¿Merece la pena ser universitario?
Acceder a una formación universitaria históricamente ha sido sinónimo de éxito profesional, o al menos de asprirar a un mejor puesto de trabajo. En España durante el curso 2013-2014 hubo un total de 1.450.036 matriculados, lo que supone un 0,5% menos que el curso anterior, según los datos que ha presentado el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en su informe de Datos básicos del sistema universitario español.
Hoy día el sinónimo planteado anteriormente puede parecer no ser tan claro ya que según el Informe anual sobre la contribución de las universidades españolas al desarrollo que la Fundación CYD (Fundación Conocimiento y Desarrollo) desarrolla, el 32% de los graduados universitarios ocuparon en 2013 un puesto para el que no era necesaria la formación que tenían.
¿Sale a cuenta estudiar?
La respuesta a esta pregunta es difícil, dependerá de muchos factores, pero lo que los datos revelan es que en España el 75,9% de los que poseen una titulación universitaria se encuentra dentro de la población ocupada, es decir, con trabajo. Además los graduados superiores muestran mayores ingresos y más trabajo a tiempo completo según el Informe de la Fundación CYD. Por lo que se podría responder de manera general con que sí merece la pena ser universitario con vistas a obtener un trabajo en el futuro.
No obstante la situación económica no facilita el acceso a enseñanzas universitarias. El aumento del 2,9% de los precios públicos (según datos del Ministerio de Educación), la nueva política de becas que ha supuesto un descenso de becados hasta alcanzar un total del 22,3% y la crisis económica general del país con el descenso del poder adquisitivo de las familias correspondiente, hacen que sea más difícil poder pagar una matrícula universitaria, que según el Gobierno tiene un precio medio de 1.105 euros al año.
Ante esta situación, las entidades bancarias han desarrollado formas de financiar los estudios de manera específica. Esta alternativa son los préstamos para estudios que por ejemplo entidades como el Banco Santander ofrecen a estudiantes tanto para la matrícula como para el material necesario para el estudio. Son una forma de obtener financiación con unas condiciones más ventajosas que las de un crédito al consumo normal.
El interés es más reducido o incluso puede ser inexistente, además es frecuente que exista un periodo de carencia en el que no se produce el pago de intereses ni tampoco se amortiza capital y en algunos casos puede haber bonificaciones por la obtención de buenos resultados académicos.
De este modo se amplían las opciones con las que poder acceder a una formación superior y poder así optar a un futuro mejor. El saber no ocupa lugar, y el lugar al que se puede llegar con el saber puede ser muy alto.