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Secretos de despacho. Director general de Inbenta

Julio Prada: "Conseguimos que las máquinas entiendan a las personas"

Le gusta que si alguien tiene una idea, la anote en la pared La entidad tuvo un beneficio de 1,2 millones de euros en 2013

Que las máquinas sean capaces de comprender al ser humano. Este es el objetivo por el que en 2005 nació Inbenta, la empresa que ha revolucionado la forma en la que las grandes compañías atienden a sus clientes.

“Somos la única firma en el mundo que ha construido una herramienta que entienda a las personas”, afirma Julio Prada (Barcelona, 1977), director general de Inbenta en España. ¿Cómo lo han logrado? Gracias a un software único que conoce el significado de las palabras, pero también su contexto y su intencionalidad. “En inglés, los mosquitos muerden, en castellano pican. Nosotros le enseñamos a la máquina que, aunque las palabras no son las mismas, el significado sí lo es”, explica Prada.

“Me has fallado por última vez”

Julio Prada, director general de Inbenta para España, reconoce que su mesa de trabajo es un desastre. Un ordenador, papeles, libros y bolígrafos desordenados. Está decorada con una cabeza de juguete de Darth Vader, uno de los míticos personajes de la saga de La Guerra de las Galaxias. Al apretar un botón, salen de ella frases de esta célebre figura cinematográfica con las que contesta a sus compañeros de trabajo cuando le hacen preguntas. “Me has fallado por última vez” o “no toleraré otro fracaso, comandante”, son algunas de ellas. Evidentemente, todo ello forma parte de un ambiente de trabajo sano y alegre en el que todos se llevan bien. “En el día a día no se refleja el cargo que ocupo”, explica. 

Prada se define como una persona abierta y flexible con su plantilla. “En Inbenta no hay horarios. Confiamos en la responsabilidad de la gente para que el trabajo salga adelante”, explica. De hecho, como vive en un pueblo a las afueras de Barcelona, llega más tarde que el resto para evitar los atascos.

La cabeza de Darth Vader la heredó de su jefe, y si él alguna vez se marcha, tendrá que dársela a su sucesor. Se ha convertido en el amuleto de la empresa. El juguete ha provocado que muchos de los trabajadores hayan llevado sus figurillas y recuerdos de la película. “Aquí somos un poco frikis”, reconoce entre risas.

La idea es muy atractiva y en Inbenta se divierten investigando y trabajándola, razón por la que Prada decidió dejar su anterior trabajo en British Telecom y aventurarse en esta andadura tecnológica. Ya lleva ocho años en ella, y desde hace tres, ocupa el puesto de director general en España, con sede en Barcelona, donde trabaja. “Soy el que se come los marrones”, bromea. “El fundador y anterior director se fue a Estados Unidos para expandir la compañía y me tocó a mí sentarme en su silla. Al principio tenía algo de miedo, no sabía si iba a cumplir con las expectativas”. Pero parece que sí lo ha hecho. La división española de Inbenta obtuvo el pasado año un beneficio de 1,2 millones de euros. Y todo se destina a seguir creciendo.

La entidad tiene 90 clientes en todo el mundo, como BBVA, Bankia, Alsa o Iberia y 50 trabajadores repartidos por Francia, Brasil, Estados Unidos y España, la sede principal. Cerca de 30 personas trabajan en la oficina de Barcelona, en un gran garaje diáfano y reformado. “Es tan silencioso que da reparo ponerse a hablar por teléfono. Para eso tenemos una sala de reuniones, el único espacio cerrado”, explica. Prada huye de los despachos. “Somos una empresa que se dedica a mejorar la comunicación. Sería extraño que en nuestra oficina estuviéramos separados”. Unos grafiti que inundan la habitación evidencian esta idea: decenas de duendecillos conectados entre sí ocupan la mayoría de las paredes. Pero no todas, también hay hueco para 15 pizarras repartidas por toda la oficina. “Si se te ocurre una idea, escríbela rápido, que no se te olvide”, afirma.

Prada tiene dos tipos de días: unos, en los que se dedica a viajar para reunirse con los clientes y otros, que pasa en la oficina, lugar al que le gusta ir aunque pueda trabajar desde casa. Otra máxima que cumple es no llevar traje. “La gente no se fija en tu ropa, se fija en el producto que vas a ofrecerle”. Fuera del trabajo, le gustan todos los deportes, “aunque no soy bueno en ninguno”. Sale a correr de vez en cuando y los viernes al fútbol. “Como en mi equipo la media de edad es de 65 años, es el único sitio en el que puedo destacar”, bromea. En casa, siempre que puede juega con su hijos a los videojuegos y con el Lego.

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