado más al tono de una oposición que al de un debate parlamentario. A la comisaria checa, encargada de la cartera de Justicia, Consumidores e Igualdad de género, se le reprocha, por ejemplo, que no respondiera “cuando se le preguntó sobre los estándares mínimos sobre la participación de las diferentes actores [dirección, accionistas, trabajadores] en la gestión de una empresa”.

Otras sesiones derivaron hacia un auto de fe en el que se pretendía arrancar al “examinando” unas declaraciones claramente contradictorias con sus convicciones políticas de toda la vida.

Al comisario húngaro, en cargado de Educación, se le ha pedido por escrito que condene públicamente algunas de sus iniciativas como miembro del Gobierno de Viktor Orban. Y que se distancie “oficialmente” del primer ministro que le ha enviado a Bruselas y del partido al que pertenece (Fidesz). Curiosamente, Fidesz forma parte del Partido Popular Europeo, al que pertenecen Juncker, Merkel o Rajoy, y Orban es vicepresidente de esa formación, mayoritaria en el Parlamento.

Más cabal parece el escrutinio de los potenciales conflictos de interés de los futuros comisarios, aunque la lupa no siempre se haya dirigido en la dirección correcta. Algunos de los examinadores de Arias Cañete parecían confundirle con un Rockefeller del petróleo por su participación del 2,5% en dos empresas de almacenamiento y suministro de combustible en el mar.

En cambio, no ha llamado la atención la labor de Cañete como abogado. Y han pasado casi desapercibidas las actividades del comisario británico, Jonathan Hill, aunque fundó una compañía de lobby en el Reino Unido y hasta hace tres meses era accionista de una gran consultora.

La nueva cara de competencia

Eficaz, cautivadora, dogmática. Margrethe Vestager será la nueva comisaria europea de Competencia tras superar la semana pasada con deslumbante facilidad el examen del Parlamento Europeo. La ex ministra danesa de Economía e Interior (las dos carteras al mismo tiempo) recibió los parabienes de casi todos los grupos políticos, además del suyo, los liberales. Vestager    (1968) relevará al socialista español Joaquín Almunia, que le deja el caso Google como expediente más explosivo. La danesa llega con fama de dura, demostrada durante su presidencia del Ecofin en 2012. Entonces, en plena tormenta financiera, se alineó con las tesis de Berlín. Durante una conferencia en la Universidad de Copenhague junto al ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, un profesor de Economía les advirtió que “las recetas que aplica la UE contra la crisis contradicen todas las teorías que he estudiado”. “Tendrán ustedes que cambiar las teorías” contestó impasible Vestager.

El vicepresidente del euro rivaliza con el comisario francés

Hoy y mañana pasarán examen ante el Parlamento Europeo los seis vicepresidentes de la Comisión Europea. En principio, la atención se centrará en el ex primer ministro letón Valdis Dombrovskis, del PPE. Dombrovskis tendrá que aclarar cómo piensa compaginar su Vicepresidencia del Euro y Diálogo Social (sic) con la cartera de Asuntos Económicos, Fiscalidad y Aduanas que ocupará el socialista francés Pierre Moscovici. Moscovici ya apuntó la semana pasada, durante su audiencia en el Parlamento, que no parece disputo a reconocer ninguna superioridad jerárquica por parte del letón. Por si acaso, el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, parece dispuesto a exigir que todas las decisiones relativas a la aplicación del Pacto de estabilidad deben ser preparadas conjuntamente por Dombrovskis y Moscovici. Juncker no ha impuesto esa colaboración a ningún otro comisario.

Aun así el examen individual de los comisarios parece que seguirá siendo necesario mientras la Comisión no sea un órgano verdaderamente político, sujeto de verdad a un control legislativo. Algo que por ahora parece inalcanzable.

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