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Radiografía del gasto empresarial en I+D

La innovación, a trompicones

Solo cuatro de cada diez pymes que gastan en investigación tienen un departamento de investigación y desarrollo

Las pymes realizaron el 47% de la inversión total en I+D en 2012, porcentaje que es inferior al 50% que alcanzó en 2010, pero sigue siendo muy superior al que es habitual en países de nuestro entorno, de acuerdo con el último informe de la fundación Cotec sobre tecnología e innovación en España.

Esta anomalía, que a priori puede parecer buena, es en realidad una consecuencia del escaso peso que tiene la tecnología en la estrategia de negocio de las empresas españolas de mayor tamaño.

“Las grandes empresas alemanas invierten en innovación muchísimo más que sus pares españolas, entre otras cosas porque están más concentradas en tecnología, mientras que la mayoría de grandes empresas españolas están en los sectores de banca y servicios”, explicaba Juan Mulet, director general de Cotec, durante la presentación del informe a mediados de julio pasado en Madrid.

En 2012, las compañías españolas gastaron en innovación 7.094 millones de euros. De este total, las empresas grandes ejecutaron 3.760 millones, mientras que las pymes, es decir, aquellas empresas que tienen menos de 250 trabajadores, realizaron 3.335 millones, que equivale al 47%.

Este porcentaje difiere marcadamente del que se observa en otros países considerados modélicos, como Estados Unidos, Alemania y Japón, donde la contribución de las pymes al gasto empresarial total en I+D es inferior al 20%, por las razones ya expuestas.

Si se profundiza entre las empresas de menos de 250 empleados, que ejecutaron el 47% del gasto empresarial en innovación, se aprecia que son las más grandes (las que tienen entre 50 y 249 empleados), las responsables de la mayor parte de la inversión (el 24%), seguidas por el segmento de 10 a 49 empleados (18%) y las de menos de 10 (5%).

Naturalmente, la envergadura de los proyectos ejecutados crece a medida que crece el tamaño de la empresa. Así, el gasto medio de las compañías de menos de 10 trabajadores es de 120.000 euros, el de las de 10 a 49 empleados es de 271.000; el de las de 50 a 249, de 651.000, y el de las de 250 empleados o más, de 3,8 millones de euros.

También el gasto medio por investigador sigue un patrón creciente, desde los 85.000 euros de las de menos de 10 empleados hasta los 204.000 de las de 250 empleados o más.

En cambio, la intensidad de la I+D (el porcentaje de la cifra de negocio dedicada a esta actividad) sigue un patrón inverso, lo cual también es lógico. En ese sentido, son las de menos de 10 empleados las que hacen el mayor esfuerzo, superior al 20%, mientras que el esfuerzo de las de 250 o más solo alcanza el 0,84%.

En su encuesta anual de I+D, el INE pregunta si la empresa cuenta con un departamento específico para esta actividad, ya que una respuesta afirmativa indicaría que la investigación y desarrollo es importante para el desarrollo del negocio y es tratada como una operación más, mientras que una respuesta negativa sugiere que la empresa no basa su negocio en la tecnología y, en consecuencia, la I+D es una actividad coyuntural y con más posibilidades de descartarse en caso de restricciones económicas.

En promedio, sólo cuatro de cada diez pymes que hacen I+D cuentan con un departamento específico, sin que este porcentaje varía demasiado en los distintos segmentos de tamaño. Así, entre las de menos de 250 empleados, los porcentajes de empresas con departamento de I+D se sitúan entre el 34% y 48%, y entre las de 250 empleados o más, el 57% cuenta con un departamento de esta naturaleza.

Todo ello apunta a que la anomalía española en el reparto del gasto de la I+D no solo se debe al reducido número de empresas grandes que desarrollan esta actividad (989), sino también a que de ellas, únicamente un poco más de la mitad (561) la consideran una actividad lo suficientemente relevante como para incluir un departamento de I+D en su organigrama.

Esto refleja, una vez más, que en la estructura productiva española, la tecnología sigue sin considerarse un factor estratégico.

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