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¿Corre peligro Cañete?

Miguel Arias Cañete ha sido señalado como uno de los eslabones débiles de la Comisión Europea que presidirá Jean-Claude Juncker. Pero ¿corre peligro realmente el comisario español? ¿Podría perder su cartera de Energía o, incluso, su condición de futuro comisario?

El desenlace sobre el futuro de Cañete se conocerá a finales de esta semana cuando las comisiones parlamentarias encargadas de "examinarle" (el miércoles 1 de octubre) emitirán su veredicto.

El riesgo de que uno o varios grupos (como Izquierda Unitaria o los Verdes) intenten frenar la candidatura del antiguo ministro de Agricultura existe. Pero las probabilidades de que Cañete supere la prueba son muy altas a pesar de las interrogantes sobre sus potenciales conflictos de interés o las dudas sobre su compromiso político con el medioambiente. ¿Por qué?

1. Porque los principales grupos de la Eurocámara ("populares", socialistas, conservadores británicos y liberales) se resisten a iniciar una refriega en la que cada uno buscaría tumbar a un comisario de la familia contraria. El gran riesgo para Cañete sería que un comisario de otra "familia" tropezase y se buscasen represalias. De momento, poco probable.

2. Porque en las comisiones encargadas de examinar a Cañete (la de Industria y la de Medioambiente) los posibles "enemigos" de Cañete suman poco más de un tercio de los 136 escaños que las componen (67 en Industria y 69 en Medioambiente). Si uno de esos grupos fuerza una votación, los probables "aliados" de Cañete disponen de margen de sobra para superarla.

3. Porque el Parlamento no puede vetar a un comisario a título personal. Incluso si las Comisiones parlamentarias encargadas del examen expresaran su opinión en contra del candidato, el país en cuestión podría insistir en mantenerlo.

4. Si el país no retira al candidato, el Parlamento podría votar en contra de toda la Comisión (su investidura necesita mayoría de votos nominales emitidos en un pleno, previsto para el 22 de octubre). La opción del veto se esgrimió en 2004 y en 2009 contra Barroso y el Parlamento logró "cargarse" a tres comisarios (dos en 2004 y una, en 2009). Pero en esta legislatura que arranca, esa opción podría resultar contraproducente para el propio Parlamento.

5. El veto a la Comisión pondría en peligro un éxito histórico del Parlamento: a diferencia de las comisiones de Barroso, la de Juncker es una creación del Parlamento, empeñado en que el presidente fuera el candidato del partido más votado en las elecciones del 25 de mayo. Parece poco probable que el Parlamento vaya a sacrificar esa enorme victoria si no encuentra objeciones insalvables en alguno de los futuros comisarios.

6. Llegado el caso, el choque de trenes puede evitarse con una fórmula intermedia: mantener al comisario pero cambiarlo de cartera. La fórmula ya se ha utilizado (en 2004, con el húngaro Laszlo Kovacs, que pasó de Energía a Fiscalidad). Pero ahora implicaría reabrir el complicado equilibrio geográfico y político que Juncker tardó varias semanas en cerrar. Y tras lograr una cartera de peso como la de Energía cabe dudar que Madrid fuera a conformarse con cualquier otra.

7. Todo ello no quiere decir que Cañete esté exento de peligro. Su talón de Aquiles son las participaciones que mantenía hasta el pasado día 18 en dos empresas de bunkering (gasolineras para barcos), que vendió como medida preventiva. Sus "enemigos" intentarán explotar esa vía para hundir su candidatura. Pero la historia muestra que la tolerancia del Parlamento en ese terreno es bastante generosa.

8. Queda otra arista: la actuación del propio comisario durante la audiencia del miércoles. Sus rivales políticos, previsiblemente, intentarán desestabilizarle. Si pierde el control y comete algún error irreparable, podría perder apoyos entre sus propias filas. Aun así, todo apunta a que Cañete será el próximo comisario europeo de Energía. Y Medioambiente.

9. Por último, a favor de Cañete y del resto de miembros de la futura Comisión juega el hartazgo institucional con un proceso de renovación de la UE que se inició hace casi seis meses. Desde el pasado mes de abril la Comisión saliente de José Manuel Barroso funciona al ralentí. Prolongar su agonía solo contribuiría a aumentar la sensación de que Bruselas vive ensimismada en sus propios enredos.

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