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El Foco
Tribuna
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Un empresario al servicio de la clase media

Isidoro Alvarez ha sido el empresario de la clase media española. El que hizo posible, siguiendo la trayectoria de Ramón Areces, que el ciudadano medio español accediese a los bienes de una sociedad moderna, a la sociedad del bienestar. La variedad de productos y servicios junto con el sistema de financiación sin intereses fue la clave para que cualquier familia pudiese llegar a fin de mes y comprar ropa, electrodomésticos, muebles y hacer el viaje de su vida. La tarjeta de El Corte Inglés superó a todas las de crédito en nuestro país.

Fue un gran innovador del comercio y de las estrategias de marketing , que sirvió de modelo a muchas empresas de distribución en el mundo.

Marcó la diferencia en el mercado con el eslogan de ‘si no queda satisfecho le devolvemos el dinero’

Marcó la diferencia en el mercado con el eslogan de si no queda satisfecho le devolvemos el dinero, que se convirtió en la frase mágica que abría el corazón de cualquier consumidor y que ponía en términos de igualdad al comprador y al vendedor. Era un rasgo ético que mostraba un compromiso de que lo más importante no era la venta por la venta sino ante todo la satisfacción del consumidor, que acertara en su compra tanto si el bien o servicio no cubría sus expectativas iniciales o por supuesto si tenía un defecto o simplemente si el comprador se arrepentía de una decisión de compra precipitada. Eso era generar confianza en el cliente y eso era el primer paso para fidelizarlo.

¿Y la Navidad? Nadie entiende la Navidad sin el Corte Inglés. Sus grandes carteles luminosos animados por la tecnología más avanzada han sido siempre el preludio de las fiestas. Una variadísima oferta de regalos y hasta los mismísimos reyes magos con sus pajes en los centros comerciales hacían felices a millones de niños y a sus padres.

También fue novedosa y de impacto comercial la felicitación por la onomástica o el cumpleaños al consumidor habitual de El Corte Inglés. Yo recuerdo que el primero en felicitarme en esas ocasiones siempre era Ramón Areces y después ya Isidoro Álvarez, antes incluso que mi propia familia.

Sobra decir que también fue un empresario ejemplar por la creación de puestos de trabajo y por las constantes ampliaciones del negocio y las innovaciones en la oferta de servicios y de productos.

Pero hay otra dimensión menos conocida de Isidoro Alvarez, la de impulsor del movimiento empresarial en nuestro país.

Contribuyo a la fundación, al mantenimiento y a la proyección pública y social de la Confederación de empresarios de Madrid y, a través de ella, de la propia CEOE. Fue influyente en el diálogo social con los sindicatos; en ofrecer soluciones eficaces al Gobierno para superar crisis y problemas económicos y fue también un hombre sensible con la cultura y la responsabilidad social corporativa. Por citar un solo ejemplo: a través de la Fundación CEOE aportó recursos económicos para que periodistas españoles especializados en economía pudiesen estudiar másters avanzados en universidades americanas, a través de las famosas becas Fulbright. Fue una de sus grandes contribuciones al periodismo español, que por esta vía ha logrado corresponsales de renombre en todo el mundo y grandes expertos en tecnologías de la información, principalmente.

Era un hombre cordial y campechano, muy cercano tanto con sus amigos como sus empleados

Todos los empresarios españoles le estamos muy agradecidos por simultanear su trabajo en el negocio con su participación en el movimiento empresarial, como mecenas y como persona que destinó a los mejores hombres de su equipo profesional a que trabajaran en los órganos de dirección de la Confederación. Queda su huella y su presencia a través de personas como Ignacio de la Mata y de Juan Manuel de Mingo, que falleció recientemente.

Conocí a Isidoro cuando los dos vestíamos pantalones cortos. Fuimos compañeros de fatigas empresariales toda la vida. Recuerdo cuando Isidoro abrió el Corte Inglés de Raimundo Fernández Villaverde y se preguntaba y me preguntaba si sería un acierto o no, cuando comenzaba su plan de expansión. Su intuición nunca le fallo. Acertó en la apertura de ese centro como en el de otros muchos. Tengo que señalar un hecho que ha pasado desapercibido pero aprovecho la ocasión para resaltarlo. Cada centro que el Corte Inglés abría no suponía solo ampliar la oferta de productos y crear una fuente más de puestos de trabajo sino que se convertía en una oportunidad para muchos pequeños empresarios que estaban cerca del centro comercial o que podían instalarse en sus aledaños. Con la apertura del centro los pequeños comercios se beneficiaban de una mayor clientela, a la que podían ofrecer dentro o fuera del edificio sus servicios de reparación de relojes, zapatos, copias de llaves, peluquerías, cafeterías, bares, etc., con una buena iluminación de las calles, accesos fáciles para aparcar, para pasear y disfrutar de la compra. En esa disputa terrible que hubo entre grandes superficies y pequeño comercio se pudo comprobar como el pequeño podía ser perfectamente compatible con el grande, como comercio complementario o especializado. La clave no era ser grande o pequeño sino comercio eficiente o no eficiente.

Me llamaba “Arturito” era el mote y el apelativo cuando nos veíamos. Gran aficionado a la caza y al tiro deportivo se convirtió en el socio más antiguo del club de tiro Cantoblanco. Era un hombre cordial y campechano, muy cercano tanto con sus amigos como sus empleados que le veían a cualquier hora recorriendo las plantas de cualquier edificio siempre con su impecable traje azul oscuro. Un gran amigo, un gran empresario, que nos deja todo un modelo de bien hacer y un montón de riqueza.

Arturo Fernández es presidente de CEIM y de la Cámara de Comercio de Madrid.

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