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Columna
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Burger King y su interés en Canadá

La nueva sede de Burger King, que está planificado que se sitúe al norte de la frontera de Estados Unidos después de la recién anunciada compra por 11.000 millones dólares (unos 8.300 millones de euros) de la cadena canadiense Tim Hortons, ha provocado un escándalo sobre el patriotismo económico de la empresa de hamburguesas. Se trata de la última empresa en salir de Estados Unidos para reducir su factura de impuestos, un cambio que suele suponer una inversión. En el caso de Burger King, parece haber también un objetivo de relaciones públicas. Los canadienses tienen protocolos a la hora de bloquear las adquisiciones extranjeras de sus empresas, ya que el gobierno puede rechazar ofertas si no proporcionan ningún beneficio para el país.

Hortons es una marca muy conocida, y aunque era propiedad del rival de Burger King, Wendy, hasta 2009, la necesidad de mantener una buena relación con Ottawa puede explicar en parte la nueva ubicación de la sede. También puede ser una razón por la que Burger King ha mantenido silencio sobre las sinergias de la operación. Aunque se ha adquirido el compromiso de mantener el empleo “a nivel de restaurante” en Canadá, su accionista 3G Capital tiene fama de eficiente.

Burger King puede empujar a Hortons a nuevos mercados utilizando su modelo de franquicia, el potencial gran beneficio que el grupo estadounidense alega para el acuerdo. Aun así, demasiados comentarios sobre la posibilidad de recortes de gastos podrían alarmar a los líderes políticos canadienses con poder para echar por tierra la operación.

La realidad económica es que los posibles ahorros en impuestos solo serían un factor de importancia menor para justificar la operación. Pero ese problema de relaciones públicas puede suponer un peligro menor para el acuerdo que una lucha en Canadá.

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