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Juan Ignacio García, director de Cabify en España

Una ‘app’ para rebajar el coste del taxi

Están en España, México, Perú y Chile Hay una mesa de 'ping-pong' en la oficina para relajarse después de comer

Manuel Casamayón

Coger un taxi puede llegar a ser una experiencia incómoda. El miedo a encontrarse con un atasco que multiplique por dos el importe inicial o tener que guardar un recibo en el fondo de la cartera para justificarlo a final de mes echa para atrás a mucha gente. Eso es al menos lo que dicen Adeyemi Ajao (fundador de la red social Tuenti) y Juan de Antonio, fundadores de Cabify, una start-up española que ofrece vehícu­los con chóferes privados a través de una app apta para todos los móviles.

Juan Ignacio García, nacido en 1982 en Madrid, es el director general de Cabify para España. Estudió Ingeniería de Telecomunicaciones en la Politécnica de Madrid y entró en la empresa en 2013, cuando aún no tenían oficina y trabajaban desde una vivienda de la madrileña calle de San Bernardo. “Parecía un piso de estudiantes de Erasmus, lleno de gente y de jaleo. Por eso, cuando vimos esta oficina, nos entró rápidamente por la vista”, explica García. “Daba pie a tener el ambiente de trabajo que necesitábamos y buscábamos”.

La agencia está en la calle de Marqués de Lema, muy cerca de Cuatro Caminos. Es sencilla, con paredes blancas y con suelo de madera. Consta de tres pisos. En el bajo y en el primero, diáfanos y con todas las mesas unidas, la luz entra por un gran ventanal. En el bajo, un sótano acondicionado, dos salas de reu­niones acompañan a la cocina común, en la que de vez en cuando comen todos juntos o juegan al ping-pong. A García le gusta esta disposición del estudio: “No hay despachos. Así se fomenta el trabajo en equipo y la comunicación”. En la planta baja se trabaja el negocio enfocado a España. En el piso de arriba, el negocio de ámbito global, el que afecta a los cuatro países en los que operan; porque aunque Cabify nació en Madrid, rápidamente cruzó el charco y se instaló en México, Perú y Chile.

En España están en Madrid, Barcelona, La Coruña, Málaga, Bilbao y Vitoria. Las siguientes ciudades previstas son Zaragoza, Sevilla y Valencia. Muchas para tan solo tres años de vida. La razón de su éxito, asegura, radica en que "ofrecemos un servicio mejor que el de los taxis y a un precio más económico". En los coches de gama alta, como Mercedes o Audi, el coste es un 15% más alto. En los de gama media, como Skoda o Toyota, es hasta un 20% más barato, aseguran en la empresa.

El funcionamiento es sencillo: “El usuario pide el coche que prefiere para que le recoja en el lugar que más le conviene. El móvil le da un precio aproximado del viaje en función del lugar de destino y le avisa cuando el chófer llega”. No hay riesgo si se topan con una manifestación o un atasco. El precio no varía. “Esta es una de las principales ventajas respecto al taxi”, recalca. Otra: el reguardo se envía automáticamente a la cuenta del usuario para que no lo pierda. “Ponemos el lujo al alcance de todos”. Todos los conductores que trabajan con la empresa tienen la licencia necesaria para poder ejercer de chófer. García lo subraya: “Trabajamos totalmente dentro de la legalidad”. Este tipo de servicio, que puede llevarse a cabo gracias a la licencia de VTC, cuenta, eso sí, con ciertas ventajas sobre el taxi que lo hacen más competitivo: no están regulados por ninguna administración, pueden circular las 24 horas del día durante toda la semana, sin ningún tipo de horario, y el precio lo fija la propia empresa.

Este trabajo lo llevan a cabo un total de 80 personas en todo el mundo, 30 de ellas en España, y es que, los conductores con los que trabajan no están contratados por la compañía, sino que trabajan por cuenta ajena, algo de lo que García prefiere no opinar. “En los cuatro países hemos tenido unas 150.000 descargas, es decir, personas que se han bajado la aplicación”. Muchos de los clientes son también grandes empresas que utilizan Cabify para el transporte de sus empleados, “como Loewe, Allianz, Visa o Google”.

Al principio costó empezar. Hubo que diseñar una aplicación que funcionase en los cuatro países y, sobre todo, fomentar la oferta y la demanda. “Los conductores no iban a conectarse si no había clientes que contratasen los servicios y viceversa. Romper ese círculo fue lo más difícil”, cuenta.

Manuel Casamayón
Manuel Casamayón

El monociclo que resume su idea

En una de las esquinas de la oficina, entre las plantas que visten la entrada, un monociclo negro y amarillo llama la atención. “En el piso de San Bernardo, entre todo el barullo del comienzo, hicimos algo más juguetón. El apartamento tenía un pasillo muy largo y con el monociclo era más divertido ir por él”, comenta García. “Se asemejaba a la idea que teníamos de la empresa: moverse rápido y de forma diferente”.

El día a día de este directivo es variado y cambiante. Supervisa la flota, capta nuevos conductores y se reúne con los responsables de cada sección. “Tenemos un ambiente de trabajo cordial y amable. Somos todos gente muy joven. Como somos una start-up y los sueldos al principio no son tan altos como en una multinacional, necesitamos que la gente esté motivada no solo en el ámbito laboral, sino también en el personal”, explica. Por eso, dar autonomía a la plantilla es el estilo de este directivo a la hora de liderar.

Fuera de su trabajo ha ido abandonando sus aficiones en favor de otra: su hijo. No obstante, “me gusta mucho montar en bicicleta y los fines de semana intento escaparme con los amigos para hacer una ruta por la montaña”.

La compañía aún no es rentable. Estiman que lo serán a comienzos del próximo año. “Si quisiéramos podríamos serlo ya, pero hemos preferido publicitarnos y darnos a conocer. En España estamos creciendo a un ritmo mensual del 30% ”, añade García.

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