Entre tragos de guarapita al son del tambor
Choroní nace a pie del Caribe y del más antiguo parque natural venezolano
Interminables leyendas de tiburones, de los de agua salada y de los de tierra firme, que esperan cualquier descuido para llevar al viajero incauto a su terreno se repiten en Choroní, especialmente en la animada zona del malecón, al son que marcan los tambores africanos y entre trago y trago de la excitante guarapita.
Estamos muy lejos de ese continente, en concreto, a los pies del Caribe y del Parque Natural más antiguo de Venezuela, Rancho Grande, hoy conocido como Henri Pittier, al norte del país.
Y esta parte del Caribe, bucólica y salvaje, no tiene nada que ver con la cosmopolita y turística Isla Margarita o el archipiélago de los Roques.
El mejor cacao del mundo, una desbordante naturaleza y playas casi vírgenes
Es probable que Choroní no aparezca en los catálogos de los circuitos tradiciones, pero sí es muy posible que se lo recomienden como colofón para rematar algunas de las rutas por la gran sabana venezolana.
Choroní es un pueblo colonial español, con casi cuatro siglos de antigüedad, en el que su pasado se hace visible en sus calles o en sus viejas plantaciones y su presente y futuro se intuyen como un potencial turístico.
Sus estrechas calles y sus coloridos edificios, los enrejados de sus ventanas y su ubicación, escondida del mar y al abrigo de piratas de otras épocas, recuerdan el paso de los conquistadores españoles, como también las grandes haciendas de cacao protegidas por la exuberante vegetación y donde vivían y trabajaban los esclavos africanos.
Su recuerdo, algunas de sus tradiciones, como el rítmico toque de tambores y muchas de sus leyendas, como la del gran negro de la guarapita, han perdurado de generación en generación.
La guarapita es una popular bebida en algunas zonas de Venezuela a base de aguardiente, azúcar y parchita (maracuyá), aunque puede llevar otros ingredientes; poco a poco te embriaga y, si te dejas llevar, el espíritu del gran negro se apoderará de tu cuerpo.
La resaca, dicen, es la que te deja fuera de combate.
Es en la noche, y en el malecón de la alegre Puerto Colombia, considerada el puerto de Choroní, donde turistas y lugareños se reúnen a escuchar en vivo la música afrocaribeña, tomar algo, regatear con los artesanos locales o cenar en alguno de los concurridos restaurantes tras un día de relax y playa.
La más concurrida, sobre todo los fines de semana, es Playa Grande, en Puerto Colombia, con los palmerales alineados sobre la playa de suave arena y un mar con la calma justa, pero también puede descubrir otras casi vírgenes y salpicadas de cocoteros.
Allí puede alquilar un barquito para hacer excursiones a otras zonas costeras como la aislada Chuao o Cepe.
En la primera se fabrica el mejor cacao del mundo y es conocida también por sus llamativos diablos danzantes.
Cepe es famosa por su arrecife de coral, donde podrá observar peces globo, erizos, cangrejos y, con suerte, alguna tortuga marina, y si alquila equipo de buceo hasta puede salir en busca del gran tiburón blanco.
Esa es otra leyenda, y mejor que el único recuerdo del encuentro con uno de ellos sea alguno de los dientes del escualo que encontrará en los bonitos collares y tobilleras que venden los artesanos.
Guía para el viajero
El parque Enri Pittier fue fundado en 1937 y rebautizado en honor del naturalista y biólogo suizo. Con una superficie de 1.078 km2, desde el litoral del mar Caribe a la cordillera de la Costa, en los estados de Aragua y Carabobo, destaca por su bosque nublado que envuelve a Choroní y por su gran diversidad de flora y fauna, entre los segundos, monos y pumas salvajes. No se puede acceder sin guía.
Posadas. Muchas de las antiguas casas coloniales de los pueblos se han convertido en pequeños alojamientos con encanto, bien acondicionados.
Playas por tierra o mar. Andando se puede acceder a Tipire, de piedras, no recomendable para el baño pero sí para contemplar el espectáculo del mar golpeando las rocas, y a El Diario, también de piedras, pero con recónditas calas utilizadas por los nudistas. En lancha se puede llegar, además de la Chuao o Cepe, a Valle Seco que tiene un arrecife de coral donde se adentran las olas creando una piscina natural.