Alemania todavía ahora hace más reformas que Francia
No es nuevo que Francia es el enfermo de Europa; nada nuevo. Y que Italia no acaba de curarse porque no respeta con decisión las recomendaciones facultativas. Pero una y otra nación, y sus gobiernos en París y Roma, se empeñan en pedir cuentas a Alemania para que tire del carro de Europa y alivie sus dificultades. Mientras piensan y repiensan en las reformas que precisan para crecer, Alemania, que las necesita menos, las intensifica.
Cuando la crisis tenía contra la pared a la zona euro por las dificultades de España, Irlanda, Grecia o Portugal, los informados sabían que Francia e Italia guardaban en el funcionamiento de sus economías las mayores resistencias al cambio y las mayores dificultades para Europa. La onda expansiva de la irrupción manufacturera de las grandes economías emergentes sigue haciendo mella en sus competidores occidentales, países maduros que soportan mal la competencia en precio y calidad creciente.
Francia e Ialia, siempre a la vanduardia industrial y comercial, han visto como sus productos han estancado las vías a salida a los mercados por la presión de los precios, mientras que Alemania ha seguido explotando sus opciones entre la franja de renta más alta de los emergentes, que tienen casi tanta capacidad de compra como los clientes tradicionales de Estados Unidos, la Europa rica o Japón.
La fotografía actual de la situación empieza a ser preocupante en Europa, con un crecimiento cero según ha recordado Mario Draghi y las últimas estadísticas de desempeño de la actividad, y las expectativas de la demanda comienzan a ser presas de un riesgo cierto de deflación que podría cebar una espiral contractiva muy peligrosa.
Francia ha tardado demasiado en anunciar las reformas que aún no ha hecho, y demasiado también en poner cifras al recorte de su gasto público e identificar los colectivos afectados. E Italia, con un nuevo presidente más voluntarioso que ejecutivo, se encuentra en texitura parecida mientras echa mano del auxilio continuo del BCE para colocar su deuda.
Mientras tanto, tanto Manuel Valls como Matteo Renzi reclaman a Alemania tanto una moratoria para lograr los objetivos de déficit como los calendarios para las reformas (sobre las que no hay obligación calendarizada en Europa), como un cambio de postura en los planteamientos fiscales, hasta el punto de que Alemania atice con su gasto público o incentivos al privado, la demanda en Europa y alivie el tránsito por el estancamiento de franceses e italianos.
Pero Alemania mantiene el ritmo de sus políticas nacionales y europeas, las que mejor resultado han dado a los países en los que se han aplicado, incluida España, e intensifica en paralelo las reformas, simplemente porque ha detectado cierto parón en el ritmo de avance de las ventas al exterior.
Ha presentado un intenso plan para mejorar la competitividad de la industria alemana, que incide en todo aquello en lo que ya son líderes europeos, y en alguna otra cosa que han echado de menos en los últimos años: mejorar la oferta formativa a los trabajadores, bajar los costes de la energía, reducir la burocracia en la formación de empresas, favorecer el espíritu empresarial y mejorar las infraestructuras. Es un buen plan para cualquier otro país competidor en la zona euro y fuera de ella.
Francia e Italia deberían directamente replicarlo, porque dada la inestabilidad política en Italia y la alta sensibilidad sociopolítica en Francia a las decisiones drásticas, bien podría quedarse lo hasta ahora solo anunciado en eso, en literatura.