Fiascos Van Rompuy
A la cuarta tiene que ir la vencida. El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, intentará por todos los medios que la cumbre de este sábado (30 de agosto) complete la renovación de los altos cargos europeos. Van Rompuy no puede permitirse un nuevo fiasco después de que las citas anteriores se le fueran de las manos.
Van Rompuy entró con mal pie desde el principio en el proceso de nombramientos. Por primera ve en cinco años, el presidente saliente del Consejo (su mandato expira el 30 de noviembre) rompió con su habitual tendencia a apuntarse al caballo ganador y apostó por adelantado por elegir al presidente de la Comisión Europea a la vieja usanza, en una reunión a puerta cerrada sin dar demasiadas explicaciones a los ciudadanos.
Van Rompuy confiaba en el apoyo de Berlín y Londres para mantener ese método y a tal fin convocó una cumbre europea extraordinaria el 27 de mayo, solo 48 horas después de las elecciones al Parlamento Europeo. Primer patinazo. Los grupos políticos del Parlamento Europeo se le adelantaron y cerraron filas para que el representante del partido con más escaños (Jean-Claude Juncker, del Partido Popular Europeo) fuese designado como sucesor de José Manuel Barroso al frente de la Comisión.
La canciller alemana, Angela Merkel, se rindió ante la asonada parlamentaria y dejó a Van Rompuy y compañía a la intemperie. En la siguiente cumbre (junio), Van Rompuy no tuvo más remedio que anunciar la designación de Juncker como candidato oficial a presidir la Comisión Europea. Pero a costa de otro patinazo. Por primera vez en la historia de la UE, la elección de ese cargo no contó con el respaldo unánime de todos los países, pues Reino Unido y Hungría negaron su apoyo al exprimer ministro luxemburgués.
Contrito, Van Rompuy aseguró que la traumática experiencia no se repetiría. Y que los próximos nombramientos (como la presidencia del Consejo o la Alta Representación de la Política Exterior) se harían por unanimidad aunque legalmente no fuera necesario. El belga acababa de sentar las bases para su tercer fiasco en apenas dos meses.
El batacazo se materializó en la tercera cumbre de cargos, celebrada el 16 de julio, en la que ni siquiera se llegó a elegir el relevo de Catherine Ashton, actual vicepresidente de la CE y Alta Representante de la Política Exterior. Varios países de Europa central y del este aprovecharon el veto de facto que les había regalado Van Rompuy para bloquear el nombramiento de la ministra italiana de Exteriores, Federica Mogherini, a la que consideran representante de un demasiado ligado a los negocios del Kremlin.
Tras el tercer fiasco, Van Rompuy se justificaba ante quien le prestase oídos invocando la complejidad de un rompecabezas con demasiadas aristas políticas, geográficas y personales. Y aseguraba que en la cumbre de agosto todas las piezas encajarían. La cita ha llegado. Y Van Rompuy la ha preparado con esmero para no dar otro patinazo. Si las previsiones se cumplen el primer ministro polaco, Donald Tusk, asumirá la presidencia del Consejo para compensar a los "enemigos" de Putin por el nombramiento de la italiana Mogherini al frente de la diplomacia europea.
Los elegidos, sin duda, lo celebraran aunque sean conscientes de que sus competencias para el cargo ha sido el único factor que no se ha tomado en cuenta. Pero seguro que el más aliviado será Van Rompuy, porque un cuarto fiasco podría dañar irremisiblemente la imagen de su segundo y último mandato (2012-2014) al frente del Consejo, en el que había logrado hasta ahora pasar tan desapercibido como en el primero (2009-2012).