El arte de comer y beber como auténticos reyes
La Cartuja ha sabido aunar a lo largo de su historia calidad con estética y exclusividad Fine Clay by La Cartuja, la marca que comercializará a partir de 2015
Como casi todas las historias empresariales de éxito, la de la fábrica de cerámica de La Cartuja de Sevilla se inició por el espíritu emprendedor de su fundador, a quien le venía de familia, y su buen instinto de comerciante que le hizo saber aprovechar las oportunidades que ofrecía a mediados del siglo XIX la opulenta sociedad española. Charles Pickman Jones pertenecía a una familia de ilustres ceramistas de Liverpool, bien posicionados en el negocio de la loza y el cristal desde principios del siglo XIX que ya entonces exportaban sus productos a buena parte de Europa. La familia conocía Sevilla, la oportunidad que ofrecía el río para el comercio y la tradición alfarera de Triana, por lo que aprovechó la desamortización de bienes eclesiásticos decretada por Juan Álvarez Mendizábal y adquirió el monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas, donde encontró todo lo que necesitaba para iniciar la producción. De esa emblemática primera planta le vendría el nombre de La Cartuja de Sevilla.
Cronología
1841. Año de fundación. El marqués Charles de Pickman llega a Sevilla con la idea de establecer una nueva fábrica de loza fina.
1862. Visita real. Isabel II visita la fábrica. Recibe la medalla de oro en la Exposición Universal de Londres.
1871. Proveedor real. La Cartuja de Sevilla es nombrada proveedora de la Casa Real por Amadeo I de Saboya.
1878. Reconocimiento. La fábrica obtiene la segunda medalla de oro de una exposición universal, en París.
1896. Producción. Comienza la fabricación de azulejos y cerámica artística a gran escala.
1900-1930. La eclosión. Este periodo está considerado como la primera etapa de gran producción y éxito de sus productos.
1930. Primera crisis. Comienza un periodo convulso de crisis y conflictos sociales.
1940. Renovación. La empresa emprende una proceso de reforma y renovación con el cambio de los hornos.
1960. El éxito. Inicio de un fuerte aumento de la demanda de los productos de la fábrica. Comienza su eclosión a nivel internacional.
1982. El traslado. Creación de un nuevo centro de producción en Salteras (Sevilla) y traslado de la empresa a esa nueva ubicación. La propiedad pasa a manos de empresarios españoles.
1992. Expo de Sevilla. Transformación del exmonasterio-fábrica en Pabellón Real de la Exposición Universal de Sevilla (actualmente es el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo).
2012. Concurso de acreedores. Tras la profunda crisis que vive la planta, entra en concurso voluntario de acreedores del que sale este verano por la entrada del nuevo propietario: Ultralta. Esta entidad se compromete a invertir en la planta para garantizar su continuidad y asume la deuda de la masa concursal, de casi 6,5 millones de euros.
2014. Relanzamiento. Inicio de una nueva etapa. La empresa pretende reinventarse con nuevos diseños, nuevos productos y nuevas marcas.
Desde su fundación en 1841, Pickman se distinguió por introducir los métodos de producción más avanzados de la época, basados en la importación de las mejores materias primas, el empleo de moldes y el uso de maquinaria especializada, como brazos mecánicos y prensas. Todo ello hizo que el negocio resultara floreciente en muy poco tiempo y estuviera presente en los principales mercados europeos y latinoamericanos.
Las formas, colores y diseños característicos que vienen a la memoria de todos cuando se menciona esta marca se convirtieron muy pronto en seña de identidad de toda clase de piezas de la más fina loza, vajillas y juegos de mesa que han llegado hasta ahora siempre asociados a tres premisas básicas: calidad, elaboración artesanal y exclusividad.
Uno de los hitos que marcan la historia de la firma es su nombramiento en 1871 como proveedor de la Casa Real de España por parte de Amadeo I de Saboya, quien concedería también el título de marqués de Pickman al fundador de La Cartuja por su destacada aportación a los procesos industriales. Antes, en 1862, la reina Isabel II visitó la fábrica, que ya entonces daba empleo a 2.000 personas, 800 de ellas mujeres, y además de las fotografías que documentan el momento, existen pruebas escritas del discurso que pronunció. Unas palabras que hoy sonrojarían a todos ya que, como mínimo, serían consideradas políticamente incorrectas. Y es que la monarca, al enterarse de que casi la mitad de la plantilla estaba compuesta por mujeres, vino a decir: “Qué bien que están aquí, así las mantenéis ocupadas”.
Pero no todo ha sido esplendor. La Cartuja ha atravesado una etapa convulsa en las últimas décadas. A mediados de los años sesenta vivió otro largo periodo de éxito, en línea con la apertura económica del país. Pero a partir de los ochenta comenzaron los problemas, con la compañía ya en manos de empresarios españoles. El primer saneamiento llegó en 1985. En el proceso de reprivatización de la empresa que sucedió a la expropiación de Rumasa, entonces propietaria de la marca de loza, el holding de Ruiz Mateos le concedió a la sevillana un crédito dentro de una operación de saneamiento que costó al Estado 15 millones.
Rumasa había comprado el 45% de Pickman La Cartuja en 1982 y el resto del capital pasó a manos de pequeños accionistas. Entre 1985 y 1987, la empresa se entrega a distintas sociedades, como Invertécnica de Promociones y Estudesa. En 1995, Plusvalores, grupo controlado por Enrique Tatay, se hace con la compañía. En 1997, los títulos pasan al empresario Ildefonso Jiménez Carmona, que suspende pagos en 1999. Entonces pasa a manos de uno de sus principales competidores, Cerámica San Claudio, propiedad de Álvaro Ruiz de Alda. Después, ya en los comienzos de este siglo, fue propiedad de Jamones El Campo y así han transcurrido los últimos 10 años con constantes cambios en la propiedad. Este verano acaba de salir del concurso de acreedores solicitado en 2012 y la entidad Ultralta, administrada por Vicente Zamorano y Mario Vázquez, se hace con la propiedad. Los nuevos gestores se han comprometido a reflotar el negocio, aumentar la plantilla, de poco más de 60 trabajadores, y a poner en marcha nuevos productos. Una marca con tanta historia no merece menos.
La revolución que viene ya tiene nuevos diseños
Fine Clay by La Cartuja es el nombre de la nueva marca de productos que comenzará a comercializar la famosa fábrica de loza sevillana a partir de 2015. Se trata de vajillas con un menor número de piezas, adaptadas al tamaño de las nuevas familias, a precios más asequibles (hoy cuestan a partir de 150 euros y pueden alcanzar los 1.000), pero con la misma esencia, el blanco Cartuja y todo el esmero de sus artesanos.
Así, la producción seguirá siendo a mano, se llevará a cabo íntegramente en el centro de Salteras (Sevilla), con los mejores materiales, pero con diseños más vanguardistas “que provoquen un punto de inflexión en la percepción de la marca y nos permitan la apertura de nuevos mercados”, señalan fuentes de la compañía.
Los nuevos propietarios de la marca, la sociedad Ultralta, ya se han comprometido a invertir cerca de un millón de euros en 2015 para, entre otras cosas, comprar la nueva esmaltadora que va a hacer posible los cambios. Un desembolso que además les va a permitir desarrollar un producto vitrificado para entrar en la hostelería. De hecho, ya trabajan con el chef Dani García, con quien están preparando una colección. El objetivo es incrementar las ventas a tasas de dos dígitos los próximos cuatro años y llegar a un cifra de negocio de 5,5 millones anuales que haga olvidar la crisis.